La pelea, cuando
llegamos, llegaba ya a los puños. Por lo visto mi amiga Adriana era toda una
matona de primera generación. Sentí incluso vértigo cuando conseguí coger al
vuelo una de sus manos y llevármela a mi lado para ver un matojo –Y no miento- de pelo rubio platino. Miré
esa mano con los ojos abiertos e inmediatamente sentí un tirón del brazo.
Logan y Ete sostenía a una Adriana totalmente
trasformada; en una loba, mientras la rubia operada se arreglaba el pelo, o lo
que le quedaba de él, con las manos. Después miró a mi amiga.
-Suéltame, que me sueltes…ajj. –Gritaba mi
amiga haciendo todo lo imposible por librarse de sus carceleros.
Las piernas de Adriana volaban por el aire
y temí que todo el círculo que nos rodeaba le viera hasta las entrañas, pero
Gina, una de las más centradas, se puso delante de ella y tapó la gloriosa
visión a alguno que, hasta habían bajado la cabeza con intención para poder ver
mejor.
Salidos.
-¿Se puede saber qué demonios ha pasado?
–Preguntó Gina, tratando al menos en solucionar esto como las personas
decentes.
Doña estirada alzó la barbilla y tuve que
admitir que, aun después de ver las pintas que Adriana le había dejado, esa
mujer era ante todo elegante.
-Tú amiga estaba ligando con mi hombre, aun
después de decirle él, que no le interesaba, ella se ha lanzado.
-¿Y tú como sabes que él me había dicho que
no? –Hurgó Adriana en la herida provocando que la rubia se tiñera de rojo.
-Porque él no se fijaría en una ramerilla de poca monta como tú.
-Serás…
El gran insulto de Adriana fue silenciado
por una mano alzada de Gina, después la pelirroja se giró hacia la rubia y
habló con la misma educación que una madre ante una pelea de niñas de diez
años.
-Perdona
no tienes por qué faltar el respeto…
-Tú te callas taruga. –Cortó la rubia la
educada respuesta de la pelirroja.
Gina abrió la boca y pude escuchar cómo se
le desencajaba, en ese momento Ete soltó el brazo de Adriana que parecía tan perpleja
como el resto, y solo Logan, aunque no hacía mucho esfuerzo, la mantuvo cogida
pero la dejó en el suelo. Sin embargo, todos parecíamos sufrir un espasmo de
perplejidad.
-¿Perdón? –Preguntó una estupefacta Gina.
Yo también lo hubiese preguntado ya que me
parecía increíble que esa petarda hubiese insultado a una mujer como Gina, ella
que era la única que había intervenido de forma educada para poder continuar
con la noche.
Y mira por donde, le habían pegado una
patada en toda la boca.
-Ya me has escuchado.
–La rubia más altiva que antes (ya que cuatro de sus amigas la rodearon, junto
con dos tíos tipo armarios), apoyó la mano en su cadera y sonrió de una forma
que me dieron ganas de metérsela por el culo. –Ta-ru-ga. –Repitió con más lentitud
y mucha más chulería.
Ya había escuchado suficiente, doña
perfecta necesitaba una lección de educación.
-¡A por ella! –Grité y me lancé a por las súper
Barbys siliconadas.
Mi cuerpo, el que tenía detrás y la
pelirroja de mi izquierda, se lanzaron sobre las cuatro chicas, como leonas
hambrientas y más preparadas en la lucha que todas ellas ya que, el suelo las
había atrapado entre gritos y lamentos mientras nuestros cuerpos las pateaban,
e incluso hizo falta que los armarios terminaran con la pelea, llevándose a mis
amigas bajo sus brazos y…
El resto lo tenía un poco borroso, ya que
un brazo de hierro que me quemó en la piel me rodeó la cintura y me sacó de esa
maraña de gatas para arrastrarme él mismo, fuera del local.
Cuando me di la vuelta para enfrentar a mi
agresor, literalmente me quedé sin aliento, sin palabras y… se me cayeron las
bragas.
El jinete del apocalipsis.
De cerca impactaba más, casi igual como si
te abofetearan en toda la cara, te arrojaran agua caliente con una manguera y
te aplastaran en una máquina para convertir un cuerpo metálico en un cubo de
desechos…
La
leche, que bueno estaba.
-Morena. –Arrastró la
palabra con ese vozarrón ronco y me entró un nervio de esos epilépticos. –Me
has decepcionado mucho.
Y con esas palabras se dio media vuelta y
avanzó de nuevo hacia la entrada del local. Boquiabierta y con el corazón tan
acelerado como una locomotora, no perdí detalle de ese cuerpo ni cuando se
tensó, se frenó y giró su cabeza hacia la derecha.
-¡Gaela! –Gritó histérico Logan, pero mis ojos
estaban atentos a la reacción de ese hombre y la composición perfecta de cada
ángulo que Dios había creado con ese magnífico espécimen masculino. -¡Gaela! –Y
el trasero… Dios bendito, era tan
tentador como una tableta del mejor chocolate del mundo, que seguro que sería
la envidia de los mejores modelos de calzoncillos de Calvin Klein. -¡GAELA!
Me fue imposible dejar a un lado los gritos
de Logan, ya que si continuaba gritando, haría salir hasta los vecinos de la
otra parte del país porque, en ese momento estaba siendo el centro de atención.
-¡Ya voy! –Contesté con un bufido.
Pero antes de girarme y retirar la mirada
de esa espalda ancha y ese culito prieto, el gesto del individuó me llamó a
mirarlo y me tropecé con unos ojos que me miraban inquisitivos y una morena
ceja alzada.
-¡GAELA!
Esta vez el grito había sonado en mis
propios tímpanos ya que Logan, harto de llamarme había decidido venir a por mí,
y el gesto posesivo que tomó su mano con mi brazo, me hizo abandonar esos ojos
para fijarlos en mi amigo, pero antes de que pudiera decir nada, Logan me cortó
más mordaz que de costumbre:
-¿Qué coño te pasa? ¿Es que ahora pasas de
tus amigos?
Su pregunta me molestó muchísimo, y más en
la forma en que la expresó. Logan parecía rabioso y lo único que conseguía con
ese comportamiento mientras me arrastraba por toda la calle delante de todo el
mundo como si fuera mi hermano mayor, era subir mi rabia y que me dieran ganas de
entonarme unas sevillanas en su cara.
-No. Solo pasaría de ti. –Me quité esa mano
de un violento tirón y avancé hacia delante marcando los tacones fuertemente
contra el asfalto de la carretera.
Últimamente no solo tenía que soportar la cacería
de Logan, también ese carácter, ese detalle en su voz y esas miradas. Esta
noche se estaba pasando de la raya, y si la cosa no se detenía por completo,
Logan y yo terminaríamos muy mal la noche.
Pensaba que con el compromiso de Ivan tan
próximo, sus planes de conquista cesarían, pero parecía mentira que no lo
conociera y lo peor de todo es que, Ivan nunca le decía nada ya que, como no
sentía celos, no le importaba una mierda que los tíos me echaran los trastos. Según
él, yo lo hacía muy bien y había demostrado saber defenderme de esos depravados
que me pedían el teléfono.
Hasta recordé una de las fiestas donde el hermano
del marido de mi hermana había demostrado interés en mí, y ese interés se había
convertido en una persecución toda la noche; bailando demasiado pegado a mi
cuerpo, tomando mi mano como si fuera suya, susurrándome al oído comentarios
tontos, mandándome guiños… E Ivan, como si nada. Fui yo la que giré la cara de
ese idiota con mi mano y la que salió con el mote de “espanta moscas” de esa importante celebración, a, pero, ese apodo sí
que le molestó a Ivan.
El
puto mote fue lo que le jodio de todo lo ocurrido, no que un hombre me tocara el
culo. Increíble.
Sin embargo, en mi caso pasaba todo lo
contrario. Cuando veía a Ivan hablando, sonriendo, bailando o tomando un brazo
de otra mujer que no era yo… ardía Troya, Grecia, Roma… Y EL PLANETA ENTERO.
Me tomé unos segundos para centrar mi
respiración y borrar el rencor de mi cabeza, y continué caminando.
-¿Estáis bien? –Pregunté a las chicas nada
más llegar al banquito que habían abordado, aunque solo Gina estaba sentada, Adriana
paseaba de un lado a otro con nervio y agitando los brazos, no obstante, decidí
sentarme al lado de la pelirroja aunque extrañamente era la que mejor cara tenía,
parecía hasta divertirse.
-Sí…
-Yo no. Necesito cargarme a alguien. –Graznó
Adriana. –No deberíais haberme separado…
-Relájate Adriana. –Le pidió Gina medio en
risa.
La histérica chica se hizo la sorda y
reanudó su histérico paseo, un poco más alejada de nosotras.
-¿Y Ete? –Pregunté echándole un vistazo a
Logan que se apoyaba en el respaldo del banco dándonos la espalda en sumo
silencio.
-Dentro, solucionando todo esto.
-Lo siento. –Dije, pensando que necesitaba
escucharlo, pero Gina me sonrió.
-Tranquila, él lo arreglará todo… Por cierto.
–Gina abrió su bolso y sacó mi móvil. –Ha vuelto a sonar otra vez.
Tomé de nuevo el móvil y lo miré con
tristeza. De nuevo me había vuelto a olvidar de Ivan, y sabía que esto me iba a
traer problemas. Ivan no estaría muy contento con mi pasividad, pero yo no tenía
la culpa de esas interrupciones…
Pues eres una de las protagonistas…
Cállate.
No tenía ganas ni de discutir con mi
conciencia como para discutir con mi prometido.
Me armé de valor, respiré y marqué.
-Cada vez me decepcionas más. –Rugió a su forma con su típica educación y
solo para que me sintiera mal.
Menudo
saludo… Y otro que tal.
De pronto caí en esa frase y en que no
hacía más de dos minutos otro tío bueno también me lo había dicho.
-Ivan…
-¿Dónde estás? –Me cortó mandándome una
descarga eléctrica por todo el cuerpo. El efecto Ivan ya comenzaba hacer su
trabajo.
-En el local de Ete, en Malabella.
-Quédate ahí, ahora
voy, y… No hagas que a la próxima te ponga un rastreador.
-¿Qué?
No hubo contestación, tan solo el “pin” del colgado.
-Menudo cabrón. –Alcé la vista y miré a Gina
que miraba a Adriana, la protagonista del comentario, con los ojos en blanco.
Mis ojos también se dirigieron a mi amiga,
que tras mirarme su rostro se llenó de prudencia y culpabilidad.
-Tenías el manos libre…
-Adriana. –Le pidió Gina soltando un ruego,
pidiéndole que se callara.
-No la calles, todos pensamos lo mismo de él.
–Esta vez fue Logan el que dio su opinión.
-Sobre todo tú, Logan, el magnífico. –Acusé
porque él era el menos indicado para hablar.
Logan abrió los ojos y le dio la vuelta al
banco para colocarse delante de mí. Mis ojos no solo lo miraron, lo acribillaron.
Si mi amigo quería guerra estaba dispuesta a brindarle una batalla.
-Al menos yo no te trataría como una mierda.
-¿De verdad te crees mejor que él? –Le
pregunté levantándome del banco y enfrentándome a él.
-Por supuesto, y te pido por favor que no me compares
con ese desgraciado. –Logan se cernió contra mí con una mirada amenazante.
-No eres comparable. –Murmuró Adriana a
nuestras espaldas. Pero Logan no podía retirar los ojos de los míos al igual
que yo de los suyos.
-Eres mi amigo y hoy pareces un…
-Chicos basta. –Pidió Gina colocándose en
medio de los dos y mirándonos de uno al otro con una súplica en sus ojos.
–Gaela, estamos preocupados por ti. Mira cómo te pones ahora que todavía no os
habéis casado, ¿Cómo será luego? ¿Qué pasará luego?
Ahora llegaba en debate de mi relación con
Ivan y eso era lo que más odiaba. Sabia de sobra la que se me avecinaba, no
hacía falta que todos ellos me lo restregaran por la cara.
-Ese es mi problema, y las cosas seguirán
igual.
-No Gaela, ese hombre te cambiará. –Susurró Adriana
acariciando mi cabello. Ese gesto me relajó solo un poco.
-No lo hará. –Murmuré porque los dedos de
Adriana me hacían cosquillas.
-Ojala fuera verdad. –Murmuró también Gina.
-¿Y que queréis que haga? –Me dije más para
mí misma hundiendo mis hombros con todo el peso del mundo sobre mi espalda.
-¿No hay alguna manera de anular ese
matrimonio? –Preguntó Adriana de pronto, dejando mi cabello y colocándose
delante de mí.
-No. Esto es algo que se le llama deber
familiar, es decir… El honor de la familia. Un contrato firmado desde hace
años…
-Tiene que haber alguna forma para romper ese
compromiso, y la buscaré. –Me consoló Gina cortándome y poniendo a trabajar su
cabeza a toda velocidad.
-Yo te ayudaré, puedo consultárselo a mi
padre. –Participó Adriana con una amplia sonrisa. –Un juez lo sabe todo. –Y me
guiñó un ojo.
Parpadeé por la propuesta, dudaba que
encontraran algo ya que una parte de mí deseaba ese matrimonio porque esperaba
que las cosas entre Ivan y yo cambiaran, la otra parte era realista y dio
saltitos al alegrarse de poder contar con amigas como ellas por tratar de
ayudar en mantener mi vida tal y como estaba y darme una esperanza de poder
disfrutar.
-Os lo agradezco, pero os pido que no os
metáis. La familia Toscana es muy persuasiva y se las sabe todas. Ellos fueron
los que decidieron este compromiso. Y mi madre, que entusiasmada lo aceptó,
será otro problema de los gordos.
-Tu madre solo es un pequeño obstáculo fácil
de derrumbar. –Opinó Gina.
¿Obstáculo?
Tenía gracia, mi madre era una muralla de acero, cristal, piedra, agua y fuego…
Todo mezclado y era imparable o inamovible.
El verdadero reto era la señora Olimpia Nicola-Lee.
Mi querida mami.
-Hacer lo que os dé la
gana pero…
-Ya te avisaremos, tranquila.
Gina y Adriana se sentaron en el banquito
de nuevo para hablar entre ellas. Me pasé la mano por el pelo retirándomelo de la
cara y sentí unos dedos acariciar mi brazo. Sabía que era Logan, de algún modo
pidiéndome perdón, pero me dio igual, mucho tenía que hacer para que lo
perdonara.
Rechacé esa ofrenda de paz y me alejé un
poco caminando hacia delante, casi de vuelta a la entrada del local. No sabía
muy bien dónde dirigirme, solo necesitaba poner un espacio entre esa colmena de
abejas en que se habían convertido mis amigos, y yo. Pero el bocinazo de un
coche me detuvo abruptamente y mis ojos se dirigieron a la dirección de ese
sonido.
Implacablemente, un Aston Martin db9 negro, con unas llantas que envidiaría Hello Kitty, fue aparcado a mi derecha.
El coche llamaba tanto la atención como la rubia que se montó en el lado del
copiloto, pero quien llamó realmente mi atención fue quien abría la puerta de
esa bestia de cuatro ruedas para entrar dentro y domar su cuerpo lleno de
curvas de acero inoxidable.
Él, que captó mi mirada y la de muchos
otros; las mujeres por la aura de magnetismo y salvajismo erótico que
desprendía y la de los hombres, por la dominación y la envidia, y yo, por…
todo.
Resbalé con los ojos hambrientos todo ese
cuerpo, era la cuarta vez que me lo cruzaba y el impacto de sus ojos mejoraba
con cada momento ya que el coche no era el único que rugía, mi yo misma interna
estaba al cien por cien de adrenalina y a la vez elevándose y desmayándose como
un chorro de agua contra el suelo.
Podía verlo perfectamente, esta vez nos
separaban unos diez metros y aunque la mitad de su cuerpo era tapado por esa
puerta abierta donde uno de sus brazos musculados se apoyaban, su cara no. De
todas formas, no leía nada en ese rostro completamente vacío, pero me llené con
su belleza y con el placer que me causaba ver sus ojos mirándome, y esta vez no
era una alucinación, el jinete me miraba a mí, lo malo es que no podía deducir
que significaba esa mirada.
Una intensa mirada que se rompió cuando un
coche frenó delante de mis narices, casi a un metro de distancia de mi cuerpo.
Debería de haber reconocido el sonido del Bugatti de Ivan, me lo sabía de memoria,
siempre que lo esperaba en el portal de mi edificio, con tan solo escuchar ese
motor, ya sabía que se acercaba y todavía no se había mostrado. Pero ahora el
dueño del Aston Martin había
conseguido hasta que ese detalle se me olvidara.
Antes de ver salir a Ivan por la puerta le
eché un último vistazo de soslayo al desconocido…
Ya no estaba donde lo había dejado, pero lo
encontré de nuevo y...
No solo se había alejado de su coche, sino
que se acercaba y ahora estaba a unos cinco metros de distancia de mí. Me tensé
y luché por controlar mi cuerpo, mi respiración y mi corazón, pero me resultó
imposible cuando me giré de nuevo hacia delante y pude ver como Ivan también se
me acercaba con una mirada que podía congelar el mismísimo infierno.
Todo se ralentizó a mí alrededor, ellos se
acercaban, cada uno tenso y con la mirada puesta en mí, pero de pronto, sucedió
algo que nunca me imaginé por nada del mundo.
Mi jinete se frenó delante de una rubia
explosiva la tomó de la cintura y la arrimó a su cuerpo para susurrarle algo en
la oreja mientras…
Fui arrollada por un todoterreno que me
acorraló con sus brazos, me empotró contra su cuerpo duro y me hincó la mirada
con una violencia que seguro me dejaría marca porque, de pronto, sentí que los
ojos me escocían.
-Esta noche no solo has traspasado el límite
de mi paciencia, sino que además, has conseguido que deseé palmear tu trasero
hasta dejarlo al rojo vivo…
-¿Eso es una proposición? –Pregunté por una
boca que parecía adelantarse a mis pensamientos, pero…
¿Qué podía decir?
Me había dado dos veces con un canto en los
dientes. El primero; al pensar que el jinete venía a por mí, y lo que realmente
hacia era ir a por una de sus rubias, y el segundo; en pensar que el atropello
que había sufrido tan violento era llevado por el deseo de recibir un beso de
Ivan, y otra vez…ERROR.
Hoy
no era mi noche.
-No Gaela. –Contestó Ivan con una voz oscura.
-Es una advertencia. Una putada más de las tuyas y te arrepentirás.
Estaba sumamente cerca, lo tenía casi
pegado a mi cara, pero no ardía el fuego en él, ardía la ira, la rabia y la
tensión que pendía de un hilo por el poco control que le quedaba a esa vena en
su cuello.
Mi
vestido rojo no había funcionado ni una mierda.
-Puedes soltarme, me haces daño. –Le pedí
cuando sentí que sus dedos se clavaban en mis antebrazos.
-Solo quiero saber si te ha quedado claro.
-Trasparente. –Repuse como un soldado a su
general.
Ivan me soltó los brazos y dio un paso
hacia atrás, luego se arregló las arrugas que se habían formado en su americana
al cogerme violentamente y volvió a clavar sus ojos en mí. Aunque parecía más
relajado no me podía engañar, si las miradas mataran… sería imposible
encontrarme bajo tierra de lo profundo que esos ojos me estaban enterrando.
-Me gustaría recibir una explicación de porqué
has tardado tanto en devolver mis llamadas.
-¿Ahora? –Pregunté incrédula.
Por un breve segundo pensé que esto sería
rápido, pero de nuevo me equivocaba, y era normal. Ivan estaba acostumbrado a
tenerlo todo bajo control y una vida totalmente organizada, y yo me había
convertido en su piedra en el suelo, una piedra que le hacía tropezar una y
otra vez.
-Sí, ahora. –Ordenó tranquilamente y se cruzó
de brazos esperando mi respuesta.
-La noche se complicó. –Comencé creyéndome
que sería suficiente.
-Define claramente esa complicación.
Me mordí los labios y pensé en que debería
callarme y que debería decir, ya que ambas cosas me parecían peligrosas
comentarlas. No obstante y sin poder controlarlo, mi mirada se dirigió a mi
derecha, al Aston Martin.
Él no solo había llegado a su coche, estaba
dentro, con la ventanilla bajada, las dos chicas dentro, una retocándose los
labios mientras se miraba en un pequeño espejo y la otra detrás de él,
haciéndole un masaje con unos delicados dedos, y él… mirándome, mientras su
coche, parado, rugía de vez en cuando quejándose de que su dueño no lo sacara a
pasear, pero su dueño estaba más ocupado en mí. Y no lo entendía, no sabía que
le llamaba tanto la atención para no retirar su mirada y fijarla en las mujeres
que lo rodeaban dentro del coche.
-Gaela. –Ivan posó sus dedos en mi barbilla y
me giró para que lo mirara. –Puedes empezar, por favor.
Me lamí los labios y aguanté la tentación
de volver a mirar a ese pecado ya que, tenía otro pecado igual de tormentoso
delante de mí, y comencé con mi explicación antes de hacer una escena delante
de toda esa gente que había a nuestro alrededor.
-Bueno, perdí mi bolso de vista y cuando me
di cuenta vi tus llamadas, pero entonces…
Tragué saliva y me retiré hacia atrás, esos
dedos bajo mi barbilla estaban complicando un poco mi forma de pensar.
-Entonces ¿Qué? –Repitió Ivan dejando caer su
mano a un lado de su cuerpo.
-Adriana estaba en apuros y… Se me fue de la
cabeza.
-¿Qué se te fue de la cabeza? –Ivan frunció
el ceño atónito.
-No pude pensar mucho mientras una rubia
oxigenada trataba de arrancarme la cabeza. –Le expliqué para que no pensara que
estaba loca.
Aunque
esta noche se me estaba hiendo un poco la cabeza con todo lo sucedido.
-¿Te has involucrado en
una discusión? –Preguntó con los ojos como platos.
-¿Discusión? –Pregunté con sarcasmo. -Eso
parecía la matanza de Texas…
-Vale. –Me cortó levantando una mano para que
me callara. Después sacudió la cabeza con decepción, y continuó: -Verdaderamente
no quiero saber nada más. Una vez nos casemos solucionaremos esos problemas
impulsivos.
-¿Perdón? –Esta vez la atónita fui yo, que
abrí los ojos casi tanto como la boca.
-¿Hay algo más que deba saber? –Preguntó él
pasando totalmente de mi pregunta anterior y cambiando de tema como si nada.
Y una mierda como tú coche de grande.
-No, pero me gustaría que me explicaras eso
de mis impulsos. –Insistí. Necesitaba una explicación.
-En otro momento…
-No. Ahora. –Ordené y me crucé de brazos
imitando su anterior comportamiento, a la espera de que comenzara.
Pero Ivan tan solo se pasó la mano por el
pelo deshaciéndoselo y mostrándome una deliciosa escena de ese pelo cayendo y
brillando por el toque que le daba las luces de las farolas. Una sombra que se
apoderó de la mitad de su rostro lo mostró, por un momento vulnerable, pero
solo un segundo, aun así, el suficiente tiempo para que perdiera el hilo de la
conversación.
-Ivan.
¿Nos vamos? –Una preciosa voz femenina se metió por mis oídos como una cantante
de Country. Alcé la vista y miré por
encima del hombro de Ivan, quien extrañamente se había tensado.
Una joven muchacha de cabello oscuro y
belleza infantil, salió del Bugatti
con una preciosa sonrisa en los labios mientras dirigía sus ojos claros a la
espalda del hombre que había delante de mí.
-¿Ivan?
–Repitió esa voz dulcemente y juro que vi las estrellas y sentí la sangre en mi
boca cuando dirigí mi mirada al llamado.
-Espera dentro del coche. –Rugió Ivan sin
retirar los ojos de mí. La joven obedeció inmediatamente y se metió de nuevo en
el coche.
Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas,
estaba dolida, cabreada y con ganas de salir corriendo para agarrarme a mi almohada
y no salir durante un largo tiempo de casa. Sentí que mi corazón daba un salto
pero no de entusiasmo, sino, como si se hubiese roto una válvula y la sangre se
desparramara por dentro de mi cuerpo inservible.
-Eso es lo que te ha fastidiado ¿Verdad?
–Exploté sin darme cuenta. Deseaba que explotara él de la misma forma y llegará
a estar tan perturbado como yo para poder tener una pelea de las que terminaban
en un ring de boxeo.
-¿Qué insinúas? –Preguntó alterado.
Bien, había conseguido que esa vena por fin
actuara a mi favor. Ivan no estaba tan controlado como aparentaba, y por fin,
la naturaleza de Ivan se destapaba ante mí.
Los hombres también sangran.
-Te he torcido los planes con tu amiga…
-Gaela…
-No.
Déjame hablar. –Le pedí con el mentón en alto. Después de ver esto, era una tontería callarme todo. -No te
preocupes por la intromisión, es más, debería decirte que una de las
complicaciones que he sufrido esta noche ha sido que he perdido el culo detrás
de un hombre que me ha puesto como una moto…
-Gaela…
-No soy tan inmune a ti como pensaba, y te
agradezco que la trajeras a ella hasta aquí. –Continué sin hacerle caso, sin
escuchar mi nombre ardiendo en su voz, sin ver esa cara roja llena de ira y sin
ver como sus ojos se oscurecían cada vez más: -Es la prueba que necesitaba para
saber que tengo carta blanca para…
-No se te ocurra. –Me cortó con una voz que
podía haber fundido el metal de su propio coche, porque la ola de rabia que nacía
de su cuerpo era arrolladora. –Que no me intereses como mujer no significa que
vaya a permitir que te rías de mí.
-Tranquilo, seré discreta. –Le dije con una
sonrisa en los labios que provocó que su labio inferior temblara de rabia.
-Gaela…
-¿Me das mi anillo? –Lo corté para no
continuar con esta discusión, tenía que admitir que me encantaba provocar a
Ivan, pero esa provocación me iba a dejar huella, ya que pensar que él iba a
disfrutar con otra mujer, en verdad me rompía el alma. -Mis amigos me esperan y
tu chica se está impacientando.
Ivan miró por encima de mi hombro, y
cierto, mis amigos estaban vigilando, observando la escena como espectadores de
cine, solo les faltaba las palomitas y el refresco. Luego me miró y finalmente
decidió que él también quería terminar con esto porque se llevó la mano al
interior de la americana y sacó una cajita negra que me tendió sin gesto alguno
en la cara.
Igual que me lo había imaginado: Él a un
metro de distancia del suelo, con la rodilla hincada en el suelo y la cajita
abierta mientras que con una sonrisa me lo pedía…
La imaginación hacia maravillas y la ironía
también.
La abrí y… Que joya. La belleza en esa pieza era algo increíble, pero de
pronto, me mareé y no quise ponérmela. Cerré la caja.
-¿No te la pones? –Me preguntó con la ceja
alzada.
-Cuando llegue a casa. –Le dije apretando
fuertemente el terciopelo que la rodeaba contra la palma de mi mano.
-¿Te ha gustado…?
-Ivan. –Lo corté bruscamente porque la
sonrisa en esa boca de superioridad me comió por dentro. -Que tengas un buen
viaje… y tranquilo, no te apresures en llegar, me voy a mantener muy ocupada
estos días para no pensar en ti.
Me di la vuelta y me largué con la cabeza
bien alta y una preciosa sonrisa en mis labios. Pero todavía no había terminado,
había otro al que deseaba darle un escarmiento.
El Aston
Martin continuaba ahí, y él dentro mirándome, lo sabía aunque no le dirigí
ni una sola mirada, no obstante, notaba la suya detrás de mí, sentía esa
intensidad clavada en mi cuerpo, en mi piel y en mi trasero, así que, aproveché
el segundo round, tanto para él como
para Ivan que también continuaba mirándome.
Pasé por
delante de ese coche negro con un contoneo de lo más sexy tanto que hasta recibí
algún que otro piropo de un grupo de chicos que pasó por mi lado, hasta incluso
me atreví a sonreír a uno de ellos que pasó por mi lado tan pegado que, nuestros
cuerpos se rozaron y participaron en un medio baile donde, yo terminé dándome
una media vuelta siguiendo su torso para después terminar la vuelta entera sola,
tipo bailarina, y finalmente darle la espalda para continuar caminando,
sabiendo que otros ojos me miraban…
Inmediatamente no solo un coche salió
quemando ruedas, en este caso fueron dos, dos bestias que desprendieron el
fuego que sus amos le indicaron al salir escopetados del lugar, y cuando me
giré satisfecha, observé que los dos coches que quemaban ruedas eran de los dos
hombres que me habían perturbado…
Vale, esto no era una conquista del todo,
pero yo había tenido la última palabra y había ganado.
Me frené y me crucé de brazos, mis amigos
llegaron hasta mí. Gina me levantó la mano para que se la chocara.
-Ole, ole, ole. –Dijo. –Ivan se ha quedado
pasmado, furioso y lo ha visto todo sin perderse ningún detalle mientras el
cuerpo le daba latigazos. –Me describió Gina entre carcajadas.
Quise alégrame, me había salido genial, le
había dado una buena lección, pero entonces… ¿Por qué demonios tenía los
nervios destrozados y quería tirarme al suelo y gritar hasta quedarme afónica?
-Sí ha sido genial, pero, hay algo que no
entiendo. –Prosiguió Gina mientras arrugaba la frente. -¿Qué ha pasado con ese
tío del Aston Martin?
-Oh, eso te lo puedo explicar yo. –Se ofreció
Gina confundiéndome. –Quería llamar mi atención. Ya le dije a la rubia que su
chico no me había dicho que no.
Mi mente recordó cada detalle, cada imagen
y cada sensación que ese hombre me había proporcionado y de pronto lo vi todo de
otra manera.
¿Él nunca me había mirado a mí? ¿Él había
mirado a mi amiga?
Había sufrido alucinaciones de las buenas
que me habían dejado un gusto mal en la boca, un odioso sabor agrio que ni la
pasta dentífrica de menta podía quemar.
-¿Te has peleado por él? –Preguntó Gina y de
pronto mi amargura aumentó.
-Claro. –Aclaró con una sonrisa de oreja a
oreja. -Dios ¿Has visto cómo está? Es el padre de mis hijos. –Juntó las manos
mientras soltaba un suspiro y pestañeó como si fuera un querubín regordete
soñando con un futuro lleno de arcoíris.
Gina aplaudió el tema del gesto de Adriana
con un comentario jocoso, pero no pude escuchar bien porque Logan eligió ese
momento para abordarme cogiéndome de la cintura y retirándome del lado de las
chicas.
-Hoy me has dejado muy sorprendido. Estoy orgulloso
de ti.
Necesitando un apoyo moral me lancé a sus
brazos, tal vez fue un error, pero en ese momento necesitaba que alguien me
diera un abrazo. Logan no dijo nada aunque al principio se tensara, luego me
abrazó para ofrecerme ese consuelo que necesitaba.
-¿Esto significa que me perdonas? –Lo miré
retirándome de su pecho y le dije que si con la cabeza, Logan agradecido me dio
otro abrazo más fuerte.
-Bueno. –Gina interrumpió la reconciliación
con un carraspeo. -Se terminó la noche para nosotros.
Ete rodeó los hombros de su chica y le dio
un beso en la frente, después me miró.
-Gaela, mañana cuando te despiertes llámame.
Quiero hablar contigo. –Me dijo y aunque me pareció extraño no le di
importancia porque a los cinco minutos nos despedimos y nos dirigimos al coche
de Logan.
-¿Y nosotros que hacemos? ¿Nos vamos a casa?
-No. –Le dije a Adriana. Si me iba a casa
ahora explotaría en un llanto que no podía permitirme. -Necesito olvidar esta
noche, y si no te atreves a darme un golpe con una botella, cómprame una que me
la beberé y yo misma me daré el golpe contra el suelo cuando la terminé.
-Bien chicas, pues conozco un local que nos
darán de beber hasta hacernos reventar.
Y eso esperaba porque más que necesitarlo,
era una supervivencia al igual que respirar.
Hoy había ganado a la vez que había perdido
mucho más.
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