Levanté con rapidez la cabeza al escuchar
esa voz inconfundible y me di de lleno con unos ojos azules vacíos y fijos en
mí.
Ni hecho a postas. Yo blasfemando y él,
aparece de la nada.
Sexo con
el primero que se te cruce…
Con él no, este tío era tan cabrón como el que
se acababa de ir.
Liam estaba a mi lado, con un brazo apoyado
en la barra y el cuerpo un poco encorvado a un lado, su otra mano se escondía
en su bolsillo y tanto sus ojos como su rostro eran indescifrables.
Traté de no mirarlo fijamente, de verdad
que lo intenté con toda mi fuerza, pero como un volcán en plena erupción, mi
cuerpo estaba al mismo nivel descontrolado. Esa obsesión de deseo irrefrenable
por él era como una maldita piedra en el zapato, incrustada para toda la vida.
Liam podría adornar la portada de una
revista de un pequeño pueblo y convertirla en una de mayor ventas con tan solo
salir él en la portada, e incluso, si sacaran una foto de ese cuerpo tal y como
iba vestido completamente, con tan solo los tres primeros botones de su camisa
desabrochados mostrando ese mínimo trozo de piel, y la colocaran en un
calendario para recoger dinero y donarlo a una causa benéfica, Dios, esa causa
sacaría una buena tajada.
No me costaba mucho imaginarme a Liam, con
la americana y la camisa abierta, dejando a la vista un torso musculado,
bronceado, su tableta de chocolate y una línea de vello, en forma de flecha en
el vientre que llevaba a un paraíso… bueno, no me importaría ver lo que había
justo en la punta de esa flecha…
Sacudí la cabeza y busqué el botón de
parada automática de mi cerebro para eliminar cuanto antes esas imágenes, y me
recordé que el petulante que tenía delante, me había echado por su segunda vez
de una cita y me había dejado sin comer.
– ¿Vienes a regodearte?
– ¿De qué? ¿De qué me dejaras plantado por
ese tío? –preguntó sin sentimientos y con la frente arrugada.
– ¿Cómo?
Abrí la boca porque todo me superaba. El
jinete, únicamente planchó su frente y continuó en sus trece de no expresar
nada en su cara.
–Encantado te daría de comer– su voz era
similar a su rostro, por un momento pensé que me leía la carta en vez de
conversar–, es más, la idea que tenía en la mente era esa, darte de comer, pero
después de desaparecer de la mano de un completo idiota, esa idea ha quedado
completamente fulminada.
Presioné fuertemente los dientes y solté el
aire en un siseo.
Será…
–Tú te has ido con tus amigos y me has dejado
sola en un salón lleno de gente.
Le recordé con el mentón en alto. ¿Pero de
que iba? Y encima se mostró ofendido, o eso me pareció a mí, ya que su rostro,
en cuestión de segundos se volvió oscuro y más vacío que antes.
–Te dije que tenía que solucionar una cosa
–indicó con vehemencia.
La rubia con la que había salido del brazo
pasó por mi cabeza con lentitud, mostrándome aspectos que más me valía olvidar.
–Un polvete rápido…
–Puedes hacer el favor de callarte –farfulló
con los dientes apretados.
Nos medimos en silencio durante unos pocos
segundos, los mismos que necesitábamos los dos para relajarnos, yo porque Ivan
ya se había encargado de ponerme de mala leche y Liam no hacía nada por
mejorarlo y él… no lo tenía muy claro, pero sabía seguro que lo necesitaba.
–Me has echado por segunda vez, Liam, y esta
vez, ni siquiera te has dignado en despedirte…
–No lo hecho…
–Estamos aquí, y no en una mesa, sentados uno
delante del otro comiendo.
Mi explicación lo dejó brevemente sin
palabras, o simplemente es que organizaba su cabeza para saber que inventar y
hacerlo tan creíble como que los unicornios existen.
Dirigió una rápida mirada hacia la serie de
botellas que había bien colocadas en la estantería de cristal al otro lado de
la barra y de nuevo me devolvió esa mirada fría, vacía y sin lectura previsible
para saber la que s eme avecinaba.
–Le dije al metre que te acompañara a la mesa
que tenían preparada para nosotros, tenía que solucionar unas cosas, ¿y cuál ha
sido mi sorpresa? –Su voz era casi tan oscura como su aspecto salvaje–. Que ya
no estabas. Cuando ese besugo me informó de que te ibas, sólo pensé en
encontrarte, cogerte del pelo y arrastrarte de vuelta. Únicamente deseaba darte
un escarmiento, hasta me imaginé que clase de castigo ponerte por atreverte a
dejarme plantado sin decirme una mierda, casi golpeo al camarero por permitir
que te fueras… –Apretó el puño con fuerza y supe que se controlaba, después
bajó la mirada, una décima de segundo y cuando volvió a mirarme, el vacío de su
cara y la serenidad de su cuerpo habían vuelto a él.
Me quedé callada, meditando todo el
discursito que había dicho, y una parte de mí se lo creyó, porque el recuerdo
de su entrada en el ascensor, con su rostro lleno de ira, el móvil en la mano y
sus palabras, aunque sonaran lejanas, se podía calificar de ser una llamada
agresiva de busca y captura, antes no lo había comparado conmigo y ahora lo
relacionaba.
– ¿Debería creerte?
Formulé mi pregunta para no sentirme más
masoquista de lo que ya me sentía por creer en su palabra. Deseaba demostrar
que tenía personalidad, fuerza de voluntad, pero lo único que había demostrado
al formularla era la realidad, que daba pena.
–Sí –contestó Liam con mucha seguridad.
–Te has ido con otra mujer.
Algo flaqueaba en mis emociones y parecía
ponerse de su parte, olvidando que yo era la dueña de mis sentimientos.
–Una que no significa nada en mi vida, puedes
estar tranquila.
Ese ser egocéntrico era insuperable,
imposible que hubiera dos como él. Pasé de la desazón al calentón, e incluso la
burbuja de sensibilidad que me había rodeado explotó con la simple llama de una
cerilla.
–Me da igual las mujeres con las que...
–Vale –cortó y cerró los ojos como si le
pesaran mucho los parpados. Otro gesto de control–. Tengo que recordarte que,
tú también te has ido con otro–. Liam se me acercó y esas cuencas azules de
pronto, me atraparon de una forma fija y constante, tanto que, me robó el
aliento, y muchos de los pensamientos que rondaban en mi cabeza se esfumaron–.Y
te digo que, sólo por tu bien, no vuelvas a dejarme plantado por otro hombre.
–No te dejaba plantado por otro hombre –me
excusé como si necesitara darle una explicación, su último tono de voz me había
despertado una sensación en el estómago muy extraña y esos ojos azules… eran
hipnóticos, era como si me obligara a decir la verdad. Fue muy extraño–. Ivan
ni siquiera sabía que estaba aquí… –Parecía yo no era quien hablaba, y casi no
llegaba a escuchar mi voz, era débil a comparación con el sonido reinante que
nos rodeaba–, él… no suele saber nunca donde estoy y no suele llamarme.
Coincidí con el abajo y…
Me silencié, había dicho demasiado y no
comprendía el motivo ni como había podido ser tan sumamente sincera, no
obstante, una parte de mí se sintió aliviada y la otra decepcionada por ser tan
bocazas, pero en ese momento me sentía como si me hubiesen inyectado el suero
de la verdad en el cuerpo.
Sacudí la cabeza y parpadeé bajando la
mirada para poder centrarme. Y otra vez, me sentía otra vez yo misma.
–Interesante.
Murmuró Liam para sí mismo y me animó a
mirarlo de nuevo. Esta vez estaba más preparada con lo cual, no me dejé llevar
por el color de sus ojos, cuyo azul parecía fascinado a la vez que
escudriñador.
Fue algo raro, pero desapareció tan rápido
como una estrella fugaz. Y antes de que su fuerza erótica ejerciera más poder
sobre mí, cambié de tema y reanudé la conversación anterior.
Mi fuga y destacar sobre todo su forma de
afrontarlo. Los dos teníamos que estar a la misma altura
–Así que me has seguido, aun rompiendo con tu
norma principal, has salido detrás de mí, y ahora, buscas, de nuevo, que te
pida perdón.
Al mismo tiempo que lo dije una parte de mí
se sintió poderosa, era como si yo lo controlara, como si yo ejerciera tanta
fuerza en ese hombre como para que saliera detrás de mí. Y eso me gustó.
¿A quién no le gustaba sentirse tan
poderosa delante de un hombre que hacía que besaras el suelo que él pisaba?
–Eso lo discutiremos luego –comentó seguro de
sí mismo.
–Yo creo que no.
–Oh sí –dijo con voz grabe y cortando mi
respiración cuando sus ojos se clavaron en los míos fijamente–. Tenemos una
conversación pendiente.
–No tenemos nada –murmuré.
Otra
vez. Mierda.
¿Pero que tenían esos ojos azules que
llegaban a dejarme tan sumamente tonta?
–Morena, ahora estoy mucho más calmado. No la
cagues con esas negaciones que me ponen de los nervios –me amenazó con una
mirada fría–. Verte en el ascensor y ver que, aun estando él, tu mirada se
desviaba hacia mí… ha sido muy productivo.
Lo dijo con mofa y me tensé al pensar en
todo lo sucedido. El recuerdo y las imágenes vinieron sin más y la vergüenza me
tiñó los mofletes de rojo pasión.
¿Y ahora que quería? ¿Burlarse de mí?
Giré mi cabeza y miré
hacia delante, fijando mi mirada en la línea de botellas de alcohol de buena
marca que había en una de las estanterías, pensando que tal vez, al ver mi
actitud pasota, lo disuadiera en quedarse.
–Te gusta juntarte con chicos malos,… te
gusta la adrenalina –ronroneó sin piedad y arrastrando las palabras de una
forma seductora.
Mis manos temblaron cuando el murmullo
tentador de sus palabras acarició mi cuerpo. La verdad es que no se equivocaba,
si echaba un vistazo a mi pasado y a mi corta lista de conquistas, todos eran
unos cabrones empedernidos, y no sabía elegir cuál de todos era el peor…bueno,
tenía que reconocer que los dos últimos superaban los límites de mi cordura,
así que, o Ivan o Liam, encabezaban la lista de mis números uno en decisiones:
malas, peligrosas y masoquistas.
Dejé mis pensamientos en las nubes y no
contesté a su afirmación, me mantuve firme con la vista aun en una botella de
licor de melocotón y me agarré a la barra cuando lo sentí acercarse un poco.
–Está claro que sí –continuó. Por lo visto
mis esfuerzos de parecer desinteresada fracasaban y Liam lo sabía, su voz había
adquirido un tono ronco–. Lo que no entiendo es lo que ves en él –dijo con
desdén y chulería.
Me giré y lo miré, estaba muy cerca, tanto
que si me encorvaba hacia delante tendría su pecho en mis labios y podía meter
mi nariz en ese trozo de piel morena que se asomaba en la parte de arriba de su
camisa. Era demasiado tentador, pensé en hacerlo, hasta incluso sacar mi lengua
y lamerlo…
Para.
Me grité y apreté los puños con fuerza, después bajé mi mirada para no mirarlo
a él.
Liam continuó al mismo nivel:
–Está claro que lo sucedido en el ascensor no
era para nada…algo tenso. A tu novio no le preocupa que un hombre te mire, le
preocupa más su ego, lo que le convierte en un idiota. –Levanté la vista y lo
miré incrédula, pero al cruzarme con sus ojos… sentí ese estremecimiento que me
provocaba su mirada, era radiactiva–. Su comportamiento, desde luego no ha sido
muy acertado, más bien lo ha convertido en un patético payaso. Ha tratado de
engañarme cuando te ha metido los dedos en el culo, vale, reconozco que en ese
momento… Bueno, me ha engañado, pero no mucho–. Sacó la mano de su bolsillo y
bajó su cabeza, a mí mismo nivel de altura para poder intensificar su mirada
sobre la mía, después, cuando continuó, bajó el tono de su voz–; Porque, si
fueras mía, me aseguraría de saber dónde estás las veinticuatro horas del día y
con quién quedas, de conocer bien al individuo en cuestión, y sobre todo, si
observara que puedes correr peligro, yo mismo te acompañaría a esa reunión–.
Sus labios se alargaron con picardía–. Y desde luego que, nuestros encuentros
en un ascensor no serían ni meramente parecidos. Yo juego en una liga superior,
no me van los juegos de pinypon–. Se
separó y se encogió de hombros–. Pero quizás sólo se haga el fuerte y muestre
una indiferencia a base de controlarte, en cuyo caso, me parece un imbécil
igualmente por no permitirse el lujo de sobar, bien sobada, a la mujer con la
que se va a casar.
Me dejó alucinada y muy sorprendida, pero
mi orgullo herido y bastante inflamado me despertó a una defensa, y no solo por
mí, sino porque nunca me había gustado que me señalaran mi error o la mierda de
relación que mantenía con Ivan.
Mis amigos me juzgaban u opinaban
continuamente, y eso me molestaba, pero que un desconocido, aunque tuviese
razón, opinara o se atreviera a valorarlo, era por encima de todo,
insostenible.
–Vaya, que bueno eres ¿no? Acabas de
desperezar mi relación con un monólogo de mierda. Seguro que esto te funciona
con todas las tías.
El canalla tuvo la cara de sonreír, y esa
sonrisa consiguió que me temblaran las piernas, pero ahora no era momento de
ponerme revoltosa.
–Juzgo lo que veo, y casi nunca me equivoco
–se atrevió a añadir.
Aguanta
Gaela y ponle los puntos sobre las “i”.
–Déjame decirte una cosa yo a ti ahora –le
pedí. Se pasó la mano por la barbilla y me indicó, con el dedo que continuará–.
Eres un cazador que está acostumbrado a encontrar presas fáciles y lo
suficientemente juguetonas como para lidiar con tus problemas personales, pero
ahora estas aburrido y quieres darle emoción a tu vida, así que, aquí estas,
buscando un plan difícil, tipo reto conmigo porque verdaderamente a quien le
gusta la adrenalina y el riesgo es a ti.
–Puede –reconoció sin cambios en su humor.
–Y encima tienes un plan. Sueltas un rollo
intenso, erótico, provocador y muy claro para dejar impresionada a tu presa en
su primera cita, cuya mujer queda babeando y parpadeando por tu plena
sinceridad–. Se atrevió a sentirse halagado. Esa sonrisa y su superioridad me
lanzaron al vacío y no pude mantener un nivel de voz adecuado, pasé a atacar en
vez de hablar–. Es un buen plan, pero no te funciona conmigo porque yo te veo
con la pinta de ser un tío al que le van los revolcones de un día con juguetes
de por medio. Que se cree el creador del Kamasultra
y fanfarronea de saber de mujeres con un ego envidiable, pero si supieras algo
sobre las mujeres o sobre mí, sabrías que, estoy capacitada para elegir mis
propios amantes, y tú, no eres uno de mi elección.
Si me esperaba una felicitación por mi
perfecta descripción bien podía esperar sentada, al igual que, mi descaro a la
forma de hablar bien valía la pena disfrutarla, porque antes de que cerrara los
ojos de nuevo, las cosas habían cambiado y la electricidad, proveniente de su
cuerpo, me arrasó cuando ese cuerpo se incorporó recto y me mostró una imagen
de lo más sexy pero a la vez dominante, cuando se cruzó de brazos.
–Te has equivocado en una cosa –dijo–. No soy
un santo Gaela Lee, pero no voy por ahí de caza furtiva. Limito mis
posibilidades con mujeres solteras, exceptuando contigo–. Levantó las cejas
señalándome para dar más énfasis a sus palabras–. He deseado echarme a un lado
y no joder el supuesto compromiso que tienes, pero aparte de que… No dejo de
pensar en cómo sería follar contigo en todas las posiciones, ahora, me he dado
cuenta de que ese tío, con el que estás comprometida, no merece mi respeto, así
que, no desistiré.
La piel se me erizó y el músculo que tenía
entre las piernas vibró al escuchar lo que ese hombre deseaba meterse en ella.
Era halagador, provocador, pero entonces, ¿porque me sentía aterrada a la vez
que súper excitada?
–En tal caso te sugiero que sepas rezar,
porque nunca probaras ninguna postura que tenga tu mente enferma montarse
conmigo.
Liam cambió de postura, una en la que lo
sentí más cerca y su aroma envolvió mi cuerpo como si fuera una toalla mojada y
muy pesada.
Me encantó.
–Soy muy bueno en conseguir lo que deseo, y
en este instante, quiero probar lo que tienes entre las piernas.
Joder.
Interiormente silbé de una forma obscena y
descarada.
Ese azul por un instante brilló como una
explosión. Era increíble la decisión en ese hombre y una parte, la lunática que
tenía dentro, dio saltitos de alegría al saber cómo o qué haría para tentarme.
–Eres codicioso –afirmé sin voz y sin fuerza.
–Lo somos todos, antes o después todos
codiciamos aquello que no podemos tener. Yo, por suerte, solo codicio tu
cuerpo. –La tenacidad de sus palabras estaban cargadas de intenciones y
promesas.
Por fin me daba cuenta. El jinete del
apocalipsis había vuelto, y la oscuridad que lo rodeaba era lo que me arrollaba
a mí.
Una lástima… Hubiese deseado disfrutar un
poco más de su faceta juguetona.
–Y sigues insistiendo. Debe de ser un
infierno para ti escuchar la negación de mi boca.
No tenía fuerzas para hablar. Era frenético
perder mi propio sonido de voz, sentir con intensidad como su efecto caía poco
a poco encima de mí y eso de todavía no se había mostrado como realmente era.
–No lo niego. Y me excita que me digas que
no, y más, cuando después de mirarme con esos ojos hambrientos, continúas
rechazándome. –Se silenció, a lo mejor esperaba que contestara, pero… ¿Cómo?
Ese hombre me abrumaba, me confundía y me escandalizaba al desear muchas cosas
malas–. Es muy provocador.
Tú
eres el provocador. Cerdo.
–No lo hago para incitarte a nada.
–Lo sé, pero…Me encanta que me mires de esa
manera. Me resulta más fácil leerte.
Interesante.
– ¿Ahora también me lees? –pregunté con
provocación.
La conversación s eme antojó muy
interesante. Esta faceta me gustaba de él, era sorprendente como lo mostraba y
como hacía que me sintiera.
Con Liam todo era una enorme y peligrosa Montaña Rusa.
–Eres como un libro abierto, un poco
desordenado, pero de lectura fascinante.
–Hagamos una prueba. –Me coloqué recta en el
taburete, apoyé mis manos en los muslos y lo miré directamente a los ojos,
dejándome llevar, por primera vez, en ese intenso color–. ¿Dime que ves ahora
en mi mirada?
Liam me miró, serio y como si fuera todo un
profesional; leyó, escudriñó y finalmente sonrió de lado.
–Será mejor que continuemos esta conversación
en otro lugar más íntimo.
Con todo el derecho del mundo y como si se
creyera mi amo, me cogió de la mano y tiró de mí. Caí del taburete por que, por
lo visto no solo mi voz había perdido fuerzas, sino que mi cuerpo copió el
mismo comportamiento, pero Liam, por suerte me cogió y me apretó a su cuerpo.
Eso ya fue demasiado.
El local entero comenzó a darme vueltas y
tanto mi respiración, como mi latido o la electricidad reinante, se
revolucionaron.
–Ivan…
Murmuré buscando cualquier excusa que me
alejara de ese hombre ya que yo misma no tenía intenciones de quitarme de
encima tanta masa muscular.
–Ivan tardará, y podrás vigilarlo desde el
lugar donde te voy a llevar –cortó con una autoridad indiscutible.
–No –repuse, tratando con todas mis fuerzas
retirar a ese maldito demonio de mi cercanía.
–Se lo que necesitas, Gaela. Ambos lo
necesitamos.
Noté su aliento chocar contra mi mejilla.
No tuve el valor de mirarlo, si mis ojos se cruzaban con los suyos… Estaba más
que pérdida.
– ¿Y qué necesitamos? –pregunté y mi voz ya
delataba la falta de aire, de sentido y de voluntad.
–Con todo mi oscuro corazón, yo te necesito a
ti –susurró ronco y sin respiración.
Lo miré a los ojos y antes de que pudiese
recapacitar en las locura que estaba haciendo, lo estaba siguiendo entrelazando
sus dedos con los míos. Pero no salimos del restaurante, nos introducimos en un
pasillo y después torcimos a la derecha. Liam se frenó al llegar a una puerta
cerrada, la a abrió y se echó a un lado para dejarme pasar. Miré ese cuarto
oscuro y mi corazón dio un brinco.
Si
entras ya no podrás salir.
Me recordó mi conciencia que estaba tan
aturdida emocionalmente como yo.
–Gaela, no te vas a negar a mí, porque, ya
has dado un gran paso para llegar hasta aquí, así que, entra de una vez –me
ordenó mientras alargaba un brazo y me tomaba de la mano.
Otro error más para añadir a la lista.
Entré dentro, Liam entró detrás y encendió
las luces, después cerró la puerta y el sonido del portazo me tensó. Todo mi
cuerpo se congeló y la sangre, cuyo líquido había funcionado ligero por mi
cuerpo, se frenó en seco mandándome señales de caída extrema en la oscuridad.
Antes de mirar donde me encontraba me giré
cara él. Su postura era la de un depredador, un demonio a las puertas del
propio infierno, esperando, con gran paciencia, mis pasos para acompañarlo más
debajo de las tierras que pisábamos. Me estremecí, Liam tenía una apariencia
más salvaje que nunca.
¿Dónde
te has metido?
Ese demonio se quitó la americana con una
lentitud total, hasta ese gesto me pareció alarmante y peligroso, la dejó caer
por esa gran espalda, después resbaló por sus fuertes brazos y apoyó esa prenda,
que ya había calificado de capa del demonio, encima de una de las sillas que
había bien colocada al lado de la puerta, luego se giró con el rostro decidido
y sus pupilas dilatadas.
–El juego se ha terminado, ahora hablaremos
de nuestros asuntos personales.
Mierda, había caído en una trampa.
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