Me giró de nuevo, con brusquedad y me pegó
al cristal de espaldas de un empujón. Este hombre era un animal, no había nada
dócil ni en su voz, ni un sus movimientos. Sentí la fría base contra la mitad
mi culo al chocar contra el cristal, y esa quemazón, fue como recibir un
pequeño azote en las nalgas, algo que me gustó tanto como la mirada perturbada
de ese hombre puesta en mí.
–Voy hacerte disfrutar una vez más… Pero
necesito que seas muy receptiva.
–Liam… espera. –Me costaba hablar casi más
que respirar, aun no me había recuperado de ese bestial orgasmo cuando ya lo
tenía otra vez encima exigiéndome su atención.
Si casi no podía prestarme yo misma
atención… ¿Cómo podía concentrarme en él?
No obstante a Liam le dio exactamente
igual, o simplemente se lo pasó por la bragueta.
–Cuanto antes te dejes
llevar por mí… Antes tendrás mi boca en tu coño.
La
madre que lo parió.
Vale, esto no estaba funcionando muy bien,
se me estaba escapando de las manos y aceptar ese delicioso placer era como
aceptar dinero de la mafia, siempre quieren una devolución y con un impuesto,
uno alto por supuesto, por el medio, así que… era hora de informar de algunas
cosas.
Como
por ejemplo; de mi inexperiencia en el juego de; mete y saca.
–Liam…no… –tartamudeaba, no conseguía
aclararme con las palabras y menos con el cuerpo, cuyas extremidades parecían
haberse cogido una baja por agotamiento–…un segundo…
Me tomó una mano y me la colocó en ese
paquete hinchado que tenía entre las piernas, después la mantuvo en ese lugar
presionando la suya con la mía para que no la quitara, pero al notar lo que
tenía entra las manos, no hacía falta presionar mucho, me había quedado
alucinada.
–Notas como tengo la polla… – Ya te digo que sí–. Después, tú me
darás el mismo placer que yo te voy a dar a ti.
Ahí
estaba el impuesto.
Las alarmas en mi cabeza saltaron como si
de un coche de bomberos se tratara. No era que dudara de sus palabras, era
simplemente que en mi condición de virgen hasta los veintidós años, no era un
buen plan asustar al hombre con un chorro de sangre.
–Liam –lo llamé al mismo tiempo que quitaba
esa mano de su pene.
Liam forcejeó conmigo, y en un acto de
violencia, me soltó la mano y con rapidez la suya fue a parar a mi cabello,
tiró con violencia y mi cuello se dobló de tal forma que pasé de ver sus ojos a
estar con la vista clavada en el techo.
–No te me vas a negar –me advirtió–. Después
de lo que yo he hecho por ti, quiero una recompensa.
A continuación, pasó toda su lengua desde
mi canalillo, subiendo por el cuello hasta la punta de mi barbilla, lugar que
mordió tras guardar la húmeda lengua. Las hormonas se me dispararon y tuve que
cerrar los ojos y morderme los labios para no gritar de puro placer.
–Ni en tus sueños me vas a negar tu sabor
–rugió con ferocidad.
Me soltó con rapidez y me cogió de las
caderas, después me levantó, tomándome en brazos como si fuera una muñeca y me
llevó a una de las mesas para tirarme en ella con las piernas en alto y
abiertas luego, él se colocó en el medio en seguida.
Traté de incorporarme, pero en ese preciso
instante, Liam rozó la zona hipersensible de mi sexo y caí de nuevo de espaldas
encima de la mensa con un grito en la boca. Comencé a respirar como una
embarazada en la camilla de parto y poco a poco sentí como mi corazón
encontraba el término medio de la respiración correcta.
Unas manos fuertes me incorporaron y
terminé sentada con el cuerpo de Liam aun entre mis piernas.
–Gaela, mírame.
Levanté la vista y la clave en esos ojos
azules, brillantes con las pupilas dilatadas completamente. Hubo un silencio,
solo unos segundos donde nuestras mitrada parecían estar perpetuas unidas por
un hilo invisible, pero solo yo notaba ese estado de inútil total, una de las
manos de Liam cayó en mi muslo y la otra subió por mi espalda, moviendo sus
dedos como si mi espina dorsal fuera un teclado. Llegó hasta mi cuello y sus
dedos se abrieron para abarcar más zona y continuar con el masaje. Y en ningún
momento retiré mi mirada de la de él.
–Relájate y disfruta. Escucha solo el sonido
de mi voz. –Le dije que sí con la cabeza mientras notaba como esos dedos
pasaban por debajo de la zona de mi oreja–. Cierra los ojos y nota como se desliza
el sonido por mi garganta y sale por mi boca, no pienses en nada, sólo déjate
llevar por mi voz y mis palabras –mencionó suevamente, casi en un susurro
rebosante de serenidad.
Cerré los ojos y escuché su voz, como una
cuenta y cuando el tres se hizo eco, los abrí y una cortina de colores, como
los puntos en un televisor apagado llenos de arcoíris me invadió la mirada. La
cortina fue desapareciendo poco a poco, al tiempo que sentí un cambio brusco en
el peso de mi cuerpo. Me sentí pluma y llena de electricidad, parpadeé para
centrar mi mirada y de pronto Liam había desaparecido, estaba sentada en la
mesa con las piernas colgando y sola.
– ¿Liam? –murmuré mientras buscaba a mis
lados o a mi espalda y escuché mi voz en ecos, como si fuera un sonido lejano.
–Estoy aquí.
Me giré y me lo encontré, como si hubiese
aparecido de la nada delante de mí, justo entre mis piernas con esa oscura y
feroz mirada llena de sexo prometedor. Mi pulso se aceleró y mi respiración se
volvió loca. Liam se acercó un poco y rozó sus labios con los míos, sólo un
roce, nada de besos, después, soltó un gruñido y se retiró.
Aturdida por lo lento que pasaban los
movimientos ante mí, me apoyé con las manos a la mesa y los brazos extendidos
detrás de mí, y vi con gran claridad como si se tratara de una escena exagerada
de 3d, algo sobre natural, como Liam
se agachaba, apoyaba sus manos en cada uno de mis muslos y me habría más de
piernas, después sacó su lengua y ese movimiento se ralentizó de una forma
inexplicable, hasta que lo sentí, como una batida de aire en mis pliegues.
Me caí de nuevo a la mesa, sólo que la
caída fue diferente, frenada, lenta y como siendo mecida por el viento. Cuando
choqué sentí la brisa que hace la arena cuando un golpe la levanta y la escampa
por todas partes.
Flotar, sí, esa sería la palabra correcta.
–Gaela, mírame.
Levanté la vista y me fijé en esos ojos
azules, pero algo, un cuerpo a su espalda llamó mi atención.
Era Ivan…
Quise incorporarme pero ese cuerpo se duplicó,
y entonces Ivan, varios, nos rodearon. Tal vez ocho, o siete, o cinco… No
estaba muy segura, aparecían y desaparecían formando más cuerpos y uniéndose
entre ellos, pero todo eran ojos grises clavando sus ojos en nosotros.
Tenía que estar alucinando y más, cuando
Liam comenzó su juego, su tortura y su muestra del placer sin sentirse nervioso
porque otro hombre nos observara.
Soltó el aire y dio un lametazo, me arqueé
gruñendo mientras Liam olía con intensidad mi aroma. En un principio sentí
vergüenza de estar tan a la vista, de que un hombre me viera tan desnuda, pero
había algo, una voz en mi cabeza que me decía que esto no era real. Pero sí que
lo era, lo sentía con gran intensidad, ya que aun pensando que estaba soñando
por el ambiente de desconcierto que me rodeaba, el aliento de Liam continuaba
cayendo y era demasiado cálido como para negar todo lo que estaba sucediendo.
–Tu sabor es idéntico a la droga… Me está
volviendo adicto.
Su lengua se metió por los pliegues,
jugando con ellos, mordiéndolos y no pude evitar arquearme con más fuerza,
obligando a mi cuerpo a colocarse en una postura que debería de haberme hecho
daño, pero en mi cuerpo solo había placer.
Esto sólo era el principio, me comunicó mi
cabeza para disfrutar de la envolvente sensación que era tener su boca, sus
labios y su lengua en mí.
Pues el principio me está matando…
Gruñí.
Liam pasó la lengua por toda la zona, de
abajo arriba y llegó hasta mi punto débil, le dio unos golpecitos al principio,
como para acentuar su tacto y después los succionó con calma.
Abrí los ojos con la cabeza de lado, casi
sin fuerzas y me choqué con un Ivan puesto cara mí, el de al lado también me
miraba a mí… Todos me miraban a mí, y me pregunté porque mi imaginación me
metía a ese hombre en la cabeza, pero entonces Liam, como si supiera que no
estaba centrada únicamente en él, succionó con más fuerza tirando de mi piel
como si deseara arrancarla.
Grité de dolor e inmediatamente su lengua
curó la herida infringida con una serie de lengüetazos lentos y pausados, aún
más enloquecedores que los de antes.
– ¿Te gusta esto, Gaela?
–Zea
–mi respuesta fue un grito inteligible.
– ¿Quieres que me detenga?
–Looos…
La risa de Liam chocó contra esa zona y me
estremecí.
–Apenas puedo esperar a oírte implorar cuando
ya no puedas soportar el deseo. –Me rozó de nuevo el clítoris con la punta de
su lengua y yo gemí de nuevo–. Y lo harás.
Esto era increíble, fascinante. No podía
describirlo, me sentía volar, flotar. Lo veía a él entre mis piernas, mientras
que Ivan estaba en todas partes, mirando la escena con cara rabiosa,
fulminándonos con los ojos y apretando los puños con fuerza.
Todo era tan loco como alucinante.
Me sentía drogada y llena de relajantes
musculares. Me sentía en otro mundo. Soñando despierta. Había mil sensaciones y
no podía describir con exactitud ninguna, pero… me encantaba.
No entendía cómo era posible, como podía
estar pensando tales cosas, como tenía tanta imaginación como para disfrutar
del placer de un hombre mientras mi cabeza me mostraba a otro, jodido mientras
observaba lo que le hacían a su futura mujer.
Ohhh,
y Liam.
Desde luego que para ser mi primera vez,
estaba deseando probar el sexo, sentir por fin un pene dentro de mí y quien
mejor que Liam para desflorarme…
Sentí un leve tirón, y Liam despareció de
ese escenario.
Otra vez sola.
Me incorporé y de pronto, las imágenes de
Ivan también desaparecieron con un velo de colores. Inmediatamente, escuché un
golpe, como una campanilla o un chasquido de dedos y caí, caí de una gran
altura a la mesa, choqué casi estampándome contra la madera, pero todo se
trataba de mi imaginación, porque estaba en el mismo salón, encima de la misma
mesa y con la misma postura, solo que Liam se encontraba a unos dos metros
alejado de mí, cabizbajo y dándome la espalda.
Aturdida por la sensación extraña de estar
perdida me pasé la mano por la cara y miré a mí alrededor. Otra vez me sentía
yo misma, pesada y con todo pasando a un ritmo normal. Miré a Liam de nuevo.
– ¿Liam? –Mi voz, aunque con el matiz de la
preocupación resonando, sonó alta y clara.
Se giró con cara incrédula y clavó sus ojos
en mí.
– ¿Eres virgen?
Me tensé del mismo modo que si me hubiese
golpeado con fuerza en la cara. Mierda había vuelto hablar en voz alta. Bajé de
la mesa, me coloqué el vestido y levanté la vista hacia él.
–Sí –contesté como algo natural.
Vale, no era algo tan natural, pero en mi
condición y con la corta lista de novios nada duraderos que había tenido, la
ocasión tampoco se había presentado. Y tampoco esperaba que mi primera vez
fuera con velas, flores o cosas románticas… bueno, algo romántico no me
importaría, pero mi edad era algo que me causaba más problemas que la necesidad
del romanticismo, y aunque no había planeado perder mi virtud con un
desconocido en un restaurante, tampoco me había importado y tampoco me había
negado mucho, por eso, no entendí el motivo de esa cara, parecía pasmado.
– ¿Qué edad tienes? ¿Quince? –preguntó con
sarcasmo.
– ¿Qué? N-no. Tengo veintidós. –Me miró más
incrédulo y con los ojos tan abiertos que casi se le salen de sus cuencas.
Respiró con fuerza, prácticamente
castigando a sus pulmones para que entrara y saliera el aire cuando a él le
diera la gana y no por la necesidad de respirar.
–Puedo tolerar a otro hombre ¿Pero que sigas
intacta?…No, eso no…Ni siquiera puedo creerme que te reserves para ese
gilipollas. –Me dio la espalda de nuevo y se pasó las manos por el pelo, como
tratando de relajarse–. Es increíble… ¡Mierda!–. Se giró cara mí y me miró con
unos ojos fríos como el acero de una espada–. ¿Sabes lo que he estado a punto
de hacerte? ¿En una puta mesa? ¿O cómo te lo iba hacer?
–No soy una cría. ¡Se lo que iba a pasar y
como! –le grité rabiosa por ese comportamiento.
Me hacía sentir tan culpable como
humillada, insultada, como si fuera una incrédula que no entendía nada.
–No, no tienes ni idea –rugió como una
bestia con la mandíbula temblándole–. No me conoces, no sabes cuan salvaje
puedo ser y como me descontrolo… ¡Joder! Y contigo es peor–, el suelo se había
abierto y la bestia salía del infierno con las llamas de fuego rodeándole–. Soy
un animal hambriento, famélico cuando estas cerca de mí, y te aseguro que sino
hubieras abierto la boca… en el momento de penetrarte y ver sangre… me hubiese
importado una mierda. Mi tarea seria la misma. Clavártela sin frenar, a mi
ritmo hasta que al menos uno de los dos gimiera alcanzando su placer. No hay
parada, ni descanso, aunque llores de dolor, y te garantizo que hubiese sido
muy doloroso para ti…
–No tienes ni idea –interrumpí–. Tú tampoco
me conoces a mí –terminé igual de rabiosa que él.
Al toro se le inyectaron los ojos en
sangre.
Se transformó. El demonio estaba de vuelta.
Todo su cuerpo se tensó, sus puños se apretaron con fuerza y sus labios se
convirtieron en una línea recta y apretada.
–Pero no eres apta –farfulló con los dientes
limándose mutuamente–. El sexo que me gusta requiere de una espalda de acero y
mucho aguante–. No había ni rastro erótico en su voz, todo era rabia y
violencia–. Tú no me puedes proporcionar ese placer. ¡Eres virgen!
La bola que bajaba por mi garganta se hizo
más grande y mucho más rasposa. Los dedos de las manos me temblaban y el
corazón latía fuerte contra el pecho y esta vez era por otro motivo diferente.
Rabia, decepción, impotencia y millones de punzadas de dolor que me atravesaban
el cuerpo entero.
–Eres un cerdo.
–Lárgate –me ordenó, de pronto, más rudo y
frío que nunca.
Esta vez no sólo había recibido un golpe en
toda la cara, es que el golpe me había girada la cabeza y me había dejado la
marca de su mano ardiendo en mi mejilla.
Me tragué el nudo de la garganta y avancé,
pero al llegar a su altura me frené y me giré cara él con la barbilla alta.
–No vuelvas a buscarme –le escupí con rabia.
–Tranquila, que no lo haré. Tengo a otras,
más experimentadas, que me ayudarán.
Sentí la mandíbula temblar y como mis dientes chocaron unos contra otros. Cerré
los
ojos al ver como la imagen de la última rubia, la misma con la que se había ido
lo satisfacía y cuando los abrí lo miré con renovada furia.
–Tu inteligencia emocional es la de un niño
de cinco años consentido. Y para tu información, no estoy a tu altura…
–No, desde luego que no lo estás –me cortó y
me mordí la lengua aguantando un grito.
–Alucino contigo.
Apreté los puños y me di la vuelta para
salir de ahí cuanto antes, solo quería perderlo de vista y correr, correr todo
lo que mis piernas me permitieran para poder descargar, de alguna forma, toda
la ira, el dolor y la humillación que sentía.
–Por cierto –me llamó antes de llegar a la
puerta, tan sólo lo miré por encima del hombro, ese tío no se merecía ni mi
plena atención–. Olvida todo lo que te he dicho. No pienso follar contigo ni
ahora ni nunca. No voy desvirgando a mujercitas.
Eso sí que me motivó a girarme cara él y
dar un paso al frente, pero me tuve que controlar apretando los brazos contra
mi cuerpo para no meterle un golpe y dejarlo tonto.
No flipes, solo conseguirías hacerle
cosquillas.
–Bien. ¿Ponemos punto y final?
–Por favor, no deseo otra cosa –dijo con
chulería y sentí como todos los pelillos de la nuca se me plantaban.
–Que te den… Payaso salido de un manicomio.
Liam apretó la mandíbula y vi como su vena
en el cuello rebotaba contra la carne.
–Sayonara
Teletubbie… Vuelve con tu novio “Don
dibujo animado”.
–Gilipollas –siseé entre dientes.
Liam abrió la boca para dedicarme otra
belleza más, pero la puerta de la sala se abrió y un cuerpo casi tan grande
como el del demonio que tenía delante apareció cortando sus palabras.
El desconocido inspeccionó el lugar hasta
dar con Liam, su mirada se relajó completamente y sus labios se ensancharon en
una leve sonrisa.
–Aquí estás. Te he buscado por todo el
edificio y… –Ese hombre se fijó en mí. Me miró de arriba abajo y una sonrisa de
lo más seductora curvó sus labios.
Tenía que reconocer que el desconocido no
estaba tan mal, era muy guapo y bastante atractivo. Era de una altura similar a
la de Liam, solo que Liam lo superaba. Sus ojos eran de un color entre el azul
y el verde, y su cabello, rizado y negro se enrollaba alrededor de sus orejas.
Al igual que Liam, este también se cuidaba físicamente, el traje que llevaba le
sentaba realmente bien, marcando una espalda ancha sobre unos brazos musculados
y realzaba ese broceado de su piel. Pero lo más sorprendente fue el aspecto.
Ese desconocido me inspiró el mismo síntoma que Liam cuando lo vi por primera
vez:
Cuidadito,
es peligroso.
Igualmente, Liam lo superaba en todos los
aspectos y con gran diferencia. Desde luego que, el demonio que tenía a mi
espalda no tenía mucha competencia.
– ¿Y tú quién eres, morena?
Ronroneó de una forma que haría que a las
mujeres se les cayera la baba, sin embargo, estaba tan dolida emocionalmente y
con un alto subidón de adrenalina que solo me inflamó la mala hostia.
Otro
que tal.
¿Es que no había otra forma de diferenciar
a las mujeres? ¿Solo por el color de su cabello?
–Louis… –siseó Liam detrás de mí.
El aludido desvió su mirada y levantó las
cejas sorprendido cuando miró a Liam.
–Tranquilo, Marlowe –le dijo con voz neutral,
como mostrando una bandera de paz, y me devolvió la mirada–. Sólo quería
conocer a esta preciosa mujer…
–Ella ya se iba –informó al tiempo que lo
cortaba.
Advertí un tono furioso en la voz de Liam,
pero después de nuestra discusión, comprendía que no encontrara el botón de stop con un amigo. Yo tampoco estaba muy
calmada.
La voz de Liam que a mí me había producido
un estremecimiento, a Louis no le produjo nada, ya que sonrió de nuevo con
picardía y se acercó a mí.
–Louis... –amenazó Liam con insistencia.
–Me llamó Louis Born. –Levantó la mano y la
dejó en el aire–. ¿Y tú eres?
Miré esa mano y sonreí con sarcasmo.
–Encantada Louis… –escuché un rugido de fondo
que chocó contra mi espalda, pero me la bufó–…Me llamo: Ala Mierda.
Choqué esa mano y me largué.
No me podía imaginar cómo le había sentado
a Louis mi respuesta, y aunque me hubiese encantado ver la cara de ambos, tenía
otro problema entre manos.
En el momento que salí fuera me encontré a
Ivan hablando con uno de los componentes de seguridad. Aligeré mi paso y me
acerqué a él.
–…No quiero que me diga que me relaje… quiero
que se ponga a buscarla de inmediato.
Estaban a mitad de conversación, y
escuchando como criticaba al hombre, la cosa no pintaba muy bien.
–Señor Toscana... –comenzó el hombre como
tratando de encontrar la forma de relajar el temperamento de Ivan.
Como si pudiera. Y si lo conseguía… Le
daría un premio de los gordos.
–No –interrumpió ferozmente Ivan–, es que
está sordo…
Lo tomé del brazo y con gran disimuló lo
giré. Ivan estaba a punto de retirar mi mano de un tirón cuando se dio cuenta
de que era yo. Entonces, me choqué con otra bestia.
–Lo siento –comencé, pero la crispación de él
cortó cualquier explicación que pudiese darle.
– ¿Se puede saber dónde demonios estabas? –La
cosa no pintaba muy bien, nada bien. Ivan estaba más enfadado que antes.
–Estaba en el baño…
–Mentira. ¿Dónde estabas? –me acusó y después
los tímpanos me retumbaron al escuchar esa pregunta con double sound round, tipo Godzilla
bramando en medio de la ciudad.
Como había dicho antes no se me daba bien
mentir, así que hice algo muy imprudente y arriesgado que me iba a destrozar
por completo…
Seguramente hoy terminaría en “Cuidados
intensivos”
Lo tomé de los hombros, tiré de él y lo
besé. Ivan, por supuesto como no se lo esperaba, se dejó, pero para mí mala
suerte ya que sus labios borraron todo el dolor pasado, Ivan reaccionó y me
separó de inmediato, ni siquiera me dio tiempo a saborear ese bourbon en sus labios cuando el aire
rozó el calor que habían dejado.
No dijo nada, me miró alucinado y con el
pulso retumbando en su pecho. Parpadeó y sacudió la cabeza. Cuando comprendió
lo sucedido su mirada me taladró, pero antes de que se pusiera a decirme un
millón de cosas… Lo cogí del brazo y con una sonrisa fingida lo arrastré hasta
la salida.
Él no se opuso, pero una vez llegamos al
coche, me abrió la puerta y me dirigió una mirada oscura.
–Ahora en mi casa, hablaremos de lo que has
hecho. –Eso me sonó a amenaza–. Esa clase de numeritos en público… No son de mi
agrado–. Y eso a castigo posterior a la regañina que me esperaba.
Acto seguido rodeó el coche para llegar a
la zona del piloto. Yo respiré, ya que había estado aguantando la respiración,
pero en la segunda bocanada me atraganté, porque al alzar la vista, me crucé
con los ojos de Liam, apoyado en la puerta abierta de un coche mientras me
acribillaba con un bombardeo en campo abierto, con esos ojos azules brillantes
de emociones tenebrosas.
Me estremecí, sentí un calor horrible en la
zona que él había hurgado tanto con sus manos como con sus labios, pero
entonces recordé el resto del encuentro más sensual de mi vida y retiré la
mirada.
Era imposible negar lo bueno que estaba o
como conseguía provocarme aun deseando arrancarle la cabeza del cuerpo. Pero al
menos había conseguido arrancar mis ojos de esa bestia, y clavarlos en el
tapizado del coche de Ivan... Solo que con mi cuerpo no había conseguido ni una
mierda.
Estaba afectadísima y no me podía menear ni
un solo centímetro.
Maldita mi suerte.
–Gaela –me llamó Ivan con voz autoritaria–.
Entra en el coche de una vez –ordenó rabioso después de dirigir una mirada
aquello que me había quitado el aliento. Lo vi tensarse y a continuación me
miró a mí–. ¿Quieres que te meta yo?
Ivan
estaba que trinaba, pocas veces lo había visto tan ofuscado como ahora. Y como
una chica más que obediente, entré en el coche cerrando la puerta de un portazo
e Ivan, tras unos segundos fuera, cosa que no sé qué hizo, entró. Farfulló unos
cuantos insultos, arrancó el coche y tras soltar un suspiro dejó caer las manos
encima de sus muslos.
–Hijo de…
Sin que me lo esperara yo esta vez, Ivan me
tomó de la barbilla y arremetió contra mis labios. Fue un beso agresivo y
aunque quise pararlo, no porque no me hiciera sentir nervio o el calor efecto
de su contacto (Que fue algo demoledor como siempre), sino por, la agresividad
del beso en sí, él me lo impidió posando una de sus manos en mi nuca y
alargando ese beso salido del maldito infierno.
Cuando me soltó, pude respirar y aunque mis
neuronas estaba locas dando saltos de vértigo, me sentí un poco utilizada ya
que Ivan no me miró, se limitó a meter la primera marcha mientras clavaba la
vista hacia delante con una sonrisa de satisfacción completa y salimos de ahí
disparados.
Sin embargo, en un auto reflejo, pude ver como la mirada oscura de Liam nos siguió,
y
en esa lectura de ojos hubo algo extraño que me indicó qué; esto no se había
terminado.
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