Gaela 1

Gaela 1
SAGA PRIMERA

jueves, 5 de febrero de 2015

Capítulo 21 y 22


    Al principio me quedé sin aliento, y no precisamente porque mi cabeza colgara boca abajo y la sangre fuera en esa misma dirección; directa a mi frente, fue el hecho de notar su mano, con la palma abierta abarcando todo mi trasero lo que literalmente me cortó el aire.

    Ese tacto fue el interruptor que necesitaba para activar la parte del cerebro que me funcionaba correctamente.

  –Bájame ahora mismo, imbécil –chillé, mientras le aporreaba la espalda con el puño.

    Sin éxito, ese hombre era una mole y todo su cuerpo era hierro, pegarle me producía más daño a mí de lo que pudiera alcanzar hacerle a él, igualmente no desistí mientras, él se dedicaba a esquivar y pasar por el medio de la gente que alucinados se nos quedaban mirando.

  –Que me sueltes, cabrón neandertal –grité mucho más fuerte.

    La gente con la que nos cruzábamos ya no miraban la escena, me miraban a mí como si estuviera loca, y desde luego que poco no me faltaría. Esta no era forma de tratar a una mujer. Maldito fuese. Comencé a patalear hasta que Liam me dio un fuerte azote en el trasero.

  –Deja de vocear sino quieres que te pegué otro azote con toda mi fuerza –me riñó.

    Esa advertencia junto con el calor que me había dejado su marca, fue suficiente para callarme.

    Me dejó en el suelo en el momento que tanto la gente, la música, hasta el propio lugar habían desaparecido. Traté de escabullirme de su cercanía pero con una simple mano me atrapó contra la chapa de una de las casetas que estaban cerradas y solitarias justo al final de la calle, casi llegando al polígono industrial que se daba fuera de la ciudad y en cuyo lugar, sólo estábamos los dos.

    Apreté el brazo que me presionaba contra la chapa y lo retiré de un violento tirón, después con las manos en las caderas, me enfrenté a él.

  –En tu vida vuelvas hacer eso –lo amenacé con el corazón latiendo fuerte contra el pecho y el rostro ardiendo de rabia.

 –Es la única manera de mantener a la fiera bajo control.

  – ¿Qué fiera, tu o yo?

    Liam no contestó, levantó las cejas señalándome y eso me valió como contestación.

  –Yo no soy la fiera, troglodita.

    Me irrité al ver como las comisuras de sus labios se estiraban con arrogancia.

  –Pues te comportas como tal, dulcemeum.

  – ¿Así? Pues, –me acerqué a él del mismo modo que él, se acercaba siempre amenazante en mi dirección, después, levanté el mentón desafiante–, te ahorraré el estrés de soportar…

    Torcí el cuerpo y moviéndome hacia un lado salí de delante de él. Liam, con unos reflejos decididos agarró una parte de mi cintura con su manso y me devolvió al mismo lugar que antes. De espaldas contrala chapa.

    Y por segunda vez, recibía otro golpe en la espalda por un hombre en todo el fin de semana.

    Furiosa lo empujé alejándolo un poco de mí, él no se esperó ese golpe y retrocedió a trompicones, inmediatamente se recuperó y me regaló una delicada mirada asesina.

  –Admiro tu pasión, pero, por muy increíble que me resultes… comienzas a ponerme de los putos nervios –farfulló entre dientes tirando de su cazadora.

  –Me rompes el corazón, –le dije con ironía–. Pero me la trae floja.

    Intenté, de nuevo, salir de ahí, y otra vez, mi espalda aterrizó contra la chapa.

  – ¡Joder! –voceé crispada–. No vas a conseguir una mierda de mí, acaso que, no comiences a tratarme con más respeto– dije enfurecida.

  –Me hablas de respeto cuando, desde que te he visto, no has dejado de insultarme.

  –Lo mío te lo merecías, y ahora, con más razón.

     Liam bufó.

  –Soy comprensible, e incluso caballero. – ¿Perdón? Este tío estaba muy mal–. He tratado de mantener una conversación amistosa para calmar tu temperamento, cosa difícil ya que pareces pegada a él–, era una crítica sacada con toda la mofa acentuada de su parte y bastante ofensiva–. Pero mi paciencia llega a un límite, y desgraciadamente mi parte baja, últimamente no me deja razonar mucho con mi cerebro, porque si encontrara la forma de hacer que la puta sangre me circulara correctamente, no estaría perdiendo el tiempo detrás de una mujer que ha vuelto patas arriba mi cabeza, mi vida y mi comportamiento y me provoca un intenso dolor de huevos.

  –Sí esa es tu forma de pedir perdón, te aviso que, tus opciones han pasado; de cero a una mierda.

  –Eres, a veces, muy irritante.

  –Quien fue hablar.

   Liam bajó la mirada al suelo y suspiró al tiempo que negaba con la cabeza, después soltó un rumor, suave, para sí mismo que me llegó con el mismo impactó que sus palabras.

  –Soy tal cúmulo de errores que, el hecho de pedir tu perdón, pierde todo el valor.

    No me amedrenté, aunque la frase, las palabras y esa declaración dicha de forma tan hundida me había parecido una pequeña batalla ganada, quise clavar la estacada. No tenía ni idea de porqué, pero, una parte de mí deseaba joderlo vivo, del mismo modo que él me había fastidiado a mí desde que lo conocía.

  –Conclusión: Estás enfermo –deduje frívola.

    Los puños de Liam se apretaron y en dos zancadas se plantó delante de mí con aspecto animal.

  – ¡No estoy loco, lo que soy es un idiota por dejar que entraras en mi lista de deseos!– rugió.

    De pronto, abrió los ojos al darse cuenta de lo que había soltado por la boca y sacudió la cabeza a la vez que retrocedía esas zancadas que lo habían acercado antes a mí.

    Tragué saliva, esa forma de contestar, de reducir mi presencia a una simple hormiga me asustó.

    Miré a mí alrededor, buscando una luz en un lugar vacío, buscando un alma tan perdida y borracha que me pudiera echar una mano pero, Liam sabía bien donde me había traído. A un lugar sin escapatoria.

  –Lo siento, esto se me ha ido un poco de las manos –murmuró pasándose las manos con ansiedad por el cabello.

  –Ya lo veo –lo provoqué sin darme cuenta.

  –No se me dan bien las conquistas, normalmente estoy acostumbrado a…

  –No –lo interrumpí antes de que soltara otra de sus típicas ególatras–. Eres terrible en ese aspecto. Terriblemente malo. Puede que seas guapo, pero cuando abres la boca, la cagas por todas partes…

    Los ojos de Liam tan azules como un cielo nocturno se posaron directamente en los míos y me dedicó una mirada envenenada. Retiré la mía incapaz de soportar un segundo más tanta presión sobre mi cuerpo.

  – ¿P-para qué me has traído hasta aquí? –pregunté aun sabiendo lo que sucedería.

    Sus dedos se apoyaron bajo mi barbilla y me obligó a mirarlo. La serenidad lo cubría de nuevo y sus rasgos se habían suavizado.

  –Porque necesitamos intimidad –susurró lentamente.

    Era de día, y sabía que quedaban muchas horas para que anocheciera, pero sin embargo, todo se me hizo oscuro.

  –No quiero hablar más contigo –dije a la vez que retiraba, con cuidado su tacto. Dejó que su mano cayera sin fuerzas.

  –Yo tampoco, ahora no.

    Tragué saliva. El misterio, la tensión y la presión eran voraces, me estampaban contra el suelo, la pared a mi espalda y el mismo hombre que tenía delante. Era como un saco de arena al que no dejan de darle patadas con fuerza.

  –Nunca te he calificado como un hombre al que le cueste hablar. Se claro.

    Liam tomó una intensa bocanada de aire y miró a nuestro alrededor, después, tras observar el vacío que nos rodeaba, fijó esos ojos en mí y sentí un escalofrío lleno de calor. Despegó sus labios para soltar el aire y se me acercó tanto que me robó el mío propio.

    Me apegué tanto a la chapa metálica a mi espalda que perfectamente podía convertirse en parte de mí, Liam apoyó una mano a cada lado de mi cabeza y se echó hacia delante para tratar de estar a mí misma altura.

    El animal había vuelto a la caza y a la conquista con sus gestos y con el veneno de su mirada.

    Estoy jodida con mayúsculas.

    Ese hombre irradiaba un extraño y delicioso afrodisíaco que se metía en mis células, bajo mi piel y dentro de mi cuerpo con gran rapidez.

    De la ira pasé al fuego, del fuego al deseo y del deseo a la necesidad de tirarme encima de él.

  –Me gustas, me gustas mucho –ronroneó perdiendo el aliento–. Necesito pasar una sola noche contigo. Necesito estar entre tus piernas para saber que anhela la gente de algo que no pueden tener.

    Me quedé mirándolo boquiabierta como si hubiera perdido el juicio. Las rodillas me temblaron e hice un gran esfuerzo por no caerme al suelo.

  – ¿Crees que no me puedes tener? –pregunté alucinando.

  –Me lo pones tan difícil todo que… ya no lo sé.

    Sentí el efecto mariposa revolotear en mi estómago y una extraña, pero deliciosa sensación de frenesí recorrerme el cuerpo al escucharlo hablar.

  –Eres tú el que siempre me ha echado.

    Mi voz era el mero susurró de una leve corriente de aire, nada más. No tenía fuerza ni para hablar, como para quitarme ese robusto cuerpo de encima en cuanto deseaba, por encima de todo tenerlo aún mucho más cerca.

  –Y ahora soy yo el que te pide que me des la oportunidad de estar contigo.

  – ¿Y-y si soy yo la que no quiere estar ahora contigo?

  –Puedo obligarte. – Estaba segura de eso–. Sé cómo hacerlo, tengo un don para hacer que la gente haga todo lo que quiera y con ello, también te puedo obligar a ti a que desees locamente estar conmigo–, de eso ya no estaba tan segura. ¿Un don? Eso acojonaba–, pero me gustaría que fuera una decisión tuya, de ese modo disfrutaríamos los dos. Y ten por seguro que disfrutarías, te daría todo lo que me pidieras. Todo lo que quisieras. Sería tu Papa Noel personal.

    Puse los ojos en blanco e intenté parecer molesta, pero me resultó imposible cuando sentí como las mejillas me ardían y los pezones se erguían solos y se ponían completamente duros.

    Era tentador y una minúscula parte de mí…

…mentirosa…

…se sentía de lo más tentada a aceptar, pero el hecho de sentirme como un ratón en un laberinto a oscuras y con miles de cebos, los errores al someterme a esa deliciosa práctica, eran demasiado graves.

  –Sería un terrible error –murmuré porque realmente no sabía que decir ante tal oferta.

  –No lo sabrás si no lo intentas.

  –Intentar algo contigo es una locura…

    Me quedé sin palabras cuando noté su frente apoyarse en la mía. Liam inhaló una intensa bocanada y sentí como mi cabello se movía en esa dirección para ofrecerse a él.

  –Tú también eres una locura para mí, eres todo lo contrario de lo que debería ser lo correcto en mi vida…

  –Eres tú el que no deja de insistir –interrumpí porque su anterior comentario, sonaba más como una desgracia que como un precioso halago.

    Buscar algo romántico en un hombre que carecía de sentimientos era como buscar una aguja en un pajar.

  –No lo puedo evitar –pronunció soltando el aire–. Tú me llamas peligrosamente, tú me incitas a ser despiadado, tú te metes en mi cabeza con tal fuerza como un tumor te absorbe la vida. Eres peligrosa y a la vez aquello que he deseado desde hace tiempo. Una mujer que me haga perder la cabeza.

  –No quiero engancharme a ti.

  –Yo seré tu camello las veinticuatro horas del día.

    Liam rompía mis escusas y las negaciones, las ideas y las barreras se terminaban, casi no encontraba nada más para negarme completamente.

    Perdía mi lucha sin remedio.

  –No sabes si te gustará…

    Liam, de nuevo, se abatió sobre mí, con su respiración y su presencia que hacía que me saltaran las alarmas y el corazón. Toda palabra dicha se me quedó cortada por la falta del aire que tanto necesitaba.

  –Gaela –dijo con la voz ansiosa–, lo poco que he probado de ti, ha sido ácido puro, corrosivo y adictivo. Eres el LSD que me quiero inyectar directamente en las venas para pasarme todo el día alucinando y lleno de ti.

    Me estremecí.

    Todo resplandecía como un destello color rosa y las palabras salían de mi boca pero no de mi cerebro.

  –No –negué sin aliento y con el mismo nivel de ansiedad.

  –Deja de negarte –bramó–. Me estás matando con cada “no” que sueltan tus labios.

    Los brazos de Liam se arrastraron por la chapa al tiempo que se acercaban a mi cuerpo, al llegar a la zona de las caderas se despegaron del metal y se apoyaron de nuevo en mi cuerpo. Temblé ligeramente y después me tensé. Todavía mantenía su frente apoyada en la mía, así que lo sintió todo ya que su cuerpo también tembló y en uno de sus impulsos acercó sus caderas a las mías.

    Ya no tenía escapatoria.

  –Para –dije sin aliento, sin embargo no hice nada para quitarme a esa bestia de encima.

  –Me has seducido, has perturbado mis días y consumes mis noches. No dejo de pensar en ti.

  –Liam –gruñí.

    En un impulso y con la fuerza de sus manos, Liam me despegó de la chapa y encajó nuestras caderas. Sus piernas quedaron en el centro de las mías abiertas y mi estómago chocó contra la hebilla de su cinturón. Contuve el aliento y apoyé mis manos en su pecho. Estaba ardiendo casi tanto como yo.

  –Te quiero tener, Gaela.

  –No es una buena idea.

  –Y aun así, me muero por tenerte.

  –Y aun así, sigue siendo mala idea.

  –En ese caso…

    Liam se interrumpió y fijando sus ojos en los míos, se lamió los labios con descaro. Me derretí y sentí como mi corazón pasó de cero a una velocidad loca.

  – ¿Qué? –animé.

  –Aléjame de ti –murmuró sin respiración, ronco y lleno de deseo.

    Todo perdía fuerzas, nada me respondía, ahora era yo a la que no le circulaba la sangre correctamente hasta el cerebro.

    Perdición, así se llamaba mi película.

  – ¿Por qué?

    Liam se aproximó un poco más sin dejar de rozar mi frente. Noté como caía su aliento en mis labios.

  –Porque voy a besarte. Y si consientes que suceda… Será una respuesta.

    Nuestras narices chocaron y el frenesí me llegó como si hubiera explotado una bomba atómica cerca de nosotros, es más, juraría que esa bomba atómica era yo.

  – ¿Y eso es malo? –pregunté afónica.

  –Para ti sí, porque una vez comience todo, ya nada me frenará.

    Lo dudaba, y aunque mi cabeza me decía todo lo contrario, la primicia de poder besar sus labios por primera vez, de calificar ese beso en mi corta lista…

    De pronto, recordé a Ivan y sus duras palabras. Y todos mis remordimientos, mis principios y mis pensamientos contradictorios se fueron a la mierda.

    Tirarme al primero que se me cruzara…

  –Déjame que te ayude a ser bueno –ronroneé de repente, con voz seductora.

  – ¿Cómo? –esa no parecía su voz, estaba completamente distorsionada por la locura a la que ambos estábamos sometidos.

    Sonreí, enredé mis dedos en su camiseta y con poca fuerza lo atraje hacia mí. Liam ya estaba preparado y no opuso ni pizca de resistencia cuando mis labios chocaron con los suyos, tan sólo soltó un gruñido al fusionarse con mi boca.

    Eran como si nuestros labios se hubieran encontrado antes que nuestros cuerpos: el primer beso -el primero de muchos, tal vez el único, o tal vez un sueño. No lo podía deducir con claridad, pero no me importaba- ese beso era caliente y brutal.

    Como él.

    Sus labios sabían a wiski y a cereza, una mezcla deliciosa. Liam abrió los labios y metí la lengua en su boca con decisión. Ahogué un grito al notar la decisión en él y me tragué el suyo, mucho más animal, con placer.

    Dios, como besaba, eso era ilegal, no podía existir en este mundo un hombre que besara de esa forma. Me encendí como un cartel de neón en las Vegas.

    Nuestras lenguas se movían en una danza salvaje y ansiosa por poseer y ser el amo del otro. Me estaba besando más fuerte y mejor de lo que nunca me hayan besado y lo sentía; punzadas de excitación hormigueante inundarme como olas de gran altura.

    Mi cuerpo se llenó de energía, de adrenalina y de algo inimaginable, un arrebatador calor que me inflamó hasta la medula, desde los pies hasta cada punta de mi cabello, irremediablemente sentí como con ese simple roce, se me mojaban las bragas.

    Liam me acarició el interior de la carne, deslizando sus dedos por las caderas, por mi cintura, mi espalda para bajar de nuevo hasta llegar a mi trasero y ahuecarlo con ataques violentos para restregarme la dureza que se aplastaba contra sus pantalones.

    Una dureza que acepté abriéndome un poco de piernas, ofreciéndole sin barreras aquello que él me pedía y que yo deseaba con todas mis fuerzas.

    Me apreté contra su pecho, hundiendo los dedos en sus hombros hasta que casi había jurado que estaba dejando mi marca a través de las capas de tela que lo abrigaban. Y no era suficiente.

    Gruñí impotente porque quería más, deseaba arrancar su carne, lamer su piel y meter mis narices en su carne.

    Él inclinó la cabeza para comenzar a besarme por el cuello, me quejé pero nada más sentí esos labios, me mordí los míos para no gritar como una loca. Temblé cuando la punta de la lengua pasó por la piel de mi garganta hacia arriba.

  –Gaela –murmuró, acariciándome con su aliento.

    El susurro fue como una llama que pareció envolverme de arriba abajo.

  –Dios, no te pares… estoy viendo fuegos artificiales.

    Liam rio suavemente.

    Le ofrecí mi boca, mis labios y mi necesidad, todo, porque de repente, lo necesitaba todo y él cayó de nuevo como un demonio poseído por el deseo oscuro que habíamos creado. El beso se tornó una locura animal, algo duro, salvaje y lleno de necesidades ansiosas, pero en el mejor momento él se retiró con la respiración acelerada y la vista turbada.

  –No –gruñí quejándome por su abandono.

    Estaba tan cera, podía oler con gran intensidad, como si sufriera un don de mis sentidos alterados, su gel de ducha, las delicadas notas de colonia, su aroma esencial puro Liam y el dulce olor a sudor a verano.

  –Otra vez –le pedí sedienta de él.

  –Aquí no –murmuró ronco.

    Me negué e insistente lo atraje de nuevo, deseando volver a sentir el cálido roce de su boca animal sobre la mía. Él se negó, pero con dulzura me sonrió y retiró mis brazos de su cuello pero no soltó mis manos.

  –No hay nadie…

  –Aquí no –ordenó mordaz.

    Cobarde.

    No sé si lo dije en voz alta o tan sólo sonó en mi cabeza, pero los rasgos de su rostro se endurecieron, igualmente me dio igual.

    Liam me sujetó con más fuerza y evitó mi cercanía con rudeza.

  –Gaela –insistió con la voz ronca–. Estoy tan o más perturbado que tú, pero no quiero que tú primera vez sea de pie contra una pared, y menos así, en plena calle, así que, se buena y estate quieta.

    Dejé mis brazos sin fuerza y él, me soltó. Después, se lamió los labios y miró a su derecha con atención, fijando su vista en un punto o en nada. Su rostro no mostraba nada y sólo Dios sabía que era lo que se le estaba pasando por la cabeza. Luego, se giró, con el rostro completamente transformado en un hombre decisivo, controlador y amo supremo de todo.

  –Ven conmigo –ordenó a la vez que levantaba una mano en mi dirección.

    De pronto el tiempo se detuvo a mí alrededor.

    Miré esa mano y luego a él. Si aceptaba esa oferta sabía lo que sucedería…

    …Hazlo…

    Tenía la oportunidad de decidir, y tomar la decisión más adecuada…

    …Hazlo…

    Dejar atrás mis convicciones y la parte de niña para convertirme en mujer. Si me iba con él debía tener las cosas claras de que no había una oportunidad de negarse…

    …Hazlo…

    Sí me iba con él, debía llegar hasta el final y saber que mañana no habría tiempo de arrepentimientos…

    …Venga, hazlo…

    Que a lo hecho pecho y que…

    Acepté esa mano.

    Después de todo, pensar nunca había sido lo mío.

    Siempre había tenido la cabeza muy dura y el corazón muy blando, tanto como, para haberme enamorado de un cabrón sin escrúpulos con el que me iba a casar. Hacía lo que quería y decía lo que me daba la gana y, normalmente, acababa lamentándolo. Pero ahora, todo eso me importaba una mierda.

    Tenía la certeza de que Liam y su cuerpo esculpido en oro, me haría olvidar los remordimientos del día siguiente. Y si no era así, disfrutaría de la noche con gran placer, como si se acabara el mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 22

 

     Regresamos de nuevo al centro de la fiesta, remontando un camino por un lateral, su mano tiraba de mi cuerpo mientras el suyo propio retiraba a la gente para que nos dejara pasar.

    Liam parecía tener más prisa que nunca, a más de una de las personas que esperaban tranquilamente, haciendo cola en una de las casetas de comida, le había soltado un gruñido para retirarlos de su camino. A él, le dio igual, a mí, me tocaba ir pidiendo perdón a esos rostros incrédulos que no habían abierto la boca tras ver el aspecto salvaje del hombre que tiraba de mi brazo.

    Nos acercábamos a la zona donde sabía que estarían mis amigos y me solté a la vez que frené en seco mi paseo.

    Liam se giró y me miró con ceño.

  – ¿Por qué te detienes? –preguntó con un leve tono de rudeza.

  –Mis amigos…

  – ¿No quieres que te vean conmigo? –asentí y su mandíbula se tensó–. Deduzco que le has contado todo y, no les caigo precisamente bien–. Asentí de nuevo y Liam estiró el brazo para atraparme–. No te preocupes, estoy acostumbrado a que la gente no me tenga mucho cariño, no me moriré por mucho que me digan…

    Me negué retrocediendo.

  – ¡No puede verme contigo! –grité nerviosa.

    Liam se me quedó mirando con una ceja alzada junto con dos chicas más, que después de darle un buen repaso por detrás, se espantaron por mi repentino grito.

  – ¿Quién?

    Me negaba a responder. Decirle que una amiga mía estaba loca por él era asumir que tenía locas a todas las mujeres con las que se cruzaba, y la idea de que me dedicara una sonrisa desdeñosa, me ponía enferma.

    Miré hacia un lado, evitando la pregunta y buscando otro lugar de fuga, aun así sentí su cuerpo cuando se me aproximó.

  – ¿Te molestaría que te viera el piloto conmigo? –preguntó levemente.

    Me giré al escuchar esa nota rabiosa en su voz y tuve que alzar la cabeza. Otra vez estaba su pose intimidante; espalda curvada y los hombros ensanchando más su torso. Continué subiendo, dejando atrás esos músculos que de pronto se me antojó arañar y terminé cruzándome con una mandíbula tensa y una mirada amenazante.

  –No –respondí secamente.

  –Entonces, ¿quién? –insistió y de pronto, los ojos se le abrieron como platos–. ¿Tu encantador prometido está aquí?

    Di un respingo al escuchar el tono socarrón mezclado con el sarcasmo.

  – ¿Tendrías algún problema si así fuera?

    Mi reacción fue un poco violenta. El cuerpo de Liam se relajó al ver como el mío se tensaba, luego, se puso recto y me acarició la mejilla.

  –No, únicamente le mostraría lo que se pierde.

    Mi relación con Ivan parecía el titular del mes. Por lo visto todo el mundo parecía saber que a mi futuro marido no le interesaba ni una mierda.

  – ¿Y qué sabrás tú de eso? –pregunté molesta.

  –Porque si a ese idiota le interesaras lo más mínimo, estaría aquí partiéndome la cara.

    De todo lo que había dicho ese comentario me pareció el más gracioso. Ivan era un hombre grande, con la corpulencia tan definida como Liam, pero no me lo imaginaba en una pelea cuerpo a cuerpo por mí.

  –Ivan es anti-violencia.

  –En ese caso, –Liam sonrió de lado, con chulería–, él estaría en el suelo.

    Sonreí, no por la seguridad en su voz, sino por imaginarme la escena.

  –Morena, –Liam rodeó mi cintura y de nuevo, me encontré pegada a su cuerpo, sin respiración y con el corazón a mil–, eres inteligente, tentadora, guapa y con un perfecto cuerpo echo a mi medida, y él, ese Ivan, es un idiota que no sabe lo que tiene.

  –No me conoces –murmuré sin aliento.

  –Ni tú a mí, y eso es lo que hace que todo sea más fácil. –Hubo un silencio entre los dos pero no fue incómodo ya que nuestras mentes estaban más ocupadas en mirarnos eternamente que en mencionar una palabra. Liam fue el primero en romper esa magia y fue por culpa de lamerme los labios, ya que noté como presionaba su abrigo en mi cintura y aguantaba la respiración–. ¿Podemos irnos ya? ¿O vas hacer que te suplique?

    Miré la tensión de su mandíbula, su cuello y esos hombros que se flexionaban para franquear sus brazos. La tentación de arrastrarlo yo misma fue atroz, pero, no obstante…continué tentándolo.

  –No te veo como un hombre que suplica.

  –En este momento, –bajó un poco su mano, casi rozando el principio de mi trasero y sentí como su escalofrío se repartía por mi cuerpo–, aunque no lo creas, soy capaz de hacer cualquier cosa para que me sigas.

    Sonreí por la satisfacción de saber que yo también podía afectarlo.

  –Esa sonrisa me ha convencido.

  –Eres muy fácil de convencer, chico duro –aunque era una burla, la falta de aire modificó mi voz a una provocación susurrada.

  –Cuando tengo a una mujer tan deliciosa como tú, dulcemeum, no tienes que hacer mucho para arrastrarme a donde quieras.

    Me liberó retirando los brazos de mi cintura, pero entrelazó mis dedos con los suyos morenos. Sentí la bestia rugir, una loba interna llamándome desde mi interior, clamando algo más profundo que el deseo, algo lleno de aromas cálidos, gritos y placer, algo llamado sexo, mucho sexo.

  –Y ahora continuemos antes de que me arrepienta y deje a un lado las sutilezas.

    Me apretó la mano y tiró de mí.

    Nos metimos por una de las calles perpendiculares para salir a la zona trasera y continuar por una paralela a la que se celebraba el festival. Me guio recto hasta llegar a la zona que habían preparado para los vehículos, un claro de; arenilla y piedras, completamente despejado pero tan lleno de gente como la misma calle que dejamos atrás.

    La zona de los coches estaba organizada por un hombre con chaleco reflectante, que indicaba aquellos que acababan de llegar un lugar vacío donde aparcar. Pasamos de largo atravesando la mitad del parquin cuando un grito cesó nuestro paso.

  – ¡Marlowe!

    Liam se frenó en seco y choqué contra su espalda. Sin soltarme se dio la vuelta y la tensión se aflojó de su cuerpo al ver quien lo había llamado.

    Me giré en esa misma dirección. Un hombre casi tan enorme como Liam se nos acercaba corriendo, no pude diferenciar su aspecto hasta que no lo tuve delante, y en el momento que se frenó su corpulencia me causó el mismo efecto que me había causado Liam cuando lo había visto la primera vez: intimidación.

    De piel morena, ojos claros y rasgos duros, reflejaba un aura tan destructiva y salvaje como el mismo Liam.

  –Me dejas tirado con Sarella y te largas con…

    Se silenció y me miró. Primero la cara, después el cuerpo, sacando sus propias conclusiones como si fuera un lote en una casa de subastas y finalmente la mirada. Me estudió con detenimiento, tanto que noté como los dedos de Liam se estrujaban con la míos, pero, después de unos segundos sus labios se ampliaron en una sonrisa y el efecto anterior despareció.

    Ese hombre sonriendo efectuaba una transformación impresionante, pasaba de ser oscuro a ser un maldito ángel.

  – ¿Tú debes de ser la mujer que me jodio la noche? –preguntó alegremente.

    Abrí tanto la boca como los ojos. Eso no me lo esperaba.

  – ¿Perdón? –pregunté incrédula.

  –Tyler…

  –Es broma, –sonrió y continuó, pasando olímpicamente de la queja de Liam–, soy Tyler, y por ti, yo también hubiera decidido acortar la noche para volver a casa a masturbarme…

  – ¡Tyler! –bramó Liam a mi lado.

  – ¿El qué? –repetí, mucho más incrédula.

    El desconocido levantó una ceja y me dedicó una sonrisa de lo más seductora.

  –Disculpa, pero… todo el carisma que le falta a este, –señaló a Liam con la cabeza–, lo tengo yo, y por ello, sufro lo que se suele decir: exceso de alegría. Y todo porque, el cabrón de mi primo es un amargado que se pasa todo el día de mala hostia y mi único alivio para soportar su asqueroso temperamento es enfocar mi vida en las bromas y en las mujeres, y las dos cosas juntas…forman a un hombre divertido que puede ligar con ellas sin espantarlas como aquí, nuestro amigo, se encargó durante toda la noche de ayer –dijo alegremente, con demasiadas explicaciones, dejándome mucho más anonadada–. Mi comportamiento contigo ha sido una demostración para ligar, ya sabes– explicó sin cortarse ni un pelo–. ¿Me ha funcionado? ¿Crees que… si no te salen bien las cosas con Marlowe, puedes probar conmigo?

    La pregunta la terminó con un guiño y yo, retrocediendo, pero no porque quisiera, Liam, presionando mi mano con fuerza me había obligado hacerlo. No me quejé porque el primo tenía toda mi atención. Este tío estaba muy mal de la cabeza…

    Mira por donde, en eso también se parecía a Liam.

  –P-pues…–Literalmente, me quedé sin palabras.

  –Tranquila, no tienes por qué contestar ahora, te doy mi teléfono y me llamas cuando te dé la gana. Estoy disponible las veinticuatro horas del día…

  – ¿Quieres que te parta la cara, Tyler? –amenazó Liam con su típica voz grave.

    El susodicho ligón, me retiró la mirada para fijarla en su primo y esa sonrisa se amplió mucho más.

  –Entendido, la quieres toda para ti…

  –No puedes cerrar el pico –sentenció Liam, en un tono que me provocó un estremecimiento.

    Sin embargo a Tyler, no pudo ni borrarle la sonrisa de los labios, algo que me dio a entender lo mucho que se conocían ya que, otro en su posición, dejaría a un lado las bromas y se tomaría más en serio la vena del cuello que trotaba bajo la piel del demonio que tenía al lado.

  –Pues no, parece mentira que no me conozcas. Callarme es un delito, y menos delante de esta preciosa chica.

    Tyler le guiñó un ojo a él también y algo en ese gesto tranquilizó a Liam, ya que, la mano que ejercía una gran presión sobre la mía, se aflojó y de nuevo, me dejó adelantarme hasta colocarme a su lado pero un poco más pegada a él.

  –Él es mi primo Tyler –señaló después, como si eso fuera una desgracia–. El payaso de la familia.

    Miré a ambos y me quedé alucinada de lo mucho que se parecían, no en apariencia, sino en corpulencia, e incluso hacían juego: dos hombres de aproximadamente la misma edad, altura y peso, y con el mismo aire de peligro que resplandecía como un aura negra.

  –Y ella es Gaela –indicó.

    Traté de deshacerme de la mano de Liam para saludar a su primo, pero como este estaba dispuesto a no soltarme, levanté la otra, pero para mi sorpresa, me encontré cogida por los hombros y besuqueada, con un largo beso en la mejilla. Rápidamente, Liam me empujó provocando que Tyler me soltara y el segundo beso no se llevó a cabo.

  – ¿Eso era necesario? –preguntó, mi jinete, algo crispado.

  –Sí, lo era –contestó y de nuevo me devolvió la atención a mí–. Soy el bromista, el primo y el compañero de trabajo de Don gruñón –añadió Tyler, con una sonrisa de oreja a oreja.

    Ese nuevo dato fue el causante de mi necesidad de saber mucho más de Liam, aunque una parte de mí, me gritaba a los cuatro vientos que cuanto menos supiera de un hombre, mejor. No obstante, fue demasiado tarde, antes de que me diera cuenta, la pregunta salió de mi boca.

  – ¿A qué os dedicáis?

    Ambos se giraron, cuatro ojos me miraron fijamente, y después se miraron entre ellos. Me dio vértigo, por un momento pensé que se podían comunicar a través de la mente.

    Finalmente, Liam fue el que me devolvió la mirada.

  –Somos agentes inmobiliarios.

    La seguridad en su voz a la hora de pronunciarlo parecía más una cuestión de haberse aprendido un guion de memoria que una respuesta sincera.

  – ¿En serio?

  –Sí –respondió con mucha más seguridad.

    Una parte de mí se desilusionó. No es que prefiriera que fuese un asesino profesional o un cazador del ejército o hasta un bombero, pero no me lo imaginaba la clase de hombre, ya fuese por su corpulencia o sus rasgos, que se dedica amablemente a mostrar un futuro hogar con dulzura y elegancia… Liam no tenía nada de eso, seguramente iría soltando uno de sus gruñidos o una de sus miradas amenazantes, de esas que: cágate de miedo y cómprame la casa YA.

    Sus amenazas sería su eslogan a la hora de la venta.

  –Es extraño –murmuré incrédula.

    Liam arqueó una ceja.

  – ¿Por qué?

  –Porque no te veo como un amable vendedor de casas.

  –Bueno –interrumpió Tyler–, nuestros lotes son un estilo de alta gama –explicó con cada una de las palabras marcadas para que comprendiera a que se refería (que vendían a ricachones) –, pero ahora me has picado la curiosidad. ¿Cómo le ves?

    Liam esperó pacientemente. Me mordí el labio pensando en que decir para no ofenderle, pero después de todo, me dio igual.

  –Diría que te pareces más a un hombre de acción, que necesita la adrenalina como el sol las plantas. Te veo más como un boxeador por las magulladuras que llevas tanto en los nudillos como en la cara…

  –Porque no le has visto el cuerpo –murmuró Tyler levemente, mientras yo continuaba con mi explicación.

  –Te veo como un loco suicida que en un momento se tira en paracaídas y en el otro se mete en una pelea con diez tíos solo para ti…

  –O cien, según como le pille y en cualquier de ambos casos, sin llevar una custodia a su espalda –añadió, de nuevo Tyler sin cortarme.

    Era el fondo de una banda sonora, yo cantaba y él hacia los coros.

    En ese simple momento, estaba tan fija en Liam que nada ni nadie me podía detener, y todo porque él, estaba muy atento a mí, mientras yo, le daba mi sincera opinión.

  –Te veo como un obrero que le encanta subirse a las alturas, colgado de un simple arnés para arreglar una fachada de un edificio de cuarenta pisos de altura –me interrumpí y sonreí. En la mirada de Liam leí algo parecido a la fascinación y esa fascinación me fue contagiosa ya que, por un momento lo vi, en mi mente haciendo todo lo que le decía como si fuera un súper héroe, y lo que realmente era… Lo dije en voz alta sin darme cuenta–: Te veo como una especie de asesino a sueldo. No cómo; un trabajador decente que vende casas.

  –Pues soy un trabajador, muy decente, que liquida sus contratos con perfecta profesionalidad.

    Hubo un silencio, algo lleno de electricidad mientras sus ojos, esas dos cuencas azules me observaban con detenimiento, y como siempre, caí en su red de quedarme atenta a él, a su poder y a su energía. Era como sumirme a su voluntad, como si él, con esa simple mirada me controlara a su antojo, pero esa dominación, por suerte, se vio interrumpida por unas palmadas que dio Tyler y me sacaron de un latigazo de ese trance.

  –Es buena, me gusta esta chica –halagó Tyler–. Ha descrito al capullo que hay en ti y eso que todavía no te conoce.

    Liam me retiró la mirada y muy lentamente la desvió hacia su primo.

  –Jodete, Tyler –bromeó, sin sentirse ofendido.

    No sabía muy bien como interpretar cada palabra que esos dos se decían, pero me encantaba ver a Liam tan natural, un hombre completamente diferente, así que, me llené con esa deliciosa imagen y dejé a un lado todos mis pensamientos. Al fin y al cabo mi cabeza ahora mismo era un cubo de rugby, y como de niña había comprobado, nunca se me había dado muy bien ese juguete.

    Tyler, orgulloso de mi desconcierto, me dedicó una sonrisa y se la devolví, sus ojos se abrieron como platos. Luego miró de nuevo a Liam y silbó, admirado.

  –Tus secretos se descubren, ahora comprendo la expresión de Louis, cuando la conoció.

    Tras pronunciar ese nombre, Liam se tensó y su mandíbula se presionó con fuerza. Sentí una increíble curiosidad por el tema de su conversación, pero entonces, Tyler dijo algo que me llamó mucho más la atención.

  –…estoy de acuerdo contigo, aunque tu comportamiento con el piloto fue algo exagerado…

    A Tyler no le calló mi forma dudosa de mirarlo, fue la amenaza fría y destructora que salía de los ojos de Liam, hasta me hizo sentir un mosquito que se había equivocado de sangre a la que hincar el pincho.

    Igualmente, aun, bajo amenaza de muerte, me atreví a preguntar:

  – ¿Qué piloto?

    La pregunta me parecía tonta hasta para mí. Sabía bien a que se refería, es más, tanto Logan como Adriana me habían dado una pista, lo único es que no había procesado las pruebas todavía.

    Liam se giró y me miró con esos ojos oscuros, dispuesto a no decirme nada.

  –No lo conoces.

    Solté un bufido denso y fui directamente al grano.

  – ¿Qué le dijiste a Logan?

    Liam imitó el mismo gesto que yo.

  –Le hice la misma pregunta que te hice a ti ayer, solo que él, me dio otra contestación muy diferente.

    Lo de la pregunta a la que se refería era a la maldita insistencia en si tenía algo con Logan. Yo le había contestado la verdad todas las veces que me la había formulado… ¿Qué mierda le había dicho Logan?

  –Qué respuesta –insistí.

  –Pregúntaselo a él, por mi parte, y espero no arrepentirme, confiaré en tu palabra.

    Los pelillos de la nuca se me plantaron como si alguien me hubiese dado un tirón.

  –Pues no lo hagas –dije entre dientes.

  –Si no lo hago…–Liam se interrumpió. Tyler nos miraba atento a esa conversación. Dio unos pasos hacia atrás, retirándonos de él y habló más bajo–, hoy te pierdo.

    Abrí los ojos anonadada.

  –Liam, no me has ganado, no soy la apuesta de una partida de cartas…

    Se abalanzó sobre mí y rodeó mi cintura con uno de sus fuertes brazos, apretándome contra su cuerpo. Al instante noté la dureza que aún lo consumía desde el beso.

    Sintiéndome muy poco orgullosa de mi misma, al contrario de él, yo me había relajado con la interrupción de Tyler, pero ahora, al sentir su presión, el calor que emanaba y la deliciosa sensación de tenerlo sobre mí, me inflamó de inmediato.

    Liam soltó un gruñido y se dobló un poco sobre mí, cerniendo sus labios muy cerca de los míos.

  –Llevo unas semanas de mierda, y lo único bueno con lo que me he chocado ha sido contigo, así que, para mí, sí que eres una ganancia.

    No fue romántico, para nada, como había mencionado antes, Liam gruñía, no hablaba y su tono, normalmente era algo similar al desquicio cuando delataba algún sentimiento extra que no fuese la rabia o la expresión de su ego, sin embargo, y desgraciadamente, me encantó escuchar algo así, mi corazón dio un brinco y las mariposas de nuevo, batieron sus alas en mi estómago. Igualmente decidí que él debía tener una cosa clara antes de darme la vuelta y seguirlo allá donde deseaba llevarme.

  –Quiero que dejes de intimidar a Logan y a Ete y a…todos mis amigos.

    Él permaneció erguido, con la misma postura y tan tenso como un tambor. Le sonreí con malicia, provocando su reacción y mi autoridad de no dejarme dominar ante él, Liam finalmente asintió.

  –Vámonos –dictó y se dio la vuelta, tomándome de la mano para continuar con nuestro camino.

  – ¿Vais algún lugar? –preguntó Tyler, frenándonos y mirando la unión de nuestras manos.

    Liam soltó un bufido de exasperación y se dio la vuelta.

  –Sí –contestó simplemente.

    Tyler frunció el ceño.

  – ¿Y qué coño hago con Sarella?

    Liam se encogió de hombros, sin embargo, a mí, ese nombre se me quedó clavado en la memoria.

  –Tú verás.

  –Esa tía está loca, no quiero ser su niñera.

  –Pensaba que te gustaba.

  –Te la cambio, yo me quedo con tu morena y te paso a la rubia.

  –Lárgate, Tyler.

    El aludido resopló y negó con la cabeza, después fijó su mirada en mí.

  –Gaela, ten cuidado con él. Mi primo, –Tyler, le dedicó una amplia sonrisa cínica a Liam–, no es un buen partido…

  –No tientes a tu suerte, Tyler, estoy de buen humor –interrumpió con voz profunda y de lo más oscura–. No lo provoques–. El fastidio de Liam se tornó ira.

  –Tienes razón, y tampoco me importa mucho, si después voy a ser yo quien termine cuidando de ella, será un placer.

    El descarado primo me guiñó un ojo y Liam, en un acto posesivo y extraño, me colocó a su espalda e irguió su cuerpo cuan alto era mientras, se dirigía a Tyler.

  –No sueñes con ello –advirtió con un tono diferente al que habían mantenido. Después se dio la vuelta y tiró de nuevo de mí, dejando a su primo con la boca abierta y sin palabras.

    Seguí al enfurruñado hombre y evité mencionar algo de lo sucedido, más que nada porque, había demostrado un extraño sentimiento de celos -o eso me pareció a mí- y esa sensación que estaba descubriendo, se sentaba en mi cabeza con un precioso pensamiento de sentirme un poco más dominante hacia su persona.

    Y eso era realmente bueno.

    Recorrimos toda la enorme explanada para terminar llegando al principio de la entrada a la fiesta que ya llegaba a todo su glamour. Me perturbé por el gran camino, en cerco que habíamos hecho, prácticamente rodeamos la zona para terminar casi al principio de donde nos dirigíamos y todo porque antes prefería no pasar por delante de mis amigos.

    Deseé agradecerle el detalle, pero con este hombre y sus cambios de humor era completamente necesario mantenerse en silencio.

    Liam me soltó de la mano para sacar las llaves del bolsillo, después se detuvo y esperándome su Aston Martin u otro coche similar, me quedé con la boca abierta al ver donde apoyó su culo.

    No entendía de motos, nada, pero esta era algo similar a un Harley modernizada y resplandeciente, eso sí, la ruedas tenían su batalla y la imagen de Liam encima de la moto… Fue terrible.

    El jinete del Apocalipsis se había ganado su nombre.

  – ¿Subes?

    Completamente alucinada y con las manos temblando por desear tirarme al cuello de ese motero, avancé de lo más lenta.

  – ¿Gaela? ¿Qué te pasa?

  –Naaaa… –Balbuceé sin poder salir de mi estupor.

    Liam había conseguido no impresionarme una o dos o tres veces, lo hacía continuamente. Él era como un enigma con patas y cada día se me antojaba más misterioso y mucho más peligroso, pero como era masoca a más no poder, ese laberinto cargado de suspense no hacía que dejarme más fascinada y mucho más interesada en él.

  –Neeee… –volví a balbucear, dando pena.

  – ¿Eh? –mencionó confundido.

    Me aclaré la garganta porque parecía la típica persona que ve el mar por primera vez. Retiré mi mirada de esos muslos doblados a su torso, definí el contorno de su brazo estirado tomando uno de los manguitos hasta terminar en su rostro. Liam fruncía el ceño y me miraba preocupado.

  – ¿Gaela? ¿Te dan miedo las motos?

  –No. –Me das miedo tú encima de la moto.

  – ¿Entonces?

  –No me la esperaba –conseguí decir.

  –Bueno, el día está cargado de sorpresas. Yo tampoco me esperaba que te vinieras conmigo.

    Sonreí con picardía.

  –Yo tampoco.

    Liam me devolvió la sonrisa, la diferencia es que, a mi él, me produjo un escalofrío.

  –Venga, morena, monta tu culo detrás de mí. –Le dio unos golpecitos al sillón con la mano y sonrió de lado. Presumido–. Estoy deseando sentir tu cuerpo detrás de mí.

    Y yo el tuyo delante de mí.

    Levanté mi pierna para subir a horcajadas encima de esa bestia de dos ruedas.

  –Cógete a mí –ordenó con una voz muy suculenta, y obedecí.

    Rodeé con mis brazos su cintura y no me corté ni un pelo a la hora de cogerme bien a su cuerpo. Liam pasó su mano por encima de una de las mías, acariciando mi carme y después la apoyó en el otro manguito.

    La moto salió tranquilamente pero una vez se unió a la carretera, ese hombre me puso los pelos de punto.

    No me equivocaba con él, le gustaba la adrenalina, pero al notar como presionaba mi agarre, soltó un poco el manguito y disminuyó su marcha.

  – ¿Quieres comer? –Preguntó ladeando un poco su cara–. Puedo parar en un área de servicio y…

  –No tengo hambre, pero si tú…

  –Yo no tengo hambre de comida, precisamente –ronroneó de una forma picara y maliciosa. El escalofrío me empujó contra él–, pero como te he dejado sin comer dos veces ya… No sería muy correcto dejarte una tercera.

  –No te preocupes, ambas veces me dieron de comer –dije en broma apoyando mi barbilla en su hombro. Presioné mis brazos al contorno de esa carne dura sin darme cuenta.

  – ¿Quién? –preguntó ronco y continuando con su nivel dulce de voz.

  –Adriana me dio de cenar e Ivan de comer…

    Me silencié en el mismo momento que, tras decir el nombre de mi prometido, Liam se tensó.

  –Eso ya no volverá a suceder –pronunció con voz grave dando por terminada la conversación.

    Miré el paisaje, un desierto lleno tanto de polvo como esqueletos de árboles, después de unos pocos kilómetros más, apareció la vegetación y los bosques fueron inundados de plantas, copas frondosas y flores de colores. El viaje duró más de media hora y no tenía muy claro a donde me llevaba, hasta que por fin se detuvo en un Motel de carretera nada elegante pero si muy íntimo y bastante difícil de localizar.

    Bajó de la moto y me ayudó a bajar a mí.

  –Espera aquí, voy a ver si tienen habitaciones libres.

    Liam se dirigió a la caseta central donde colgaba el segundo cartel de neón del recinto, que en ese momento estaba apagado. Me entretuve mirado la zona de las habitaciones. Una línea recta de casetas de madera con techos de chapa pintados de azul oscuro alineaba en un rectángulo toda esa zona rodeada de vegetación.

    Muy original.

    Por un momento se me revolvió el estómago al pensar en ese lugar como un picadero para hombres casados, pero después de girarme a mi espalda y ver el enorme cuerpo de Liam entablando conversación con el gerente, ese repentino y asqueroso pensamiento se me fue de la cabeza.

    No hacía nada malo, lo deseaba, deseaba hacerlo y más con él, y sobre todo, después de todo lo sucedido con Ivan.

    Cerré los ojos y suspiré, centrando mi mente para dejarla completamente en blanco. Todo lo que sucediera aquí, se quedaría aquí…

    Me sobresalté cuando mi móvil comenzó a sonar. Hurgué en mi bolso y lo encontré enseguida, pero al ver en la pantalla quien era, todo a mí alrededor comenzó a darme vueltas y eso de respirar se convirtió en misión imposible.

    Inmediatamente le colgué a Ivan.

    La llamada se hizo de nuevo y otra vez, mi primer y único impulso fue colgar, esta y la siguiente y las dos que vinieron a continuación.

    Colgué las seis llamadas insistentes de Ivan con una reacción violenta.

    Finalmente apagué el móvil y lo guardé en el bolso, pero cuando levanté la cabeza me choqué con la mirada azul de Liam, miró mi bolso y luego a mí.

  – ¿Todo bien? –Su voz sonó profunda y parecía arrastrar la fuerza de la arena y el viento.

  –Sí –contesté sin temblar y sin vacilar.

    Por algún motivo muy extraño, la visión de Liam, intimidatoria, no había hecho saltar ninguna de mis alarmas, me pregunté cómo era eso posible, pero después de pasar un fin de semana de locos, racionalicé la idea de que ya estaba cansada de todo y simplemente quera disfrutar del presente con él, sin nada ni nadie que estropeara el momento.

  – ¿Quién era?

    Los ojos de Liam se habían convertido en el azul del hielo. Osadamente le devolví la mirada, intrigada por los matices más allá de sus profundidades.

  –Mi madre. Está convencida de que tengo mala memoria e insiste en recordarme mi agenda de asuntos… personales.

    Liam estudió mi respuesta a través de mis ojos y desgraciadamente, no es que se creyera mi mentira, cosa que dejaba claro que no, pero mi poca información delataba completamente.

  –La boda, supongo –mencionó como si nada. No pretendía asustarme, carecía de su aura destructora que siempre me había arrollado, pero el que se preocupara o simulara que lo hacía, me daba muy mala espina.

  –Sí. El miércoles tengo una cita para elegir el pastel.

    Por fin, una sonrisa saltó a sus labios y medio girándose hacia las habitaciones, soltó una carcajada.

  –Por Dios, ¿eso también se elige? –preguntó incrédulo y no pude evitar sonreír.

  –Todo se elige, las bodas es un follón que preparas en diez meses o un año y que luego, únicamente disfrutas diez horas.

    Liam se relajó pero mantuvo la sonrisa en sus labios.

  –Creo que por eso nunca me casaré.

    Sentí un pequeño tirón en el pecho tras escucharle decir eso, pero lo retiré de inmediato porque me daba igual lo que pensara de ese tema.

  –Tampoco resistirías estar atado a la misma mujer –dije con brusquedad, arrepintiéndome inmediatamente de haber abierto la boca.

    Liam se tensó visiblemente y por un instante una nube de confusión cruzó su rostro.

  – ¿Te ha molestado mi comentario?

  –No –contesté con demasiada rapidez. La ceja de Liam se alzó y añadí con la misma rapidez–: Cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana y de soportar a la mujer que quiere tener. Si tú no puedes estar más de una semana con la misma, no te juzgo, es tu vida.

    Contuve la respiración cuando me tomó de la mano con una gran gentileza que contrastaba con su aspecto. Levantó mis dedos llevándolos cerca de sus labios. Sus ojos oscuros estaban fijos en los míos. Se me aceleró el pulso pero parecía que mi corazón estuviese en otro sitio. Inhaló el aire como si oliese mi sangre hirviendo bajo mi piel y contuve un escalofrío apretando la mandíbula.

  –Depende de que mujer –susurró y todo mi cabello se erizó–. Tengo las llaves –cambió de tema tan radical que casi me caigo–. Vienes conmigo o… has cambiado de idea.

    Intercambié una mirada con él, Liam parecía contener el aliento mientras mantenía su mano tomando todavía la mía. Tiré de ese agarre pero no para retirarlo, sino para llevarlo detrás de mí.

  – ¿Qué habitación es?

    Noté como él recuperaba el aliento al soltar una intensa y sonora respiración y me siguió sin oponer resistencia.

  –La seis.

    La última y la más alejada. Liam, has pensado en todo, pensé al tiempo que me dirigía a ella.

 

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