Una leve caricia subiendo por mi muslo fue
tan deliciosa recibirla como una respiración acariciando mi oreja. Me estremecí
y solté un suspiro mientras dejaba que esos dedos continuaran su camino, que esas
caricias me relajaran, me adormilaran y me espabilaran, ese masaje que ahora se
centraba en una de mis nalgas con la palma entera de una mano grande.
-¿Te gusta?
Abrí los ojos abruptamente no solo al
escuchar esa voz ronca, sino al sentir como, algo duro se restregaba contra la
nalga donde antes había estado una mano. Me levanté de la cama de un salto y
caí al suelo como si me hubiesen dado un martillazo en toda la cabeza. Escuché
una carcajada y una cabeza con el pelo rizado completamente desecho y
alborotado se asomó por la orilla.
-Eso es un despertar con alegría. –Se burló
Logan soltando otra carcajada.
La respiración se me aceleró e
inmediatamente miré hacia abajo. Solté un suspiro o un gemido, con el dolor que
tenia de cabeza ya no sabía que era lo que salía de mi boca, pero al menos,
estaba vestida, con ropa interior, pero vestida y eso era lo más importante…
Mierda, esta ropa interior no era la misma
con la que me había vestido la noche anterior.
Recapacité mentalmente
para sacar algo de provecho de mis recuerdos y me encontré con enormes lagunas vacías
desde que Gina se había largado. Me esforcé un poco más pero la habitación
comenzó a darme vueltas y a temblarme, me parece, no sabía realmente decir si
estábamos sufriendo un terremoto o la resaca me estada dando un viaje de los
buenos.
Cerré los ojos pero la cosa empeoró mucho.
Los abrí de nuevo y traté de mirar a mí alrededor para saber dónde estábamos…
En mi piso.
Gracias
a Dios.
-¿Y Gaela? –La voz adormilada de Adriana
llenó mis sentidos de esperanzas.
-En el suelo. –Le contestó Logan.
Otra cabeza se asomó y esta con una sonrisa
en los labios.
-¿Qué haces ahí? –Preguntó Adriana con los
ojos negros por culpa de no quitarse el maquillaje la noche anterior. Si ella
tenía esa pinta, de señor Potato,
solo había que imaginar que pintas tenía yo.
Aunque la opción de mirarme en un espejo,
quedaba, por todo el día, fuera de mis tareas de hoy, y de mis ganas.
-¿Qué pasó anoche? –Pregunté con la voz tan
pastosa que parecía que en vez de lengua, tuviese una lija.
-¿No te acuerdas? –Negué con la cabeza. -¿De
verdad que no? –Preguntó Gina de nuevo con un mohín apenado en sus labios. –Con
lo magnífico que fue…
-¿Qué hemos hecho? –Lo grité, boceé como un
gato herido en un callejón oscuro.
-¿Tú que crees Gaela? –Insinuó Adriana de una
forma que no me gustó mientras me miraba de otra forma que me gustó mucho menos.
-Nada… -Me quedé sin voz. Todo esto, ellos y
sus comentarios o sus gestos me daban muy mala espina, tan mala que sentí esa
pínchate espina clavarse en mi pecho.
-Nena, ¿De verdad no recuerdas nada?
–Preguntó Logan asomándose de nuevo y colocándose al lado de Adriana.
-Que lamentable noticia con lo bien que nos
lo pasamos anoche, en especial yo. –Se lamentó Adriana con una voz de
desilusión total.
Y la espina había atravesado el tórax y se
abría camino entre mis pulmones.
-Si es lamentable. –Coincidió
Logan con una voz similar. –Y yo que pensaba que lo repetiríamos hoy también.
Me quedé sin aire cuando sentí que esa
espina atravesó sin problemas un pulmón, lentamente y dejándome avergonzada,
aterrada y estupefacta.
-¿Paso…? –No podía ni decirlo.
No me podía creer que hubiese perdido la
virginidad con mis mejores amigos y encima con Logan, después de enviarlo
tantas veces a la mierda, al fin lo había conseguido, y no solo eso, se había
hecho con un trío…
Madre mía, ya no estaba tan segura de saber
qué había sucedido.
-Por favor Gaela, lo atrevida que eres para
unas cosas y lo reacia que eres para otras. –Se quejó Adriana bufando.
No era una estrecha, conocía el placer y
sabía más cosas del sexo que cualquier información de internet podía darte, y
desde luego, estaba ansiosa de disfrutar de ese ejercicio. El problema era no
recordar algo que para mí era importante, no es que esperara que mi primera vez
fuese de ensueño, con un príncipe azul dándome besos, diciéndome que me quería
o abrazándome, con el paso de los años esas cosas pierden interés y la idea de
que los príncipes azules existen se extinguía penosamente. Lo único que quieres
es quitarte de encima ese problema.
Yo ya lo había hecho, por lo visto. Lo
único, es que al menos, me hubiese gustado recordar la noche que se comían mi
manzana y, por no decir, también estar al cien por cien para poder disfrutarlo.
Joder, quería estar presente y no perdida
por el alcohol en una noche loca.
Tendrás
que dejar de beber Gaela.
Pues sí, un poco no estaría mal.
-No me esperaba esa
reacción de parte de ti, amiga. –Me recriminó Adriana.
-Joder ¿Qué quieres que te diga? –Me quejé,
no solo me sentía como si un tráiler me hubiese pasado por encima un par de
veces, mi amiga repasaba mi cuerpo aplastado y descuartizado con sus palabras,
y ver su rostro, aun me hacía sentir peor. -Me despierto en una cama con
vosotros dos… -De pronto la cabeza comenzó a darme vueltas a gran velocidad y
me quedé sin respiración ya que mis pensamientos me invadieron de ideas malas
malísimas. -Por qué… ¿Hay alguien más encima de la cama? –Pregunté angustiosa.
-No tranquila, estamos nosotros tres solos.
–Respondió Logan tratando de aguantar una risa. –Continua Gaela, por favor.
Rebobiné mentalmente para saber dónde me
había quedado y continué:
-Pues que, al menos me gustaría recordar que
tal fue, si lo hice bien, si dolió si… Dios, necesito una pistola.
Camuflé mi cara bajo mis manos y me
restregué el rostro tapando mi vergüenza y el sentimiento ajeno que sentía,
como un extraño vértigo.
-Gaela. –Me llamó mi amiga con cariño, me
quité el peso muerto de mis manos de encima y la miré. -Fue de diez, estuviste
genial y… -Adriana se giró hacia mi amigo, quien había desaparecido de mi campo
de visión. -¿Bueno tu qué opinas Logan?
-Impresionante Gaela, muy impresionanteeeeee…
De pronto estallaron los dos en una
carcajada, una que me dio a entender que aquí pasaba algo ya que Adriana no
tardó en caerse de la cama también por estar partiéndose de risa a mi costa.
-¿Qué demonios os hace tanta gracia?
–Pregunté, pero no recibí respuesta, tan solo las risas que ambos compartían y
que no llegaba a entender. –Eh, basta.
-Bajemos al salón y te daré algo para que te
recuperes de la noche.
Logan saltó de la cama y me cogió en
brazos, después bajó las escaleras y me llevó al comedor para terminar sentándome
en el sofá con mucho cariño. No me quejé ni una sola vez porque no me sentía
con muchas ganas de menearme, y reptar de un lado a otro como una serpiente
agonizando, no me parecía muy buena idea. Adriana salió a los segundos detrás
de nosotros, riéndose todavía y se tiró a mi lado.
-¿Y bien? Me contáis el chiste y nos reímos
los tres.
-Díselo. –Le dijo Logan a Adriana con las
cejas alzadas, después nos dio la espalda y se metió en la cocina.
Me giré cara Adriana y la miré.
-Pues que anoche… Perdiste el bolso, y Logan,
con esas manos abrió la puerta de tu casa.
Eso no era algo nuevo. Logan nunca llamaba
para entrar en mi casa, tan solo hacía magia como un buen ladrón de guante
blanco, abría la puerta de casa y entraba como si fuera el dueño de ella.
Algo que me recordó que tenía que cambiar
la puerta por una blindada.
-¿Y? –Insistí ansiosa.
-Y te caíste en el ascensor… -Adriana paró
por que otra arrolladora carcajada la silenció.
-No llegaste al suelo. Te cogí al vuelo. –Me
indicó Logan, que apareció de nuevo con dos vasos en la mano, uno con un líquido
blanco y el otro con un líquido naranja. –Continua Adriana.
-Pero si no hay más que contar, el resto ya
lo sabe. –Argumentó ella riéndose por lo bajo.
-No, no losé. –Me quejé aceptando los vasos
que me daba Logan.
-Tómate primero el blanco, después date un
respiro y bébete el zumo de un trago. Te aliviará. –Me aconsejó Logan, después
le dedicó una mirada de advertencia a mi amiga.
-Vale, ¿Pero qué pasó anoche? –Insistí.
-Dirás esta madrugada. –Me corrigió Adriana desesperándome
porque la tía no decía nada y estaba sacándome de quicio.
-Adriana, por favor, no seas cría. –Logan la
criticó con severidad y eso bastó para cortar las risas de mi amiga.
-Gaela, te estábamos tomando el pelo.
–Declaró finalmente Adriana. -Anoche no sucedió nada…
-Por desgracia. –Se lamentó Logan, igualmente
Adriana continuó hablando.
-En el momento que Logan te tomó en brazos en
el ascensor caíste como; La bella
durmiente, y como nos sabia mal dejarte sola, pues nos quedamos…
-¿Los tres en la misma cama? –Pregunté de
nuevo confundida.
-Sí.
-Así que, tengo un enorme sofá, una habitación
de invitados y decidisteis que lo mejor era; dormir los tres juntos. –Lo
afirmé, no lo pregunté y los dos contestaron con un:
-Sí. –Al unísono.
-Sois unos cabrones. Porque no tengo fuerzas
ni para parpadear, que sino, de una patada os echaría de mi casa. –Dije rabiosa
pero de pronto me sentí muy aliviada, hasta que me di cuenta de una cosa que
había mencionado Adriana. -¿Cómo que perdí mi bolso?
La historia era corta en mi cabeza.
Recordaba todo lo sucedido antes de que Logan nos llevara en coche a una fiesta
que organizaba un amigo suyo en una enorme casa de la playa, pero sin embargo,
el detalle de mi bolso… Exactamente, no sabía que había sido de él, ni donde me
lo dejé, ni cuando…
La última vez que lo vi fue en el local de
Ete.
-Yo creo que fue por culpa de la pelea en el
local de Ete. Pero no te preocupes, ahora lo llamaré y le diré si lo han visto.
–Se ofreció Logan quien se había convertido en esta mañana en mi salvador
personal.
-Gracias. –Le dije a Logan con una sonrisa, o
al menos con algo parecido. Mis labios compartían el mismo dolor punzante que
mi cabeza.
-Ahora bébete esto. –Me ordenó con una
sonrisa.
Miré a uno y después al otro extrañándome
de porque yo estaba tan hecha mierda y ellos tan enteros.
-Metabolismo, nena. –Me dijo Logan que me
leyó el pensamiento.
-Lo mío es el hábito. Mi cuerpo ya se ha
acostumbrado a las resacas como a la aspirina. –Aclaró Gina y por un momento no
solo me lo creí, sabía que eso era verdad. La colega tenía un aguante envidiable.
Me bebí la primera inyección asquerosa que me
provocó arcadas del horrible olor y sabor, pero como dijo Logan, después del
zumo, comencé a sentir una mejora increíble, así que, dejando que cada uno se
diera una ducha en mis únicos dos baños, me dirigí a la cocina para prepararme
algo de comer.
Saqué unos panecillos y jamón de la nevera,
después me preparé un refresco con mucho hielo para coger energías y finalmente
me senté en la mesa, pero el timbre de casa sonó, regalándome un horrible
pinchazo en la cabeza y un rugido en mí estómago, ya que tuve que dejar mi
bocadillo para después.
Solo
rezaba que no fuese mi madre, seguramente el portero del edificio al verme como
llegaría esta mañana le habría ido con el cuento a mi madre y esta, preocupada
se había vuelto loca por ser la primera en sermonearme.
Tenía veintidós años y mi madre todavía se
comportaba conmigo como si tuviese dieciséis.
Era tan maravilloso como desear tirarse por
un barranco con una moto llena de gasolina y mechas por si acaso fallaba la
primera chispa que iniciara el fuego.
Contraje el cuello rodando la cabeza, tomé
una gran bocanada de aire y abrí la puerta de mi ático con la mejor sonrisa que
podía poner en ese momento, pero lo que había al otro lado no se parecía en
nada a mi madre, es más, no me resultaba nada familiar y juraría que nunca en
mi vida lo había visto.
Era
un hombre de unos cuarenta años, vestido con un traje oscuro, alto, atractivo
para su edad, con ojos oscuros y un gesto en su cara de desaprobación total
cuando vio mi aspecto. Me encogí de hombros, para lo que a él podía parecerle
unas bragas y una camiseta interior, para mí era mi pijama que se trataba de un
pantaloncito muy corto con un top estrecho.
Con lo cual, y junto que no lo conocía de
nada, me dio exactamente igual, y si mi madre lo había enviado por algo, que
más me daba un escándalo más sobre, como recibo a mis visitas, el sermón estaba
asegurado.
-¿Puedo ayudarlo? –Le pregunté con una voz
mejorada.
Por lo visto la mezcla curativa de Logan
funcionaba a las mil maravillas.
-Buscaba a la señorita Gaela Nicola-Lee. –La
educación de ese hombre era soberbia y su voz llegaba a intimidar tanto como su
aspecto y me mantuve callada por unos segundos.
-Le puede decir a la señorita que por favor…
-Soy yo. –Corté al caballero e inmediatamente
me arrepentí ya que recibí otra mirada de desaprobación.
-Esto es para usted. –Me dio mi bolso y me
quedé muerta. Sin palabras. El hombre carraspeó y lo miré de nuevo. –Mi señor
lo recogió donde se lo dejó y ha estado guardándolo todo este tiempo.
-¿Ete? –Pregunté pensándome que sería mi
amigo, pero mi error me dio en toda la cara.
Después
de pensarlo bien, era imposible, si el novio de Gina hubiese tenido mi bolso
desde el principio, él mismo, antes de largarse con Gina me lo hubiese dado.
-¿Perdón? –Preguntó sin rastro alguno de
sentimiento en se cara, llegué a preguntarme si esa falta de gestos era por
alguna que otra inyección al Botox.
-Nada, nada, perdone. –Me mordí los labios y
continué: -Gracias… Eh… ¿Cómo podía agradecérselo a tu señor?
“A tu
señor”, como sonaba eso.
Me encontraba realmente impresionada, no
conocía a este hombre y no tenía ni idea de quién podía ser ese samaritano que
había guardado mi bolso.
El hombre sonrió y se puso a rebuscar en
los bolsillos internos de su chaqueta, después de hurgar unos segundos sacó un
sobre en blanco y me lo tendió.
-Mi señor quiere que le comuniqué que
aceptando esto, él se sentirá muy agradecido.
Tras coger ese fino sobre el hombre
misterioso se despidió con una pequeña reverencia y se dio media vuelta para
marcharse. Cerré la puerta y me llevé a la cocina ese sobre conmigo. Lo dejé
encima de la encimera mientras lo miraba atentamente. No era dinero, no pesaba
y era muy fino, sin embargo, sí que contenía un papel.
Tras dudarlo unos minutos al fin me animé y
rompí una esquina del sobre, luego saqué lo que resultó ser un papel doblado
que se describía como, una carta por la escritura que me encontré al
desdoblarlo.
Señorita
Gaela Nicola-Lee,
Aunque me encantaría no darle esta carta en
persona, sino, más bien, ser yo mismo en persona quien le entregara su bolso, por
desgracia, por motivos laborales, no ha podido ser posible. Igualmente,
aceptaré su gratitud encantado de que acepte cenar esta noche conmigo.
La esperaré en el hotel Palace Faery a las
9. Es un lugar que exige etiqueta, no se olvide, no me gustaría tener que
prescindir de su compañía por un error.
La esperaré en la barra. No haga que me
arrepienta al ofrecer una deliciosa cena, a una preciosa mujer para terminar
solo durante toda la noche.
Por cierto, no soy un hombre muy paciente,
no me hagas esperar Gaela Lee.
Sin
más molestias, hasta la noche.
Un cordial saludo.
Volví a leer la carta dos, tres e incluso
cuatro veces porque no me podía creer nada de lo que ponía. Tal samaritano, con
una caligrafía impresionante, había comenzado con una educación sorprendente,
hasta me intimidó la persistente caballerosidad que existía al formar una
frase, su reconocimiento había sido supremo hasta el final. Donde tanto la
tipografía, como la escritura, estaban más marcadas, como si me hubiese
enfocado en letras llamativas una especie de orden mezclado entre una
advertencia y una señal de comportamiento soberbio.
No era una experta en leer las personalidades
de las personas a través del arco de sus letras, pero este estaba entre el
misterio y el peligro, y algo me decía que era una carta trampa de Ivan.
Arrugué ese papel y lo tiré a la basura, no
sabía si Ivan me estaba poniendo a prueba con esta tontería, según él, estaba
de viaje, así que, si me decidía y asistía, otra persona diferente estaría
esperándome para luego informar a su jefe, igualmente, también podía pensar que
fuera él mismo a esa cena, pero tendría que haber actuado en contra de su
personalidad ya que, no solo era retrasar un vuelo, era retrasar toda su
organizada agenda, ese intocable libro que controlaba todas las horas de su
día.
A lo que todo eso me llevaba a: que todo esto se trataba de una trampa,
la cuestión que me hacía era:
¿Voy a mi propia trampa y fastidio a Ivan
con algo más? Oooo ¿Me quedo en casa como una chica obediente y le doy una
felicidad a mi querido prometido?
-Vaya, estoy entre la espada y la pared…
Solté una carcajada por la ironía que había
en mi voz. Antes de hacerme yo misma la segunda pregunta ya tenía la
contestación para ambas y era un sí a
la primera y un no a la segunda.
Cogí de nuevo mi delicioso bocadillo para
darle el primer bocado cuando una segunda duda me asaltó:
¿Cómo demonios se había hecho Ivan con mi
bolso?
Eso dejó el pan de nuevo encima del plato
que había en la encimera. Eso no tenía muchas respuestas, pero Ivan era un
hombre de recursos, unos recursos tan favorables que, a veces me dejaba alucinando
cuando conseguía hacerle un favor, imposible de cumplir a algún componente de mi
familia, es más, así se había ganado a toda la familia Nicola-Lee, solucionando
problemas y consiguiendo regalos imposibles de encontrar, con lo cual,
seguramente y con su don de gentes, había conseguido menear algunos hilos a
través de cualquier cosa a su favor para conseguir mi bolso…
Me estaba montando una película de gangsters impresionante yo sola, y en
ese momento, iniciar una investigación era lo que menos necesitaba para darle a
mi cabeza resacosa un motivo más de dolor.
Mi vida era toda una paradoja y suficientemente
complicada para mí como para intentar investigar las otras, total, esta noche
me enteraría.
-Estoy famélico.
Logan hizo su aparición por la cocina totalmente
trasformado y más despierto que antes. Su cabello continuaba húmedo y esos rizos
se esparcían por toda su cabeza como pequeños caracoles.
-Come lo que quieras. –Ofrecí comenzando a
comer yo misma de mi elaborado pan con jamón.
Buenísimo.
-No, me
aguantaré, tengo que ir a por mi sobrino y llegó un poco tarde.
-¿Te vas?
-Sí. ¿Adriana aún no ha terminado? –Le negué
con la cabeza. –Me ha dicho que la lleve a casa. Y como no sé de prisa me
parece que se ira caminando.
-Vete si quieres, puedo llevarla yo. –Me
ofrecí.
Conocía muy bien a Logan desde los
dieciséis años, y cuando sus dedos rascaban varias veces su barbilla, eso significaba
que se estaba poniendo nervioso y ya iba por el segundo siete practicando ese movimiento.
-No déjalo, tú…Estas hecha un asco.
Tras su precioso halago le dirigí una
mirada entre la sorpresa y la indignación.
-Gracias, yo también te aprecio mucho. –Le
dije con una sonrisa falsa mientras le daba un bocado a mi soso y simple sándwich.
Logan apoyó los codos encima de la encimera
central que tenía en la cocina, donde me había sentado para comer y me miró con
las cejas alzadas.
-Gaela, solo digo que deberías ducharte,
descansar y relajarte un poco antes de salir de casa. ¿Por qué todo tienes que
interpretarlo tan mal?
Dejé mi bocadillo en el plato y apoyé mis
codos encima del mármol imitando su postura.
-Bueno, que te diga una mujer con la que has
dormido que das pena y encima debas sentirte agradecido de que ella te informé
de lo que tiene delante de sus morros, que el hombre sexy con el que se fue a
dormir la noche de antes, ahora resulta que da asco.
En los labios de Logan se dibujó una
sonrisa de lado.
-Es imposible que yo te diga a ti algo malo sobre
tu aspecto, porque cada vez que te miro se me cae la baba. En cuanto a lo de
despertar… Bueno, he tenido un magnífico despertar esta mañana a tu lado…
-¿También me vas a decir eso a mí?
Y por fin, Adriana se dejó caer, con una
sonrisa en los labios, una cara llena de luz y vida, y vestida completamente
con mi ropa. Mi amiga me giñó un ojo, me robó la mitad de mi bocadillo, y
después le culeó la cadera a Logan.
-La verdad es que, reconozco que nunca me he
despertado con dos mujeres con las que no practicara sexo la noche anterior, y…
eso me da mal rollo. –Lo último lo dijo con una entonación diferente, achacando
una pequeña preocupación para interpretar sus palabras.
-Pues no te acostumbres. –Le dijo Adriana que
lo miró con esos ojos de cordero degollado.
-Con una vez tengo suficiente. –La cara de
Logan se aproximó a la de Adriana con una mirada oscura, mi amiga sacó pecho y
lo enfrentó.
-Eso se puede solucionar. –Insinuó mi amiga
con voz seductora.
-¿Y cómo? -Insinuó él.
-Tengo mucha imaginación. –Le respondió ella
lamiéndose el labio…
Oh,
por favor que estoy delante.
Pensé que se habían olvidado de mí, el
coqueteo con el que jugaban era realmente provocativo, pero entre ellos eso era
lo máximo que había, un juego de palabras y punto, por desgracia para Adriana.
Sus cuerpos se acercaron un poco más, más
de lo que podía soportar. Me encantaba que se llevaran tan bien, pero no a un
metro de mí, y tampoco provocando que mi bocadillo quisiera salir por donde
había entrado.
Carraspeé para llamar sus atenciones y que
dejaran sus depravaciones fuera de mi vista.
Los dos me miraron, bueno, Logan me miró y
sonrió, Adriana continuaba comiéndoselo con los ojos…
Para
no perder la costumbre.
…pero al menos habían dejado a un lado ese
juego que se traían.
-Vámonos, anda, que ya me has retrasado
demasiado. –Logan le dio un golpe suave en el brazo y salió de la cocina
cogiendo una bolsa de deporte que había en el suelo.
-Se ha asustado. –Susurró Adriana con una
sonrisa en los labios.
-Eso será. -Le dije a Adriana mirando la
espalda de Logan. Adriana se encogió de hombros y me dedicó una sonrisa.
-Algún día se arrepentirá, hasta entonces…
Tengo a otro al acecho. –Me guiñó un ojo y se colgó el bolso en el hombro.
–Mañana te traeré la ropa lavada y planchada.
-Tranquila, no te preocupes.
-¡Adriana! –Gritó Logan desde la entrada.
-Te das cuenta, al final, no puede vivir sin
mí. –Se vanaglorió Adriana con un baile de pestañas.
-No creo que sea eso…
-No me lo estropees. –Me cortó con un mohín
que yo compensé con un perdón silencioso y ella agradecida me mandó un beso y
se dio la vuelta para marcharse. -Descansa, luego te llamo.
Después, tras dedicarle una sonrisa a
Adriana, Logan, terminó viniendo él mismo a por ella y la tomó del brazo. Con
una despedida a base de gritos, salieron de casa a toda velocidad.
Me terminé el penoso bocadillo que me
quedaba y con el estómago medio lleno me fui directa al baño para darme una
larga ducha caliente de una hora como máximo, hasta que mi piel no fuera una pasa, no tenía pensamientos de salir.
La alegría se me esfumó, cuando, más
relajada tras mi pequeño baño, el teléfono fijo comenzó a sonar
estrepitosamente por toda la casa.
Mal asunto.
Había muy pocas personas que sabían ese número
y eso significaba que la llamada que me esperaba no iba a ser de las mejores,
acaso que Gina, una mujer preocupada, hubiese madrugado, y por desgracia, eso
lo dudaba.
Mientas
buscaba el teléfono inalámbrico solo recé mentalmente para que no fuera mi
madre, no podía soportar en ese momento una metralleta histérica recordándome
lo inmadura que era y lo a la deriva que iba mi vida.
Encontré el teléfono y leí en la pantalla
el número y…
-Mierda. –Este era a un peor.
-Ivan. –Contesté arrastrando su nombre con
pesar, como si sufriera un terrible dolor de muelas.
-Se puede hablar contigo o ¿Vale la pena que
llame más tarde?
-¿Puedo elegir?
Hubo unos segundos de silencio, un silencio
donde pude escuchar a través del altavoz, como Ivan exhalaba varias veces e
incluso, ese sonido se alejó un momento como si él hubiese alejado el aparato
de su oreja.
-Gaela, no sé qué te sucede últimamente, pero
comienzo a preocuparme. –Dijo al fin cortando el silencio con un comentario que
no me esperaba y que en cierto modo, me hizo flaquera y bajar la guardia.
-No te preocupes por mí. -Mi voz había
cambiado al leve matiz de agradecimiento.
-Tienes que madurar. –Eso fue como un
guantazo en toda la cara. -Necesito confiar en ti, saber que puedo viajar
tranquilo porque sé que, tendré la seguridad de que no cometerás una estupidez…
-¿Cómo liarme con otros tíos? –Grazné
cortando su estúpida perorata.
-Por ejemplo. –Contestó tan tranquilamente
que me dieron ganas de colgarle.
-No me acuses de inmadura porque en ese caso tú
también lo eres, yo solo imito a mi prometido…
-Gaela, esto no es una democracia donde cada
uno puede decidir lo quiera.
Será
desgraciado. Mierda, Él hacia todo lo contrario y…
-Pues tú lo haces, no sobre ti mismo y
también lo haces conmigo.
-No, yo lo único que te pido es que te
comportes como una mujer decente esperándome en casa, no como una furcia con las
piernas abiertas en camas ajenas.
Exploté como una bomba radiactiva.
-Y yo quiero a un hombre que solo quiera
abrirme a mí de piernas, que solo quiera compartir la cama conmigo, que duerma
cada noche a mi lado, que me dé un beso nada más me vea, ¡que me ame!
Otro silencio, pero este fue peor que el
anterior, un silencio que me dejó sin aliento tras mi último grito. La había
cagado, fastidiado hasta lo máximo y más hondo. Mis sentimientos se habían
expresado en voz alta sin mi consentimiento.
No, no, no, nooooo…
Tenía ganas de llorar,
estamparme contra una pared o estampar el teléfono, gritar rabiosa mil y unas
barbaridades, todo el diccionario de tacos que conociera, volver a llenar la
bañera y sumergirme en ella hasta ahogarme, perder el conocimiento y olvidar
todo esto. Quería hacer mil cosas, pero no salió nada de mí, ni la respiración.
-Gaela, lo siento, no puedo darte nada de eso
que quieres, no puedo mentirme a mí mismo y a ti.
Me tragué la bola de pelo que tenía en la
garganta y apreté el aparato con fuerza. Su voz había sonado consoladora y el
hecho de que tratara de animarme, me molestaba mucho más a que me gritara o me
rechazara.
-Pues rompe el contrato…
-No, el matrimonio seguirá adelante, nunca
fallo a mi palabra.
Pasé mis dedos por la mejilla para
rascármela y me di cuenta que la molestia que sentía era una lagrima. Ya estaba
llorando. Me aclaré la garganta y continué rezando para que él no se diera
cuenta de mi estado.
-Podemos inventar algo, decirles cualquier
cosa a nuestras familias para que no te juzguen y…
-He dicho que no. –Esta vez lo había gritado
y ese gritó disipó parte de mi pena y reanudó mi ira de nuevo.
-Entonces no esperes nada de mí. –Sentencié
con voz firme.
-Pues entonces haz todo lo posible para que
no me entere Gaela, porque si llegara a enterarme algún día de ese desliz, y te
aviso con antelación, me las pagareis, tú y él. Te doy mi palabra de italiano.
Tranquilo
Ivan. No te enteraras.
Pensé, pero no pude
evitar estremecerme por dentro, de todas formas no dije nada y mi silencio le valió
como aceptación a esa amenaza.
-Una cosa más… ¿Te has puesto el anillo?
-¿Qué? –Un segundo pasado y pensaba que me
hablaba en otro idioma.
-El anillo de compromiso que te di anoche.
¿Lo llevas puesto?
Me miré la mano alzándola en el aire y, ahí
estaba, lo llevaba en uno de los dedos, esa preciosa joya que Ivan me regaló la
noche anterior, ya estaba puesta en mi mano y no recordaba en que momento tomé
la decisión de marcarme como casa fuera del mercado.
Sí, exacto, ya estaba comprada.
-Sí. –Contesté.
-De acuerdo. Gracias Gaela. Mañana te
llamaré.
Ivan colgó y yo me derrumbé en el sofá. Me clavaba
en la espalda un álbum de fotos que había mal tirado entre los cojines, pero no
me apetecía nada menearme para retirarlo, al menos el dolor me hacía sentir
viva, y la molestia no era tan punzante como el dolor que se centró en mi
cabeza y en mi pecho.
Mierda
de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario