Al principio me quedé sin aliento, y no
precisamente porque mi cabeza colgara boca abajo y la sangre fuera en esa misma
dirección; directa a mi frente, fue el hecho de notar su mano, con la palma
abierta abarcando todo mi trasero lo que literalmente me cortó el aire.
Ese tacto fue el interruptor que necesitaba
para activar la parte del cerebro que me funcionaba correctamente.
–Bájame ahora mismo, imbécil –chillé,
mientras le aporreaba la espalda con el puño.
Sin éxito, ese hombre era una mole y todo
su cuerpo era hierro, pegarle me producía más daño a mí de lo que pudiera
alcanzar hacerle a él, igualmente no desistí mientras, él se dedicaba a
esquivar y pasar por el medio de la gente que alucinados se nos quedaban
mirando.
–Que me sueltes, cabrón neandertal –grité
mucho más fuerte.
La gente con la que nos cruzábamos ya no
miraban la escena, me miraban a mí como si estuviera loca, y desde luego que
poco no me faltaría. Esta no era forma de tratar a una mujer. Maldito fuese.
Comencé a patalear hasta que Liam me dio un fuerte azote en el trasero.
–Deja de vocear sino quieres que te pegué
otro azote con toda mi fuerza –me riñó.
Esa advertencia junto con el calor que me
había dejado su marca, fue suficiente para callarme.
Me dejó en el suelo en el momento que tanto
la gente, la música, hasta el propio lugar habían desaparecido. Traté de
escabullirme de su cercanía pero con una simple mano me atrapó contra la chapa
de una de las casetas que estaban cerradas y solitarias justo al final de la
calle, casi llegando al polígono industrial que se daba fuera de la ciudad y en
cuyo lugar, sólo estábamos los dos.
Apreté el brazo que me presionaba contra la
chapa y lo retiré de un violento tirón, después con las manos en las caderas,
me enfrenté a él.
–En tu vida vuelvas hacer eso –lo amenacé con
el corazón latiendo fuerte contra el pecho y el rostro ardiendo de rabia.
–Es la única manera de mantener a la fiera
bajo control.
– ¿Qué fiera, tu o yo?
Liam no contestó, levantó las cejas señalándome
y eso me valió como contestación.
–Yo no soy la fiera, troglodita.
Me irrité al ver como las comisuras de sus
labios se estiraban con arrogancia.
–Pues te comportas como tal, dulcemeum.
– ¿Así? Pues, –me acerqué a él del mismo modo
que él, se acercaba siempre amenazante en mi dirección, después, levanté el
mentón desafiante–, te ahorraré el estrés de soportar…
Torcí el cuerpo y moviéndome hacia un lado
salí de delante de él. Liam, con unos reflejos decididos agarró una parte de mi
cintura con su manso y me devolvió al mismo lugar que antes. De espaldas
contrala chapa.
Y por segunda vez, recibía otro golpe en la
espalda por un hombre en todo el fin de semana.
Furiosa lo empujé alejándolo un poco de mí,
él no se esperó ese golpe y retrocedió a trompicones, inmediatamente se
recuperó y me regaló una delicada mirada asesina.
–Admiro tu pasión, pero, por muy increíble
que me resultes… comienzas a ponerme de los putos nervios –farfulló entre
dientes tirando de su cazadora.
–Me rompes el corazón, –le dije con ironía–.
Pero me la trae floja.
Intenté, de nuevo, salir de ahí, y otra
vez, mi espalda aterrizó contra la chapa.
– ¡Joder! –voceé crispada–. No vas a
conseguir una mierda de mí, acaso que, no comiences a tratarme con más respeto–
dije enfurecida.
–Me hablas de respeto cuando, desde que te he
visto, no has dejado de insultarme.
–Lo mío te lo merecías, y ahora, con más
razón.
Liam bufó.
–Soy comprensible, e incluso caballero. – ¿Perdón? Este tío estaba muy mal–. He
tratado de mantener una conversación amistosa para calmar tu temperamento, cosa
difícil ya que pareces pegada a él–, era una crítica sacada con toda la mofa
acentuada de su parte y bastante ofensiva–. Pero mi paciencia llega a un
límite, y desgraciadamente mi parte baja, últimamente no me deja razonar mucho
con mi cerebro, porque si encontrara la forma de hacer que la puta sangre me
circulara correctamente, no estaría perdiendo el tiempo detrás de una mujer que
ha vuelto patas arriba mi cabeza, mi vida y mi comportamiento y me provoca un
intenso dolor de huevos.
–Sí esa es tu forma de pedir perdón, te aviso
que, tus opciones han pasado; de cero a una mierda.
–Eres, a veces, muy irritante.
–Quien fue hablar.
Liam bajó la mirada al suelo y suspiró al
tiempo que negaba con la cabeza, después soltó un rumor, suave, para sí mismo
que me llegó con el mismo impactó que sus palabras.
–Soy tal cúmulo de errores que, el hecho de
pedir tu perdón, pierde todo el valor.
No me amedrenté, aunque la frase, las
palabras y esa declaración dicha de forma tan hundida me había parecido una
pequeña batalla ganada, quise clavar la estacada. No tenía ni idea de porqué,
pero, una parte de mí deseaba joderlo vivo, del mismo modo que él me había
fastidiado a mí desde que lo conocía.
–Conclusión: Estás enfermo –deduje frívola.
Los puños de Liam se apretaron y en dos
zancadas se plantó delante de mí con aspecto animal.
– ¡No estoy loco, lo que soy es un idiota por
dejar que entraras en mi lista de deseos!– rugió.
De pronto, abrió los ojos al darse cuenta
de lo que había soltado por la boca y sacudió la cabeza a la vez que retrocedía
esas zancadas que lo habían acercado antes a mí.
Tragué saliva, esa forma de contestar, de
reducir mi presencia a una simple hormiga me asustó.
Miré a mí alrededor, buscando una luz en un
lugar vacío, buscando un alma tan perdida y borracha que me pudiera echar una
mano pero, Liam sabía bien donde me había traído. A un lugar sin escapatoria.
–Lo siento, esto se me ha ido un poco de las
manos –murmuró pasándose las manos con ansiedad por el cabello.
–Ya lo veo –lo provoqué sin darme cuenta.
–No se me dan bien las conquistas,
normalmente estoy acostumbrado a…
–No –lo interrumpí antes de que soltara otra
de sus típicas ególatras–. Eres terrible en ese aspecto. Terriblemente malo.
Puede que seas guapo, pero cuando abres la boca, la cagas por todas partes…
Los ojos de Liam tan azules como un cielo
nocturno se posaron directamente en los míos y me dedicó una mirada envenenada.
Retiré la mía incapaz de soportar un segundo más tanta presión sobre mi cuerpo.
– ¿P-para qué me has traído hasta aquí?
–pregunté aun sabiendo lo que sucedería.
Sus dedos se apoyaron bajo mi barbilla y me
obligó a mirarlo. La serenidad lo cubría de nuevo y sus rasgos se habían
suavizado.
–Porque necesitamos intimidad –susurró
lentamente.
Era de día, y sabía que quedaban muchas
horas para que anocheciera, pero sin embargo, todo se me hizo oscuro.
–No quiero hablar más contigo –dije a la vez
que retiraba, con cuidado su tacto. Dejó que su mano cayera sin fuerzas.
–Yo tampoco, ahora no.
Tragué saliva. El misterio, la tensión y la
presión eran voraces, me estampaban contra el suelo, la pared a mi espalda y el
mismo hombre que tenía delante. Era como un saco de arena al que no dejan de
darle patadas con fuerza.
–Nunca te he calificado como un hombre al que
le cueste hablar. Se claro.
Liam tomó una intensa bocanada de aire y
miró a nuestro alrededor, después, tras observar el vacío que nos rodeaba, fijó
esos ojos en mí y sentí un escalofrío lleno de calor. Despegó sus labios para
soltar el aire y se me acercó tanto que me robó el mío propio.
Me apegué tanto a la chapa metálica a mi
espalda que perfectamente podía convertirse en parte de mí, Liam apoyó una mano
a cada lado de mi cabeza y se echó hacia delante para tratar de estar a mí
misma altura.
El animal había vuelto a la caza y a la
conquista con sus gestos y con el veneno de su mirada.
Estoy jodida con mayúsculas.
Ese hombre irradiaba un extraño y delicioso
afrodisíaco que se metía en mis células, bajo mi piel y dentro de mi cuerpo con
gran rapidez.
De la ira pasé al fuego, del fuego al deseo
y del deseo a la necesidad de tirarme encima de él.
–Me gustas, me gustas mucho –ronroneó
perdiendo el aliento–. Necesito pasar una sola noche contigo. Necesito estar
entre tus piernas para saber que anhela la gente de algo que no pueden tener.
Me quedé mirándolo boquiabierta como si
hubiera perdido el juicio. Las rodillas me temblaron e hice un gran esfuerzo
por no caerme al suelo.
– ¿Crees que no me puedes tener? –pregunté
alucinando.
–Me lo pones tan difícil todo que… ya no lo
sé.
Sentí el efecto mariposa revolotear en mi
estómago y una extraña, pero deliciosa sensación de frenesí recorrerme el
cuerpo al escucharlo hablar.
–Eres tú el que siempre me ha echado.
Mi voz era el mero susurró de una leve corriente
de aire, nada más. No tenía fuerza ni para hablar, como para quitarme ese
robusto cuerpo de encima en cuanto deseaba, por encima de todo tenerlo aún
mucho más cerca.
–Y ahora soy yo el que te pide que me des la
oportunidad de estar contigo.
– ¿Y-y si soy yo la que no quiere estar ahora
contigo?
–Puedo obligarte. – Estaba segura de eso–. Sé
cómo hacerlo, tengo un don para hacer que la gente haga todo lo que quiera y
con ello, también te puedo obligar a ti a que desees locamente estar conmigo–,
de eso ya no estaba tan segura. ¿Un don?
Eso acojonaba–, pero me gustaría que fuera una decisión tuya, de ese modo
disfrutaríamos los dos. Y ten por seguro que disfrutarías, te daría todo lo que
me pidieras. Todo lo que quisieras. Sería tu Papa Noel personal.
Puse los ojos en blanco e intenté parecer
molesta, pero me resultó imposible cuando sentí como las mejillas me ardían y
los pezones se erguían solos y se ponían completamente duros.
Era tentador y una minúscula parte de mí…
…mentirosa…
…se
sentía de lo más tentada a aceptar, pero el hecho de sentirme como un ratón en
un laberinto a oscuras y con miles de cebos, los errores al someterme a esa
deliciosa práctica, eran demasiado graves.
–Sería un terrible error –murmuré porque
realmente no sabía que decir ante tal oferta.
–No lo sabrás si no lo intentas.
–Intentar algo contigo es una locura…
Me quedé sin palabras cuando noté su frente
apoyarse en la mía. Liam inhaló una intensa bocanada y sentí como mi cabello se
movía en esa dirección para ofrecerse a él.
–Tú también eres una locura para mí, eres
todo lo contrario de lo que debería ser lo correcto en mi vida…
–Eres tú el que no deja de insistir
–interrumpí porque su anterior comentario, sonaba más como una desgracia que
como un precioso halago.
Buscar algo romántico en un hombre que
carecía de sentimientos era como buscar una aguja en un pajar.
–No lo puedo evitar –pronunció soltando el
aire–. Tú me llamas peligrosamente, tú me incitas a ser despiadado, tú te metes
en mi cabeza con tal fuerza como un tumor te absorbe la vida. Eres peligrosa y
a la vez aquello que he deseado desde hace tiempo. Una mujer que me haga perder
la cabeza.
–No quiero engancharme a ti.
–Yo seré tu camello las veinticuatro horas
del día.
Liam rompía mis escusas y las negaciones,
las ideas y las barreras se terminaban, casi no encontraba nada más para
negarme completamente.
Perdía mi lucha sin remedio.
–No sabes si te gustará…
Liam, de nuevo, se abatió sobre mí, con su
respiración y su presencia que hacía que me saltaran las alarmas y el corazón.
Toda palabra dicha se me quedó cortada por la falta del aire que tanto
necesitaba.
–Gaela –dijo con la voz ansiosa–, lo poco que
he probado de ti, ha sido ácido puro, corrosivo y adictivo. Eres el LSD
que me quiero inyectar directamente en las venas para pasarme todo el día
alucinando y lleno de ti.
Me estremecí.
Todo resplandecía como un destello color
rosa y las palabras salían de mi boca pero no de mi cerebro.
–No –negué sin aliento y con el mismo nivel
de ansiedad.
–Deja de negarte –bramó–. Me estás matando
con cada “no” que sueltan tus labios.
Los
brazos de Liam se arrastraron por la chapa al tiempo que se acercaban a mi
cuerpo, al llegar a la zona de las caderas se despegaron del metal y se
apoyaron de nuevo en mi cuerpo. Temblé ligeramente y después me tensé. Todavía
mantenía su frente apoyada en la mía, así que lo sintió todo ya que su cuerpo
también tembló y en uno de sus impulsos acercó sus caderas a las mías.
Ya no tenía escapatoria.
–Para –dije sin aliento, sin embargo no hice
nada para quitarme a esa bestia de encima.
–Me has seducido, has perturbado mis días y
consumes mis noches. No dejo de pensar en ti.
–Liam –gruñí.
En un impulso y con la fuerza de sus manos,
Liam me despegó de la chapa y encajó nuestras caderas. Sus piernas quedaron en
el centro de las mías abiertas y mi estómago chocó contra la hebilla de su
cinturón. Contuve el aliento y apoyé mis manos en su pecho. Estaba ardiendo
casi tanto como yo.
–Te quiero tener, Gaela.
–No es una buena idea.
–Y aun así, me muero por tenerte.
–Y aun así, sigue siendo mala idea.
–En ese caso…
Liam se interrumpió y fijando sus ojos en
los míos, se lamió los labios con descaro. Me derretí y sentí como mi corazón
pasó de cero a una velocidad loca.
– ¿Qué? –animé.
–Aléjame de ti –murmuró sin respiración,
ronco y lleno de deseo.
Todo perdía fuerzas, nada me respondía,
ahora era yo a la que no le circulaba la sangre correctamente hasta el cerebro.
Perdición, así se llamaba mi película.
– ¿Por qué?
Liam se aproximó un poco más sin dejar de
rozar mi frente. Noté como caía su aliento en mis labios.
–Porque voy a besarte. Y si consientes que
suceda… Será una respuesta.
Nuestras narices chocaron y el frenesí me
llegó como si hubiera explotado una bomba atómica cerca de nosotros, es más,
juraría que esa bomba atómica era yo.
– ¿Y eso es malo? –pregunté afónica.
–Para ti sí, porque una vez comience todo, ya
nada me frenará.
Lo dudaba, y aunque mi cabeza me decía todo
lo contrario, la primicia de poder besar sus labios por primera vez, de
calificar ese beso en mi corta lista…
De pronto, recordé a Ivan y sus duras
palabras. Y todos mis remordimientos, mis principios y mis pensamientos
contradictorios se fueron a la mierda.
Tirarme al primero que se me cruzara…
–Déjame que te ayude a ser bueno –ronroneé de
repente, con voz seductora.
– ¿Cómo? –esa no parecía su voz, estaba
completamente distorsionada por la locura a la que ambos estábamos sometidos.
Sonreí, enredé mis dedos en su camiseta y
con poca fuerza lo atraje hacia mí. Liam ya estaba preparado y no opuso ni
pizca de resistencia cuando mis labios chocaron con los suyos, tan sólo soltó
un gruñido al fusionarse con mi boca.
Eran como si nuestros labios se hubieran
encontrado antes que nuestros cuerpos: el primer beso -el primero de muchos,
tal vez el único, o tal vez un sueño. No lo podía deducir con claridad, pero no
me importaba- ese beso era caliente y brutal.
Como él.
Sus labios sabían a wiski y a cereza, una mezcla
deliciosa. Liam abrió los labios y metí la lengua en su boca con decisión.
Ahogué un grito al notar la decisión en él y me tragué el suyo, mucho más
animal, con placer.
Dios, como besaba, eso era ilegal, no podía
existir en este mundo un hombre que besara de esa forma. Me encendí como un
cartel de neón en las Vegas.
Nuestras lenguas se movían en una danza
salvaje y ansiosa por poseer y ser el amo del otro. Me estaba besando más
fuerte y mejor de lo que nunca me hayan besado y lo sentía; punzadas de
excitación hormigueante inundarme como olas de gran altura.
Mi cuerpo se llenó de energía, de
adrenalina y de algo inimaginable, un arrebatador calor que me inflamó hasta la
medula, desde los pies hasta cada punta de mi cabello, irremediablemente sentí
como con ese simple roce, se me mojaban las bragas.
Liam me acarició el interior de la carne,
deslizando sus dedos por las caderas, por mi cintura, mi espalda para bajar de
nuevo hasta llegar a mi trasero y ahuecarlo con ataques violentos para
restregarme la dureza que se aplastaba contra sus pantalones.
Una dureza que acepté abriéndome un poco de
piernas, ofreciéndole sin barreras aquello que él me pedía y que yo deseaba con
todas mis fuerzas.
Me apreté contra su pecho, hundiendo los dedos
en sus hombros hasta que casi había jurado que estaba dejando mi marca a través
de las capas de tela que lo abrigaban. Y no era suficiente.
Gruñí impotente porque quería más, deseaba
arrancar su carne, lamer su piel y meter mis narices en su carne.
Él inclinó la cabeza para comenzar a
besarme por el cuello, me quejé pero nada más sentí esos labios, me mordí los
míos para no gritar como una loca. Temblé cuando la punta de la lengua pasó por
la piel de mi garganta hacia arriba.
–Gaela –murmuró, acariciándome con su
aliento.
El susurro fue como una llama que pareció
envolverme de arriba abajo.
–Dios, no te pares… estoy viendo fuegos
artificiales.
Liam rio suavemente.
Le ofrecí mi boca, mis labios y mi
necesidad, todo, porque de repente, lo necesitaba todo y él cayó de nuevo como
un demonio poseído por el deseo oscuro que habíamos creado. El beso se tornó
una locura animal, algo duro, salvaje y lleno de necesidades ansiosas, pero en
el mejor momento él se retiró con la respiración acelerada y la vista turbada.
–No –gruñí quejándome por su abandono.
Estaba tan cera, podía oler con gran
intensidad, como si sufriera un don de mis sentidos alterados, su gel de ducha,
las delicadas notas de colonia, su aroma esencial puro Liam y el dulce olor a
sudor a verano.
–Otra vez –le pedí sedienta de él.
–Aquí no –murmuró ronco.
Me negué e insistente lo atraje de nuevo,
deseando volver a sentir el cálido roce de su boca animal sobre la mía. Él se
negó, pero con dulzura me sonrió y retiró mis brazos de su cuello pero no soltó
mis manos.
–No hay nadie…
–Aquí
no –ordenó mordaz.
Cobarde.
No sé si lo dije en voz alta o tan sólo
sonó en mi cabeza, pero los rasgos de su rostro se endurecieron, igualmente me
dio igual.
Liam me sujetó con más fuerza y evitó mi
cercanía con rudeza.
–Gaela –insistió con la voz ronca–. Estoy tan
o más perturbado que tú, pero no quiero que tú primera vez sea de pie contra
una pared, y menos así, en plena calle, así que, se buena y estate quieta.
Dejé mis brazos sin fuerza y él, me soltó.
Después, se lamió los labios y miró a su derecha con atención, fijando su vista
en un punto o en nada. Su rostro no mostraba nada y sólo Dios sabía que era lo
que se le estaba pasando por la cabeza. Luego, se giró, con el rostro
completamente transformado en un hombre decisivo, controlador y amo supremo de
todo.
–Ven conmigo –ordenó a la vez que levantaba
una mano en mi dirección.
De pronto el tiempo se detuvo a mí
alrededor.
Miré esa mano y luego a él. Si aceptaba esa
oferta sabía lo que sucedería…
…Hazlo…
Tenía la oportunidad de decidir, y tomar la
decisión más adecuada…
…Hazlo…
Dejar atrás mis convicciones y la parte de
niña para convertirme en mujer. Si me iba con él debía tener las cosas claras
de que no había una oportunidad de negarse…
…Hazlo…
Sí me iba con él, debía llegar hasta el
final y saber que mañana no habría tiempo de arrepentimientos…
…Venga, hazlo…
Que a lo hecho pecho y que…
Acepté esa mano.
Después de todo, pensar nunca había sido lo
mío.
Siempre había tenido la cabeza muy dura y
el corazón muy blando, tanto como, para haberme enamorado de un cabrón sin
escrúpulos con el que me iba a casar. Hacía lo que quería y decía lo que me
daba la gana y, normalmente, acababa lamentándolo. Pero ahora, todo eso me
importaba una mierda.
Tenía la certeza de que Liam y su cuerpo
esculpido en oro, me haría olvidar los remordimientos del día siguiente. Y si
no era así, disfrutaría de la noche con gran placer, como si se acabara el
mundo.
Capítulo 22
Regresamos de nuevo al centro de la
fiesta, remontando un camino por un lateral, su mano tiraba de mi cuerpo
mientras el suyo propio retiraba a la gente para que nos dejara pasar.
Liam parecía tener más prisa que nunca, a
más de una de las personas que esperaban tranquilamente, haciendo cola en una
de las casetas de comida, le había soltado un gruñido para retirarlos de su
camino. A él, le dio igual, a mí, me tocaba ir pidiendo perdón a esos rostros
incrédulos que no habían abierto la boca tras ver el aspecto salvaje del hombre
que tiraba de mi brazo.
Nos acercábamos a la zona donde sabía que
estarían mis amigos y me solté a la vez que frené en seco mi paseo.
Liam se giró y me miró con ceño.
– ¿Por qué te detienes? –preguntó con un leve
tono de rudeza.
–Mis amigos…
– ¿No quieres que te vean conmigo? –asentí y
su mandíbula se tensó–. Deduzco que le has contado todo y, no les caigo
precisamente bien–. Asentí de nuevo y Liam estiró el brazo para atraparme–. No
te preocupes, estoy acostumbrado a que la gente no me tenga mucho cariño, no me
moriré por mucho que me digan…
Me negué retrocediendo.
– ¡No puede verme contigo! –grité nerviosa.
Liam se me quedó mirando con una ceja
alzada junto con dos chicas más, que después de darle un buen repaso por
detrás, se espantaron por mi repentino grito.
– ¿Quién?
Me negaba a responder. Decirle que una
amiga mía estaba loca por él era asumir que tenía locas a todas las mujeres con
las que se cruzaba, y la idea de que me dedicara una sonrisa desdeñosa, me
ponía enferma.
Miré hacia un lado, evitando la pregunta y
buscando otro lugar de fuga, aun así sentí su cuerpo cuando se me aproximó.
– ¿Te molestaría que te viera el piloto
conmigo? –preguntó levemente.
Me giré al escuchar esa nota rabiosa en su
voz y tuve que alzar la cabeza. Otra vez estaba su pose intimidante; espalda
curvada y los hombros ensanchando más su torso. Continué subiendo, dejando
atrás esos músculos que de pronto se me antojó arañar y terminé cruzándome con
una mandíbula tensa y una mirada amenazante.
–No –respondí secamente.
–Entonces, ¿quién? –insistió y de pronto, los
ojos se le abrieron como platos–. ¿Tu encantador prometido está aquí?
Di un
respingo al escuchar el tono socarrón mezclado con el sarcasmo.
– ¿Tendrías algún problema si así fuera?
Mi reacción fue un poco violenta. El cuerpo
de Liam se relajó al ver como el mío se tensaba, luego, se puso recto y me
acarició la mejilla.
–No, únicamente le mostraría lo que se
pierde.
Mi relación con Ivan parecía el titular del
mes. Por lo visto todo el mundo parecía saber que a mi futuro marido no le
interesaba ni una mierda.
– ¿Y qué sabrás tú de eso? –pregunté molesta.
–Porque si a ese idiota le interesaras lo más
mínimo, estaría aquí partiéndome la cara.
De todo lo que había dicho ese comentario
me pareció el más gracioso. Ivan era un hombre grande, con la corpulencia tan
definida como Liam, pero no me lo imaginaba en una pelea cuerpo a cuerpo por
mí.
–Ivan es anti-violencia.
–En ese caso, –Liam sonrió de lado, con
chulería–, él estaría en el suelo.
Sonreí, no por la seguridad en su voz, sino
por imaginarme la escena.
–Morena, –Liam rodeó mi cintura y de nuevo,
me encontré pegada a su cuerpo, sin respiración y con el corazón a mil–, eres
inteligente, tentadora, guapa y con un perfecto cuerpo echo a mi medida, y él,
ese Ivan, es un idiota que no sabe lo que tiene.
–No me conoces –murmuré sin aliento.
–Ni tú a mí, y eso es lo que hace que todo
sea más fácil. –Hubo un silencio entre los dos pero no fue incómodo ya que
nuestras mentes estaban más ocupadas en mirarnos eternamente que en mencionar
una palabra. Liam fue el primero en romper esa magia y fue por culpa de lamerme
los labios, ya que noté como presionaba su abrigo en mi cintura y aguantaba la
respiración–. ¿Podemos irnos ya? ¿O vas hacer que te suplique?
Miré la tensión de su mandíbula, su cuello
y esos hombros que se flexionaban para franquear sus brazos. La tentación de
arrastrarlo yo misma fue atroz, pero, no obstante…continué tentándolo.
–No te veo como un hombre que suplica.
–En este momento, –bajó un poco su mano, casi
rozando el principio de mi trasero y sentí como su escalofrío se repartía por
mi cuerpo–, aunque no lo creas, soy capaz de hacer cualquier cosa para que me
sigas.
Sonreí por la satisfacción de saber que yo
también podía afectarlo.
–Esa sonrisa me ha convencido.
–Eres muy fácil de convencer, chico duro
–aunque era una burla, la falta de aire modificó mi voz a una provocación
susurrada.
–Cuando tengo a una mujer tan deliciosa como
tú, dulcemeum, no tienes que hacer
mucho para arrastrarme a donde quieras.
Me liberó retirando los brazos de mi
cintura, pero entrelazó mis dedos con los suyos morenos. Sentí la bestia rugir,
una loba interna llamándome desde mi interior, clamando algo más profundo que
el deseo, algo lleno de aromas cálidos, gritos y placer, algo llamado sexo,
mucho sexo.
–Y ahora continuemos antes de que me
arrepienta y deje a un lado las sutilezas.
Me apretó la mano y tiró de mí.
Nos metimos por una de las calles
perpendiculares para salir a la zona trasera y continuar por una paralela a la
que se celebraba el festival. Me guio recto hasta llegar a la zona que habían
preparado para los vehículos, un claro de; arenilla y piedras, completamente
despejado pero tan lleno de gente como la misma calle que dejamos atrás.
La zona de los coches estaba organizada por
un hombre con chaleco reflectante, que indicaba aquellos que acababan de llegar
un lugar vacío donde aparcar. Pasamos de largo atravesando la mitad del parquin
cuando un grito cesó nuestro paso.
– ¡Marlowe!
Liam se frenó en seco y choqué contra su
espalda. Sin soltarme se dio la vuelta y la tensión se aflojó de su cuerpo al
ver quien lo había llamado.
Me giré en esa misma dirección. Un hombre
casi tan enorme como Liam se nos acercaba corriendo, no pude diferenciar su
aspecto hasta que no lo tuve delante, y en el momento que se frenó su
corpulencia me causó el mismo efecto que me había causado Liam cuando lo había
visto la primera vez: intimidación.
De piel morena, ojos claros y rasgos duros,
reflejaba un aura tan destructiva y salvaje como el mismo Liam.
–Me dejas tirado con Sarella y te largas con…
Se silenció y me miró. Primero la cara,
después el cuerpo, sacando sus propias conclusiones como si fuera un lote en
una casa de subastas y finalmente la mirada. Me estudió con detenimiento, tanto
que noté como los dedos de Liam se estrujaban con la míos, pero, después de
unos segundos sus labios se ampliaron en una sonrisa y el efecto anterior
despareció.
Ese hombre sonriendo efectuaba una
transformación impresionante, pasaba de ser oscuro a ser un maldito ángel.
– ¿Tú debes de ser la mujer que me jodio la
noche? –preguntó alegremente.
Abrí tanto la boca como los ojos. Eso no me
lo esperaba.
– ¿Perdón? –pregunté incrédula.
–Tyler…
–Es broma, –sonrió y continuó, pasando
olímpicamente de la queja de Liam–, soy Tyler, y por ti, yo también hubiera
decidido acortar la noche para volver a casa a masturbarme…
– ¡Tyler! –bramó Liam a mi lado.
– ¿El qué? –repetí, mucho más incrédula.
El desconocido levantó una ceja y me dedicó
una sonrisa de lo más seductora.
–Disculpa, pero… todo el carisma que le falta
a este, –señaló a Liam con la cabeza–, lo tengo yo, y por ello, sufro lo que se
suele decir: exceso de alegría. Y todo porque, el cabrón de mi primo es un
amargado que se pasa todo el día de mala hostia y mi único alivio para soportar
su asqueroso temperamento es enfocar mi vida en las bromas y en las mujeres, y
las dos cosas juntas…forman a un hombre divertido que puede ligar con ellas sin
espantarlas como aquí, nuestro amigo, se encargó durante toda la noche de ayer
–dijo alegremente, con demasiadas explicaciones, dejándome mucho más
anonadada–. Mi comportamiento contigo ha sido una demostración para ligar, ya
sabes– explicó sin cortarse ni un pelo–. ¿Me ha funcionado? ¿Crees que… si no
te salen bien las cosas con Marlowe, puedes probar conmigo?
La pregunta la terminó con un guiño y yo,
retrocediendo, pero no porque quisiera, Liam, presionando mi mano con fuerza me
había obligado hacerlo. No me quejé porque el primo tenía toda mi atención.
Este tío estaba muy mal de la cabeza…
Mira por donde, en eso también se parecía a
Liam.
–P-pues…–Literalmente, me quedé sin palabras.
–Tranquila, no tienes por qué contestar
ahora, te doy mi teléfono y me llamas cuando te dé la gana. Estoy disponible
las veinticuatro horas del día…
– ¿Quieres que te parta la cara, Tyler?
–amenazó Liam con su típica voz grave.
El susodicho ligón, me retiró la mirada
para fijarla en su primo y esa sonrisa se amplió mucho más.
–Entendido, la quieres toda para ti…
–No puedes cerrar el pico –sentenció Liam, en
un tono que me provocó un estremecimiento.
Sin embargo a Tyler, no pudo ni borrarle la
sonrisa de los labios, algo que me dio a entender lo mucho que se conocían ya
que, otro en su posición, dejaría a un lado las bromas y se tomaría más en serio
la vena del cuello que trotaba bajo la piel del demonio que tenía al lado.
–Pues no, parece mentira que no me conozcas.
Callarme es un delito, y menos delante de esta preciosa chica.
Tyler le guiñó un ojo a él también y algo
en ese gesto tranquilizó a Liam, ya que, la mano que ejercía una gran presión
sobre la mía, se aflojó y de nuevo, me dejó adelantarme hasta colocarme a su
lado pero un poco más pegada a él.
–Él es mi primo Tyler –señaló después, como
si eso fuera una desgracia–. El payaso de la familia.
Miré a ambos y me quedé alucinada de lo
mucho que se parecían, no en apariencia, sino en corpulencia, e incluso hacían
juego: dos hombres de aproximadamente la misma edad, altura y peso, y con el
mismo aire de peligro que resplandecía como un aura negra.
–Y ella es Gaela –indicó.
Traté de deshacerme de la mano de Liam para
saludar a su primo, pero como este estaba dispuesto a no soltarme, levanté la
otra, pero para mi sorpresa, me encontré cogida por los hombros y besuqueada,
con un largo beso en la mejilla. Rápidamente, Liam me empujó provocando que
Tyler me soltara y el segundo beso no se llevó a cabo.
– ¿Eso era necesario? –preguntó, mi jinete,
algo crispado.
–Sí, lo era –contestó y de nuevo me devolvió
la atención a mí–. Soy el bromista, el primo y el compañero de trabajo de Don gruñón –añadió Tyler, con una
sonrisa de oreja a oreja.
Ese nuevo dato fue el causante de mi
necesidad de saber mucho más de Liam, aunque una parte de mí, me gritaba a los
cuatro vientos que cuanto menos supiera de un hombre, mejor. No obstante, fue
demasiado tarde, antes de que me diera cuenta, la pregunta salió de mi boca.
– ¿A qué os dedicáis?
Ambos se giraron, cuatro ojos me miraron
fijamente, y después se miraron entre ellos. Me dio vértigo, por un momento
pensé que se podían comunicar a través de la mente.
Finalmente, Liam fue el que me devolvió la
mirada.
–Somos agentes inmobiliarios.
La seguridad en su voz a la hora de
pronunciarlo parecía más una cuestión de haberse aprendido un guion de memoria
que una respuesta sincera.
– ¿En serio?
–Sí –respondió con mucha más seguridad.
Una parte de mí se desilusionó. No es que
prefiriera que fuese un asesino profesional o un cazador del ejército o hasta
un bombero, pero no me lo imaginaba la clase de hombre, ya fuese por su
corpulencia o sus rasgos, que se dedica amablemente a mostrar un futuro hogar
con dulzura y elegancia… Liam no tenía nada de eso, seguramente iría soltando
uno de sus gruñidos o una de sus miradas amenazantes, de esas que: cágate de
miedo y cómprame la casa YA.
Sus amenazas sería su eslogan a la hora de
la venta.
–Es extraño –murmuré incrédula.
Liam arqueó una ceja.
– ¿Por qué?
–Porque no te veo como un amable vendedor de
casas.
–Bueno –interrumpió Tyler–, nuestros lotes
son un estilo de alta gama –explicó con cada una de las palabras marcadas para
que comprendiera a que se refería (que vendían a ricachones) –, pero ahora me
has picado la curiosidad. ¿Cómo le ves?
Liam esperó pacientemente. Me mordí el
labio pensando en que decir para no ofenderle, pero después de todo, me dio
igual.
–Diría que te pareces más a un hombre de
acción, que necesita la adrenalina como el sol las plantas. Te veo más como un
boxeador por las magulladuras que llevas tanto en los nudillos como en la cara…
–Porque no le has visto el cuerpo –murmuró
Tyler levemente, mientras yo continuaba con mi explicación.
–Te veo como un loco suicida que en un momento
se tira en paracaídas y en el otro se mete en una pelea con diez tíos solo para
ti…
–O cien, según como le pille y en cualquier
de ambos casos, sin llevar una custodia a su espalda –añadió, de nuevo Tyler
sin cortarme.
Era el fondo de una banda sonora, yo
cantaba y él hacia los coros.
En ese simple momento, estaba tan fija en
Liam que nada ni nadie me podía detener, y todo porque él, estaba muy atento a
mí, mientras yo, le daba mi sincera opinión.
–Te veo como un obrero que le encanta subirse
a las alturas, colgado de un simple arnés para arreglar una fachada de un
edificio de cuarenta pisos de altura –me interrumpí y sonreí. En la mirada de
Liam leí algo parecido a la fascinación y esa fascinación me fue contagiosa ya
que, por un momento lo vi, en mi mente haciendo todo lo que le decía como si
fuera un súper héroe, y lo que realmente era… Lo dije en voz alta sin darme
cuenta–: Te veo como una especie de asesino a sueldo. No cómo; un trabajador
decente que vende casas.
–Pues soy un trabajador, muy decente, que
liquida sus contratos con perfecta profesionalidad.
Hubo un silencio, algo lleno de
electricidad mientras sus ojos, esas dos cuencas azules me observaban con
detenimiento, y como siempre, caí en su red de quedarme atenta a él, a su poder
y a su energía. Era como sumirme a su voluntad, como si él, con esa simple
mirada me controlara a su antojo, pero esa dominación, por suerte, se vio
interrumpida por unas palmadas que dio Tyler y me sacaron de un latigazo de ese
trance.
–Es buena, me gusta esta chica –halagó
Tyler–. Ha descrito al capullo que hay en ti y eso que todavía no te conoce.
Liam me retiró la mirada y muy lentamente
la desvió hacia su primo.
–Jodete, Tyler –bromeó, sin sentirse
ofendido.
No sabía muy bien como interpretar cada
palabra que esos dos se decían, pero me encantaba ver a Liam tan natural, un
hombre completamente diferente, así que, me llené con esa deliciosa imagen y
dejé a un lado todos mis pensamientos. Al fin y al cabo mi cabeza ahora mismo era
un cubo de rugby, y como de niña había comprobado, nunca se me había dado muy
bien ese juguete.
Tyler, orgulloso de mi desconcierto, me
dedicó una sonrisa y se la devolví, sus ojos se abrieron como platos. Luego
miró de nuevo a Liam y silbó, admirado.
–Tus secretos se descubren, ahora comprendo
la expresión de Louis, cuando la conoció.
Tras pronunciar ese nombre, Liam se tensó y
su mandíbula se presionó con fuerza. Sentí una increíble curiosidad por el tema
de su conversación, pero entonces, Tyler dijo algo que me llamó mucho más la
atención.
–…estoy de acuerdo contigo, aunque tu
comportamiento con el piloto fue algo exagerado…
A Tyler no le calló mi forma dudosa de
mirarlo, fue la amenaza fría y destructora que salía de los ojos de Liam, hasta
me hizo sentir un mosquito que se había equivocado de sangre a la que hincar el
pincho.
Igualmente, aun, bajo amenaza de muerte, me
atreví a preguntar:
– ¿Qué piloto?
La pregunta me parecía tonta hasta para mí.
Sabía bien a que se refería, es más, tanto Logan como Adriana me habían dado
una pista, lo único es que no había procesado las pruebas todavía.
Liam se giró y me miró con esos ojos
oscuros, dispuesto a no decirme nada.
–No lo conoces.
Solté un bufido denso y fui directamente al
grano.
– ¿Qué le dijiste a Logan?
Liam imitó el mismo gesto que yo.
–Le hice la misma pregunta que te hice a ti
ayer, solo que él, me dio otra contestación muy diferente.
Lo de la pregunta a la que se refería era a
la maldita insistencia en si tenía algo con Logan. Yo le había contestado la
verdad todas las veces que me la había formulado… ¿Qué mierda le había dicho
Logan?
–Qué respuesta –insistí.
–Pregúntaselo a él, por mi parte, y espero no
arrepentirme, confiaré en tu palabra.
Los pelillos de la nuca se me plantaron
como si alguien me hubiese dado un tirón.
–Pues no lo hagas –dije entre dientes.
–Si no lo hago…–Liam se interrumpió. Tyler
nos miraba atento a esa conversación. Dio unos pasos hacia atrás, retirándonos
de él y habló más bajo–, hoy te pierdo.
Abrí los ojos anonadada.
–Liam, no me has ganado, no soy la apuesta de
una partida de cartas…
Se abalanzó sobre mí y rodeó mi cintura con
uno de sus fuertes brazos, apretándome contra su cuerpo. Al instante noté la dureza
que aún lo consumía desde el beso.
Sintiéndome muy poco orgullosa de mi misma,
al contrario de él, yo me había relajado con la interrupción de Tyler, pero
ahora, al sentir su presión, el calor que emanaba y la deliciosa sensación de
tenerlo sobre mí, me inflamó de inmediato.
Liam soltó un gruñido y se dobló un poco
sobre mí, cerniendo sus labios muy cerca de los míos.
–Llevo unas semanas de mierda, y lo único
bueno con lo que me he chocado ha sido contigo, así que, para mí, sí que eres
una ganancia.
No fue romántico, para nada, como había
mencionado antes, Liam gruñía, no hablaba y su tono, normalmente era algo
similar al desquicio cuando delataba algún sentimiento extra que no fuese la
rabia o la expresión de su ego, sin embargo, y desgraciadamente, me encantó
escuchar algo así, mi corazón dio un brinco y las mariposas de nuevo, batieron
sus alas en mi estómago. Igualmente decidí que él debía tener una cosa clara
antes de darme la vuelta y seguirlo allá donde deseaba llevarme.
–Quiero que dejes de intimidar a Logan y a
Ete y a…todos mis amigos.
Él permaneció erguido, con la misma postura
y tan tenso como un tambor. Le sonreí con malicia, provocando su reacción y mi
autoridad de no dejarme dominar ante él, Liam finalmente asintió.
–Vámonos –dictó y se dio la vuelta, tomándome
de la mano para continuar con nuestro camino.
– ¿Vais algún lugar? –preguntó Tyler,
frenándonos y mirando la unión de nuestras manos.
Liam soltó un bufido de exasperación y se
dio la vuelta.
–Sí –contestó simplemente.
Tyler frunció el ceño.
– ¿Y qué coño hago con Sarella?
Liam se encogió de hombros, sin embargo, a
mí, ese nombre se me quedó clavado en la memoria.
–Tú verás.
–Esa tía está loca, no quiero ser su niñera.
–Pensaba que te gustaba.
–Te la cambio, yo me quedo con tu morena y te
paso a la rubia.
–Lárgate, Tyler.
El aludido resopló y negó con la cabeza,
después fijó su mirada en mí.
–Gaela, ten cuidado con él. Mi primo, –Tyler,
le dedicó una amplia sonrisa cínica a Liam–, no es un buen partido…
–No tientes a tu suerte, Tyler, estoy de buen
humor –interrumpió con voz profunda y de lo más oscura–. No lo provoques–. El
fastidio de Liam se tornó ira.
–Tienes razón, y tampoco me importa mucho, si
después voy a ser yo quien termine cuidando de ella, será un placer.
El descarado primo me guiñó un ojo y Liam,
en un acto posesivo y extraño, me colocó a su espalda e irguió su cuerpo cuan
alto era mientras, se dirigía a Tyler.
–No sueñes con ello –advirtió con un tono
diferente al que habían mantenido. Después se dio la vuelta y tiró de nuevo de
mí, dejando a su primo con la boca abierta y sin palabras.
Seguí al enfurruñado hombre y evité
mencionar algo de lo sucedido, más que nada porque, había demostrado un extraño
sentimiento de celos -o eso me pareció a mí- y esa sensación que estaba
descubriendo, se sentaba en mi cabeza con un precioso pensamiento de sentirme
un poco más dominante hacia su persona.
Y eso era realmente bueno.
Recorrimos toda la enorme explanada para
terminar llegando al principio de la entrada a la fiesta que ya llegaba a todo
su glamour. Me perturbé por el gran camino, en cerco que habíamos hecho,
prácticamente rodeamos la zona para terminar casi al principio de donde nos
dirigíamos y todo porque antes prefería no pasar por delante de mis amigos.
Deseé agradecerle el detalle, pero con este
hombre y sus cambios de humor era completamente necesario mantenerse en
silencio.
Liam me soltó de la mano para sacar las
llaves del bolsillo, después se detuvo y esperándome su Aston Martin u otro coche similar, me quedé con la boca abierta al
ver donde apoyó su culo.
No entendía de motos, nada, pero esta era
algo similar a un Harley modernizada
y resplandeciente, eso sí, la ruedas tenían su batalla y la imagen de Liam
encima de la moto… Fue terrible.
El jinete
del Apocalipsis se había ganado su nombre.
– ¿Subes?
Completamente alucinada y con las manos
temblando por desear tirarme al cuello de ese motero, avancé de lo más lenta.
– ¿Gaela? ¿Qué te pasa?
–Naaaa… –Balbuceé sin poder salir de mi
estupor.
Liam había conseguido no impresionarme una
o dos o tres veces, lo hacía continuamente. Él era como un enigma con patas y
cada día se me antojaba más misterioso y mucho más peligroso, pero como era
masoca a más no poder, ese laberinto cargado de suspense no hacía que dejarme
más fascinada y mucho más interesada en él.
–Neeee… –volví a balbucear, dando pena.
– ¿Eh? –mencionó confundido.
Me aclaré la garganta porque parecía la
típica persona que ve el mar por primera vez. Retiré mi mirada de esos muslos
doblados a su torso, definí el contorno de su brazo estirado tomando uno de los
manguitos hasta terminar en su rostro. Liam fruncía el ceño y me miraba
preocupado.
– ¿Gaela? ¿Te dan miedo las motos?
–No. –Me
das miedo tú encima de la moto.
– ¿Entonces?
–No me la esperaba –conseguí decir.
–Bueno, el día está cargado de sorpresas. Yo
tampoco me esperaba que te vinieras conmigo.
Sonreí con picardía.
–Yo tampoco.
Liam me devolvió la sonrisa, la diferencia
es que, a mi él, me produjo un escalofrío.
–Venga, morena, monta tu culo detrás de mí.
–Le dio unos golpecitos al sillón con la mano y sonrió de lado. Presumido–. Estoy deseando sentir tu
cuerpo detrás de mí.
Y yo el tuyo delante de mí.
Levanté mi pierna para subir a horcajadas
encima de esa bestia de dos ruedas.
–Cógete a mí –ordenó con una voz muy
suculenta, y obedecí.
Rodeé con mis brazos su cintura y no me
corté ni un pelo a la hora de cogerme bien a su cuerpo. Liam pasó su mano por
encima de una de las mías, acariciando mi carme y después la apoyó en el otro
manguito.
La moto salió tranquilamente pero una vez se
unió a la carretera, ese hombre me puso los pelos de punto.
No me equivocaba con él, le gustaba la
adrenalina, pero al notar como presionaba mi agarre, soltó un poco el manguito
y disminuyó su marcha.
– ¿Quieres comer? –Preguntó ladeando un poco su
cara–. Puedo parar en un área de servicio y…
–No tengo hambre, pero si tú…
–Yo no tengo hambre de comida, precisamente
–ronroneó de una forma picara y maliciosa. El escalofrío me empujó contra él–,
pero como te he dejado sin comer dos veces ya… No sería muy correcto dejarte
una tercera.
–No te preocupes, ambas veces me dieron de
comer –dije en broma apoyando mi barbilla en su hombro. Presioné mis brazos al
contorno de esa carne dura sin darme cuenta.
– ¿Quién? –preguntó ronco y continuando con
su nivel dulce de voz.
–Adriana me dio de cenar e Ivan de comer…
Me silencié en el mismo momento que, tras
decir el nombre de mi prometido, Liam se tensó.
–Eso ya no volverá a suceder –pronunció con
voz grave dando por terminada la conversación.
Miré el paisaje, un desierto lleno tanto de
polvo como esqueletos de árboles, después de unos pocos kilómetros más,
apareció la vegetación y los bosques fueron inundados de plantas, copas
frondosas y flores de colores. El viaje duró más de media hora y no tenía muy
claro a donde me llevaba, hasta que por fin se detuvo en un Motel de carretera
nada elegante pero si muy íntimo y bastante difícil de localizar.
Bajó de la moto y me ayudó a bajar a mí.
–Espera aquí, voy a ver si tienen
habitaciones libres.
Liam se dirigió a la caseta central donde
colgaba el segundo cartel de neón del recinto, que en ese momento estaba
apagado. Me entretuve mirado la zona de las habitaciones. Una línea recta de
casetas de madera con techos de chapa pintados de azul oscuro alineaba en un
rectángulo toda esa zona rodeada de vegetación.
Muy original.
Por un momento se me revolvió el estómago
al pensar en ese lugar como un picadero para hombres casados, pero después de
girarme a mi espalda y ver el enorme cuerpo de Liam entablando conversación con
el gerente, ese repentino y asqueroso pensamiento se me fue de la cabeza.
No hacía nada malo, lo deseaba, deseaba
hacerlo y más con él, y sobre todo, después de todo lo sucedido con Ivan.
Cerré los ojos y suspiré, centrando mi
mente para dejarla completamente en blanco. Todo lo que sucediera aquí, se
quedaría aquí…
Me sobresalté cuando mi móvil comenzó a
sonar. Hurgué en mi bolso y lo encontré enseguida, pero al ver en la pantalla
quien era, todo a mí alrededor comenzó a darme vueltas y eso de respirar se
convirtió en misión imposible.
Inmediatamente le colgué a Ivan.
La llamada se hizo de nuevo y otra vez, mi
primer y único impulso fue colgar, esta y la siguiente y las dos que vinieron a
continuación.
Colgué las seis llamadas insistentes de
Ivan con una reacción violenta.
Finalmente apagué el móvil y lo guardé en
el bolso, pero cuando levanté la cabeza me choqué con la mirada azul de Liam,
miró mi bolso y luego a mí.
– ¿Todo bien? –Su voz sonó profunda y parecía
arrastrar la fuerza de la arena y el viento.
–Sí –contesté sin temblar y sin vacilar.
Por algún motivo muy extraño, la visión de
Liam, intimidatoria, no había hecho saltar ninguna de mis alarmas, me pregunté
cómo era eso posible, pero después de pasar un fin de semana de locos,
racionalicé la idea de que ya estaba cansada de todo y simplemente quera
disfrutar del presente con él, sin nada ni nadie que estropeara el momento.
– ¿Quién era?
Los ojos de Liam se habían convertido en el
azul del hielo. Osadamente le devolví la mirada, intrigada por los matices más
allá de sus profundidades.
–Mi madre. Está convencida de que tengo mala
memoria e insiste en recordarme mi agenda de asuntos… personales.
Liam estudió mi respuesta a través de mis
ojos y desgraciadamente, no es que se creyera mi mentira, cosa que dejaba claro
que no, pero mi poca información delataba completamente.
–La boda, supongo –mencionó como si nada. No
pretendía asustarme, carecía de su aura destructora que siempre me había
arrollado, pero el que se preocupara o simulara que lo hacía, me daba muy mala
espina.
–Sí. El miércoles tengo una cita para elegir
el pastel.
Por fin, una sonrisa saltó a sus labios y
medio girándose hacia las habitaciones, soltó una carcajada.
–Por Dios, ¿eso también se elige? –preguntó
incrédulo y no pude evitar sonreír.
–Todo se elige, las bodas es un follón que
preparas en diez meses o un año y que luego, únicamente disfrutas diez horas.
Liam se relajó pero mantuvo la sonrisa en
sus labios.
–Creo que por eso nunca me casaré.
Sentí un pequeño tirón en el pecho tras
escucharle decir eso, pero lo retiré de inmediato porque me daba igual lo que
pensara de ese tema.
–Tampoco resistirías estar atado a la misma
mujer –dije con brusquedad, arrepintiéndome inmediatamente de haber abierto la
boca.
Liam se tensó visiblemente y por un
instante una nube de confusión cruzó su rostro.
– ¿Te ha molestado mi comentario?
–No –contesté con demasiada rapidez. La ceja
de Liam se alzó y añadí con la misma rapidez–: Cada uno es libre de hacer lo
que le dé la gana y de soportar a la mujer que quiere tener. Si tú no puedes
estar más de una semana con la misma, no te juzgo, es tu vida.
Contuve la respiración cuando me tomó de la
mano con una gran gentileza que contrastaba con su aspecto. Levantó mis dedos
llevándolos cerca de sus labios. Sus ojos oscuros estaban fijos en los míos. Se
me aceleró el pulso pero parecía que mi corazón estuviese en otro sitio. Inhaló
el aire como si oliese mi sangre hirviendo bajo mi piel y contuve un escalofrío
apretando la mandíbula.
–Depende de que mujer –susurró y todo mi
cabello se erizó–. Tengo las llaves –cambió de tema tan radical que casi me
caigo–. Vienes conmigo o… has cambiado de idea.
Intercambié una mirada con él, Liam parecía
contener el aliento mientras mantenía su mano tomando todavía la mía. Tiré de
ese agarre pero no para retirarlo, sino para llevarlo detrás de mí.
– ¿Qué habitación es?
Noté
como él recuperaba el aliento al soltar una intensa y sonora respiración y me
siguió sin oponer resistencia.
–La seis.
La última y la más alejada. Liam, has pensado en todo, pensé al
tiempo que me dirigía a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario