Gaela 1

Gaela 1
SAGA PRIMERA

jueves, 5 de febrero de 2015

Capítulo 12


    Levanté con rapidez la cabeza al escuchar esa voz inconfundible y me di de lleno con unos ojos azules vacíos y fijos en mí.

    Ni hecho a postas. Yo blasfemando y él, aparece de la nada.

    Sexo con el primero que se te cruce…

    Con él no, este tío era tan cabrón como el que se acababa de ir.

    Liam estaba a mi lado, con un brazo apoyado en la barra y el cuerpo un poco encorvado a un lado, su otra mano se escondía en su bolsillo y tanto sus ojos como su rostro eran indescifrables.

    Traté de no mirarlo fijamente, de verdad que lo intenté con toda mi fuerza, pero como un volcán en plena erupción, mi cuerpo estaba al mismo nivel descontrolado. Esa obsesión de deseo irrefrenable por él era como una maldita piedra en el zapato, incrustada para toda la vida.

    Liam podría adornar la portada de una revista de un pequeño pueblo y convertirla en una de mayor ventas con tan solo salir él en la portada, e incluso, si sacaran una foto de ese cuerpo tal y como iba vestido completamente, con tan solo los tres primeros botones de su camisa desabrochados mostrando ese mínimo trozo de piel, y la colocaran en un calendario para recoger dinero y donarlo a una causa benéfica, Dios, esa causa sacaría una buena tajada.

    No me costaba mucho imaginarme a Liam, con la americana y la camisa abierta, dejando a la vista un torso musculado, bronceado, su tableta de chocolate y una línea de vello, en forma de flecha en el vientre que llevaba a un paraíso… bueno, no me importaría ver lo que había justo en la punta de esa flecha…

    Sacudí la cabeza y busqué el botón de parada automática de mi cerebro para eliminar cuanto antes esas imágenes, y me recordé que el petulante que tenía delante, me había echado por su segunda vez de una cita y me había dejado sin comer.

  – ¿Vienes a regodearte?

  – ¿De qué? ¿De qué me dejaras plantado por ese tío? –preguntó sin sentimientos y con la frente arrugada.

  – ¿Cómo?

    Abrí la boca porque todo me superaba. El jinete, únicamente planchó su frente y continuó en sus trece de no expresar nada en su cara.

  –Encantado te daría de comer– su voz era similar a su rostro, por un momento pensé que me leía la carta en vez de conversar–, es más, la idea que tenía en la mente era esa, darte de comer, pero después de desaparecer de la mano de un completo idiota, esa idea ha quedado completamente fulminada.

    Presioné fuertemente los dientes y solté el aire en un siseo.

    Será…

  –Tú te has ido con tus amigos y me has dejado sola en un salón lleno de gente.

    Le recordé con el mentón en alto. ¿Pero de que iba? Y encima se mostró ofendido, o eso me pareció a mí, ya que su rostro, en cuestión de segundos se volvió oscuro y más vacío que antes.

  –Te dije que tenía que solucionar una cosa –indicó con vehemencia.

    La rubia con la que había salido del brazo pasó por mi cabeza con lentitud, mostrándome aspectos que más me valía olvidar.

  –Un polvete rápido…

  –Puedes hacer el favor de callarte –farfulló con los dientes apretados.

    Nos medimos en silencio durante unos pocos segundos, los mismos que necesitábamos los dos para relajarnos, yo porque Ivan ya se había encargado de ponerme de mala leche y Liam no hacía nada por mejorarlo y él… no lo tenía muy claro, pero sabía seguro que lo necesitaba.

  –Me has echado por segunda vez, Liam, y esta vez, ni siquiera te has dignado en despedirte…

  –No lo hecho…

  –Estamos aquí, y no en una mesa, sentados uno delante del otro comiendo.

    Mi explicación lo dejó brevemente sin palabras, o simplemente es que organizaba su cabeza para saber que inventar y hacerlo tan creíble como que los unicornios existen.

    Dirigió una rápida mirada hacia la serie de botellas que había bien colocadas en la estantería de cristal al otro lado de la barra y de nuevo me devolvió esa mirada fría, vacía y sin lectura previsible para saber la que s eme avecinaba.

  –Le dije al metre que te acompañara a la mesa que tenían preparada para nosotros, tenía que solucionar unas cosas, ¿y cuál ha sido mi sorpresa? –Su voz era casi tan oscura como su aspecto salvaje–. Que ya no estabas. Cuando ese besugo me informó de que te ibas, sólo pensé en encontrarte, cogerte del pelo y arrastrarte de vuelta. Únicamente deseaba darte un escarmiento, hasta me imaginé que clase de castigo ponerte por atreverte a dejarme plantado sin decirme una mierda, casi golpeo al camarero por permitir que te fueras… –Apretó el puño con fuerza y supe que se controlaba, después bajó la mirada, una décima de segundo y cuando volvió a mirarme, el vacío de su cara y la serenidad de su cuerpo habían vuelto a él.

    Me quedé callada, meditando todo el discursito que había dicho, y una parte de mí se lo creyó, porque el recuerdo de su entrada en el ascensor, con su rostro lleno de ira, el móvil en la mano y sus palabras, aunque sonaran lejanas, se podía calificar de ser una llamada agresiva de busca y captura, antes no lo había comparado conmigo y ahora lo relacionaba.

  – ¿Debería creerte?

    Formulé mi pregunta para no sentirme más masoquista de lo que ya me sentía por creer en su palabra. Deseaba demostrar que tenía personalidad, fuerza de voluntad, pero lo único que había demostrado al formularla era la realidad, que daba pena.

  –Sí –contestó Liam con mucha seguridad.

  –Te has ido con otra mujer.

    Algo flaqueaba en mis emociones y parecía ponerse de su parte, olvidando que yo era la dueña de mis sentimientos.

  –Una que no significa nada en mi vida, puedes estar tranquila.

    Ese ser egocéntrico era insuperable, imposible que hubiera dos como él. Pasé de la desazón al calentón, e incluso la burbuja de sensibilidad que me había rodeado explotó con la simple llama de una cerilla.

  –Me da igual las mujeres con las que...

  –Vale –cortó y cerró los ojos como si le pesaran mucho los parpados. Otro gesto de control–. Tengo que recordarte que, tú también te has ido con otro–. Liam se me acercó y esas cuencas azules de pronto, me atraparon de una forma fija y constante, tanto que, me robó el aliento, y muchos de los pensamientos que rondaban en mi cabeza se esfumaron–.Y te digo que, sólo por tu bien, no vuelvas a dejarme plantado por otro hombre.

  –No te dejaba plantado por otro hombre –me excusé como si necesitara darle una explicación, su último tono de voz me había despertado una sensación en el estómago muy extraña y esos ojos azules… eran hipnóticos, era como si me obligara a decir la verdad. Fue muy extraño–. Ivan ni siquiera sabía que estaba aquí… –Parecía yo no era quien hablaba, y casi no llegaba a escuchar mi voz, era débil a comparación con el sonido reinante que nos rodeaba–, él… no suele saber nunca donde estoy y no suele llamarme. Coincidí con el abajo y…

    Me silencié, había dicho demasiado y no comprendía el motivo ni como había podido ser tan sumamente sincera, no obstante, una parte de mí se sintió aliviada y la otra decepcionada por ser tan bocazas, pero en ese momento me sentía como si me hubiesen inyectado el suero de la verdad en el cuerpo.

    Sacudí la cabeza y parpadeé bajando la mirada para poder centrarme. Y otra vez, me sentía otra vez yo misma.

  –Interesante.

    Murmuró Liam para sí mismo y me animó a mirarlo de nuevo. Esta vez estaba más preparada con lo cual, no me dejé llevar por el color de sus ojos, cuyo azul parecía fascinado a la vez que escudriñador.

    Fue algo raro, pero desapareció tan rápido como una estrella fugaz. Y antes de que su fuerza erótica ejerciera más poder sobre mí, cambié de tema y reanudé la conversación anterior.

    Mi fuga y destacar sobre todo su forma de afrontarlo. Los dos teníamos que estar a la misma altura

  –Así que me has seguido, aun rompiendo con tu norma principal, has salido detrás de mí, y ahora, buscas, de nuevo, que te pida perdón.

    Al mismo tiempo que lo dije una parte de mí se sintió poderosa, era como si yo lo controlara, como si yo ejerciera tanta fuerza en ese hombre como para que saliera detrás de mí. Y eso me gustó.

    ¿A quién no le gustaba sentirse tan poderosa delante de un hombre que hacía que besaras el suelo que él pisaba?

  –Eso lo discutiremos luego –comentó seguro de sí mismo.

  –Yo creo que no.

  –Oh sí –dijo con voz grabe y cortando mi respiración cuando sus ojos se clavaron en los míos fijamente–. Tenemos una conversación pendiente.

  –No tenemos nada –murmuré.

    Otra vez. Mierda.

    ¿Pero que tenían esos ojos azules que llegaban a dejarme tan sumamente tonta?

  –Morena, ahora estoy mucho más calmado. No la cagues con esas negaciones que me ponen de los nervios –me amenazó con una mirada fría–. Verte en el ascensor y ver que, aun estando él, tu mirada se desviaba hacia mí… ha sido muy productivo.

    Lo dijo con mofa y me tensé al pensar en todo lo sucedido. El recuerdo y las imágenes vinieron sin más y la vergüenza me tiñó los mofletes de rojo pasión.

    ¿Y ahora que quería? ¿Burlarse de mí?

    Giré mi cabeza y miré hacia delante, fijando mi mirada en la línea de botellas de alcohol de buena marca que había en una de las estanterías, pensando que tal vez, al ver mi actitud pasota, lo disuadiera en quedarse.

  –Te gusta juntarte con chicos malos,… te gusta la adrenalina –ronroneó sin piedad y arrastrando las palabras de una forma seductora.

    Mis manos temblaron cuando el murmullo tentador de sus palabras acarició mi cuerpo. La verdad es que no se equivocaba, si echaba un vistazo a mi pasado y a mi corta lista de conquistas, todos eran unos cabrones empedernidos, y no sabía elegir cuál de todos era el peor…bueno, tenía que reconocer que los dos últimos superaban los límites de mi cordura, así que, o Ivan o Liam, encabezaban la lista de mis números uno en decisiones: malas, peligrosas y masoquistas.

    Dejé mis pensamientos en las nubes y no contesté a su afirmación, me mantuve firme con la vista aun en una botella de licor de melocotón y me agarré a la barra cuando lo sentí acercarse un poco.

  –Está claro que sí –continuó. Por lo visto mis esfuerzos de parecer desinteresada fracasaban y Liam lo sabía, su voz había adquirido un tono ronco–. Lo que no entiendo es lo que ves en él –dijo con desdén y chulería.

    Me giré y lo miré, estaba muy cerca, tanto que si me encorvaba hacia delante tendría su pecho en mis labios y podía meter mi nariz en ese trozo de piel morena que se asomaba en la parte de arriba de su camisa. Era demasiado tentador, pensé en hacerlo, hasta incluso sacar mi lengua y lamerlo…

    Para. Me grité y apreté los puños con fuerza, después bajé mi mirada para no mirarlo a él.

    Liam continuó al mismo nivel:

  –Está claro que lo sucedido en el ascensor no era para nada…algo tenso. A tu novio no le preocupa que un hombre te mire, le preocupa más su ego, lo que le convierte en un idiota. –Levanté la vista y lo miré incrédula, pero al cruzarme con sus ojos… sentí ese estremecimiento que me provocaba su mirada, era radiactiva–. Su comportamiento, desde luego no ha sido muy acertado, más bien lo ha convertido en un patético payaso. Ha tratado de engañarme cuando te ha metido los dedos en el culo, vale, reconozco que en ese momento… Bueno, me ha engañado, pero no mucho–. Sacó la mano de su bolsillo y bajó su cabeza, a mí mismo nivel de altura para poder intensificar su mirada sobre la mía, después, cuando continuó, bajó el tono de su voz–; Porque, si fueras mía, me aseguraría de saber dónde estás las veinticuatro horas del día y con quién quedas, de conocer bien al individuo en cuestión, y sobre todo, si observara que puedes correr peligro, yo mismo te acompañaría a esa reunión–. Sus labios se alargaron con picardía–. Y desde luego que, nuestros encuentros en un ascensor no serían ni meramente parecidos. Yo juego en una liga superior, no me van los juegos de pinypon–. Se separó y se encogió de hombros–. Pero quizás sólo se haga el fuerte y muestre una indiferencia a base de controlarte, en cuyo caso, me parece un imbécil igualmente por no permitirse el lujo de sobar, bien sobada, a la mujer con la que se va a casar.

    Me dejó alucinada y muy sorprendida, pero mi orgullo herido y bastante inflamado me despertó a una defensa, y no solo por mí, sino porque nunca me había gustado que me señalaran mi error o la mierda de relación que mantenía con Ivan.

    Mis amigos me juzgaban u opinaban continuamente, y eso me molestaba, pero que un desconocido, aunque tuviese razón, opinara o se atreviera a valorarlo, era por encima de todo, insostenible.

  –Vaya, que bueno eres ¿no? Acabas de desperezar mi relación con un monólogo de mierda. Seguro que esto te funciona con todas las tías.

    El canalla tuvo la cara de sonreír, y esa sonrisa consiguió que me temblaran las piernas, pero ahora no era momento de ponerme revoltosa.

  –Juzgo lo que veo, y casi nunca me equivoco –se atrevió a añadir.

    Aguanta Gaela y ponle los puntos sobre las “i”.

  –Déjame decirte una cosa yo a ti ahora –le pedí. Se pasó la mano por la barbilla y me indicó, con el dedo que continuará–. Eres un cazador que está acostumbrado a encontrar presas fáciles y lo suficientemente juguetonas como para lidiar con tus problemas personales, pero ahora estas aburrido y quieres darle emoción a tu vida, así que, aquí estas, buscando un plan difícil, tipo reto conmigo porque verdaderamente a quien le gusta la adrenalina y el riesgo es a ti.

  –Puede –reconoció sin cambios en su humor.

  –Y encima tienes un plan. Sueltas un rollo intenso, erótico, provocador y muy claro para dejar impresionada a tu presa en su primera cita, cuya mujer queda babeando y parpadeando por tu plena sinceridad–. Se atrevió a sentirse halagado. Esa sonrisa y su superioridad me lanzaron al vacío y no pude mantener un nivel de voz adecuado, pasé a atacar en vez de hablar–. Es un buen plan, pero no te funciona conmigo porque yo te veo con la pinta de ser un tío al que le van los revolcones de un día con juguetes de por medio. Que se cree el creador del Kamasultra y fanfarronea de saber de mujeres con un ego envidiable, pero si supieras algo sobre las mujeres o sobre mí, sabrías que, estoy capacitada para elegir mis propios amantes, y tú, no eres uno de mi elección.

    Si me esperaba una felicitación por mi perfecta descripción bien podía esperar sentada, al igual que, mi descaro a la forma de hablar bien valía la pena disfrutarla, porque antes de que cerrara los ojos de nuevo, las cosas habían cambiado y la electricidad, proveniente de su cuerpo, me arrasó cuando ese cuerpo se incorporó recto y me mostró una imagen de lo más sexy pero a la vez dominante, cuando se cruzó de brazos. 

  –Te has equivocado en una cosa –dijo–. No soy un santo Gaela Lee, pero no voy por ahí de caza furtiva. Limito mis posibilidades con mujeres solteras, exceptuando contigo–. Levantó las cejas señalándome para dar más énfasis a sus palabras–. He deseado echarme a un lado y no joder el supuesto compromiso que tienes, pero aparte de que… No dejo de pensar en cómo sería follar contigo en todas las posiciones, ahora, me he dado cuenta de que ese tío, con el que estás comprometida, no merece mi respeto, así que, no desistiré.

    La piel se me erizó y el músculo que tenía entre las piernas vibró al escuchar lo que ese hombre deseaba meterse en ella. Era halagador, provocador, pero entonces, ¿porque me sentía aterrada a la vez que súper excitada?

  –En tal caso te sugiero que sepas rezar, porque nunca probaras ninguna postura que tenga tu mente enferma montarse conmigo.

    Liam cambió de postura, una en la que lo sentí más cerca y su aroma envolvió mi cuerpo como si fuera una toalla mojada y muy pesada.

    Me encantó.

  –Soy muy bueno en conseguir lo que deseo, y en este instante, quiero probar lo que tienes entre las piernas.

    Joder.

    Interiormente silbé de una forma obscena y descarada.

    Ese azul por un instante brilló como una explosión. Era increíble la decisión en ese hombre y una parte, la lunática que tenía dentro, dio saltitos de alegría al saber cómo o qué haría para tentarme.

  –Eres codicioso –afirmé sin voz y sin fuerza.

  –Lo somos todos, antes o después todos codiciamos aquello que no podemos tener. Yo, por suerte, solo codicio tu cuerpo. –La tenacidad de sus palabras estaban cargadas de intenciones y promesas.

    Por fin me daba cuenta. El jinete del apocalipsis había vuelto, y la oscuridad que lo rodeaba era lo que me arrollaba a mí.

    Una lástima… Hubiese deseado disfrutar un poco más de su faceta juguetona.

  –Y sigues insistiendo. Debe de ser un infierno para ti escuchar la negación de mi boca.

    No tenía fuerzas para hablar. Era frenético perder mi propio sonido de voz, sentir con intensidad como su efecto caía poco a poco encima de mí y eso de todavía no se había mostrado como realmente era.

  –No lo niego. Y me excita que me digas que no, y más, cuando después de mirarme con esos ojos hambrientos, continúas rechazándome. –Se silenció, a lo mejor esperaba que contestara, pero… ¿Cómo? Ese hombre me abrumaba, me confundía y me escandalizaba al desear muchas cosas malas–. Es muy provocador.

    Tú eres el provocador. Cerdo.

  –No lo hago para incitarte a nada.

  –Lo sé, pero…Me encanta que me mires de esa manera. Me resulta más fácil leerte.

    Interesante.

  – ¿Ahora también me lees? –pregunté con provocación.

    La conversación s eme antojó muy interesante. Esta faceta me gustaba de él, era sorprendente como lo mostraba y como hacía que me sintiera.

    Con Liam todo era una enorme y peligrosa Montaña Rusa.

  –Eres como un libro abierto, un poco desordenado, pero de lectura fascinante.

  –Hagamos una prueba. –Me coloqué recta en el taburete, apoyé mis manos en los muslos y lo miré directamente a los ojos, dejándome llevar, por primera vez, en ese intenso color–. ¿Dime que ves ahora en mi mirada?

    Liam me miró, serio y como si fuera todo un profesional; leyó, escudriñó y finalmente sonrió de lado.

  –Será mejor que continuemos esta conversación en otro lugar más íntimo.

    Con todo el derecho del mundo y como si se creyera mi amo, me cogió de la mano y tiró de mí. Caí del taburete por que, por lo visto no solo mi voz había perdido fuerzas, sino que mi cuerpo copió el mismo comportamiento, pero Liam, por suerte me cogió y me apretó a su cuerpo.

    Eso ya fue demasiado.

    El local entero comenzó a darme vueltas y tanto mi respiración, como mi latido o la electricidad reinante, se revolucionaron.

  –Ivan…

    Murmuré buscando cualquier excusa que me alejara de ese hombre ya que yo misma no tenía intenciones de quitarme de encima tanta masa muscular.

  –Ivan tardará, y podrás vigilarlo desde el lugar donde te voy a llevar –cortó con una autoridad indiscutible.

  –No –repuse, tratando con todas mis fuerzas retirar a ese maldito demonio de mi cercanía.

  –Se lo que necesitas, Gaela. Ambos lo necesitamos.

    Noté su aliento chocar contra mi mejilla. No tuve el valor de mirarlo, si mis ojos se cruzaban con los suyos… Estaba más que pérdida.

  – ¿Y qué necesitamos? –pregunté y mi voz ya delataba la falta de aire, de sentido y de voluntad.

  –Con todo mi oscuro corazón, yo te necesito a ti –susurró ronco y sin respiración.

    Lo miré a los ojos y antes de que pudiese recapacitar en las locura que estaba haciendo, lo estaba siguiendo entrelazando sus dedos con los míos. Pero no salimos del restaurante, nos introducimos en un pasillo y después torcimos a la derecha. Liam se frenó al llegar a una puerta cerrada, la a abrió y se echó a un lado para dejarme pasar. Miré ese cuarto oscuro y mi corazón dio un brinco.

    Si entras ya no podrás salir.

    Me recordó mi conciencia que estaba tan aturdida emocionalmente como yo.

  –Gaela, no te vas a negar a mí, porque, ya has dado un gran paso para llegar hasta aquí, así que, entra de una vez –me ordenó mientras alargaba un brazo y me tomaba de la mano.

    Otro error más para añadir a la lista.

    Entré dentro, Liam entró detrás y encendió las luces, después cerró la puerta y el sonido del portazo me tensó. Todo mi cuerpo se congeló y la sangre, cuyo líquido había funcionado ligero por mi cuerpo, se frenó en seco mandándome señales de caída extrema en la oscuridad.

    Antes de mirar donde me encontraba me giré cara él. Su postura era la de un depredador, un demonio a las puertas del propio infierno, esperando, con gran paciencia, mis pasos para acompañarlo más debajo de las tierras que pisábamos. Me estremecí, Liam tenía una apariencia más salvaje que nunca.

    ¿Dónde te has metido?

    Ese demonio se quitó la americana con una lentitud total, hasta ese gesto me pareció alarmante y peligroso, la dejó caer por esa gran espalda, después resbaló por sus fuertes brazos y apoyó esa prenda, que ya había calificado de capa del demonio, encima de una de las sillas que había bien colocada al lado de la puerta, luego se giró con el rostro decidido y sus pupilas dilatadas.

  –El juego se ha terminado, ahora hablaremos de nuestros asuntos personales.

    Mierda, había caído en una trampa.

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