Capítulo
8
Hoy
no debería de haberme levantado de la cama.
Era imposible que hoy fuera a convertirse
en el día de mi vida, porque estaba sumida en una pesadilla desde que me había
despertado, y todavía no había comenzado lo peor.
Un instante, solo un instante después y
nunca me hubiese cruzado con él, pero ahora, ahora era demasiado tarde. Ivan
estaba delante de mí, a unos seis metros hablando con dos hombres más.
Di un paso hacia atrás, y otro, y otro
hasta chocar con una pared, le di al botón del ascensor sin mirar, solo golpeando
la pared como si estuviera loca hasta que finalmente conseguí darle. Las
puertas se abrieron de inmediato con el din
reconocible, solo que, cuando me metí dentro, en ese preciso instante, donde
hubiese deseado con toda mi alma ser invisible para él, Ivan se giró y me vio.
Mierda. Mi maldito ángel de la guarda se
estaba dando unas vacaciones que yo no había consentido.
En un principio me observó como si no se lo
creyera, pero, tras fruncir el ceño, por lo visto cayó en su error y comenzó
avanzar hacia mí.
Me arrastré hasta el interior del ascensor,
justo a un lateral, como si pensara que ese pequeño pilar de metal pudiese
esconder mi cuerpo, pero de nuevo, me equivocaba una vez más. Me quedé paralizada
cuando lo vi avanzando con paso ligero en mi dirección.
Ciérrate,
ciérrate, ciérrate…
Las puertas comenzaron a cerrarse, más
lentamente que nunca, pero casi estaba, casi estaba…
Ivan se coló dentro con un arte innegable.
Observó cómo esas cabronas terminaban de cerrarse y después fijó la mirada en
mí. Retrocedí al ver como esa expresión cambiaba, de la sorpresa a la rabia
tras echarme un vistazo. Choqué contra una de las paredes a mi espalda y me
tensé cuando él dio un paso hacia delante, como si fuera una bestia plantándole
cara a su enemigo.
-¿Huías de mí? –Su voz sonó diferente, como
ronca, pero deduje que sería a causa de la carrera que se había dado. Esa voz
fatigada, podía engañar hasta al más listo. Negué con la cabeza aun sabiendo
que mi cara era todo un poema de revelación. –Pues ese comportamiento declara
todo lo contrario.
-Quizás… Es que no te había visto. –Murmuré
con debilidad, en un mero susurro que se cortó, cuando el gris de su mirada
vibró a causa de escuchar mi mentira.
-Aun de lejos, reconozco tus ojos cuando me
ven. Así que, no intentes engañarme.
No contesté a eso, era una tontería negar
lo más evidente, solo que me hubiese encantado decirle que si huía de él en voz
alta para ver qué cara ponía.
Me la imaginaba: Una ceja alzada y la
prepotencia marcando todos sus rasgos afilados.
Enternecedor.
Al continuar callada,
Ivan dio un bufido y se dio la espalda para mirar todo menos a mí, y yo, sin
darme cuenta, lo miré a él.
Rara vez Ivan vestía con traje, solo en
ocasiones que le obligaban a ponerse uno, y por lo visto, hoy no era una de
ellas, pero eso es lo que más me gustaba de él, su informalidad y lo bien que
le quedaban esos tejanos oscuros a ese perfecto culo. Igualmente, cuando ese
cuerpo se embutía un traje a medida, tenía que reconocer que la boca se me desplomaba.
Impresionaba tanto verlo embutido en un impresionante Armani como ver un tío en pelotas.
Y entonces me hice la pregunta más caliente
y menos inoportuna del mundo:
¿Cómo sería ver ese cuerpo completamente
desnudo? ¿O ese culo?
-¿Gaela? ¿Me estas escuchando?
Mmm, pues no, no mucho, es que se me había
metido un culo en el ojo.
Dejé mis preguntas por
contestar y lo miré a los ojos a la espera de que repitiera la pregunta o ese
típico comentario impertinente sobre mi asqueroso e infantil carácter o
simplemente, una conversación tan recatada de la que había perdido el hilo nada
más fijarme en su cuerpo.
Como siempre.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó y una extraña
sensación, como un bloqueo mental se interpuso en mi cabeza al comprender que
no sabía que contestar.
-¿No venias a la noche? –Una pregunta por
otra pregunta…
Vale,
no es que fuera mi mejor salida pero era algo.
Inventar no era lo mío e Ivan tenía un
sexto sentido para pillar a un mentirosos que utilizaba en las finanzas y
prácticamente en sus día a día, por eso le iba tan bien. Y confesar la verdad,
no entraba en mis planes.
¿Cómo iba a decirle al hombre con el que me
iba a casar que había quedado con otro hombre que no conocía de nada?
Mierda, y hacerme esa pregunta me puso
nerviosa ya que, de pronto, recordé a Liam y sus repentinos comentarios.
-No te dije cuando regresaría, solo que el
viernes estuvieras preparada para… No me cambies de tema. –Ivan sacudió la
cabeza y después clavó unos ojos cargados de rabia en mí. -¿Qué demonios haces aquí? –Preguntó con
intimidación.
Venga Gaela, tu puedes hacerlo, solo que…
Miente mejor.
-Trabajo. –Respondí lo primero que se me vino
a la cabeza.
-¿Qué trabajo?
-Una reunión.
-¿Con quién?
A la tercera pregunta ya me recompuse. Ivan
no era de los que te interrogaban sobre tu paradero, era más de hacer una
pregunta y cuando recibía la contestación, pues, simplemente te cambiaba de
tema o se dedicaba a ordenarte algo paras seguir con su ciclo de vida
controlada e inamovible donde mis responsabilidad quedaba por debajo de su
lista -si es que me tenía en esa lista-,
pero esta insistencia era sospechosa, hasta parecíamos un matrimonio en toda
regla, y él, un hombre desconfiado.
Lo cual, realmente no se alejaba mucho de
la realidad… Gaela, este tío empieza a conocerte bien.
Lo dudaba, no creía que el súper Ivan, don lo
veo todo y lo leo todo, supiera, siquiera, cual era mi color preferido o que me
encantaba bailar en casa cuando estaba sola.
Cosa que te encantaría, imagínate ese
culito bailando a tu alrededor y tu drogada mirando sus movimientos, ese
vaivén, ese…
¡CALLATE!
Grité mentalmente para callar mi voz
interior y saqué las garras.
-Con un cliente… ¿Qué más te da?
La reacción de Ivan fue la de siempre: me
miró fijamente, analizando todas mis reacciones y después, cuando obtuvo una
respuesta, cosa que no podía imaginarme cual, sus ojos me miraron de nuevo y de
la misma forma que antes cuando había entrado, por los pelos, en el ascensor:
desde los zapatos hasta los cuatro pelillos de las raíces de la frente que se
me habían plantado cuando mi cuerpo, tras ver ese gris brillante observándome
detenidamente, recibió una descarga eléctrica llena de calor sofocante.
Quise soltar un suspiro, pero me lo tragué
porque si ese oxígeno hubiese salido de mis labios, el sonido correcto que se
hubiese producido sería un silbido largo y ahogado.
-¿Y porque te has vestido así? –Preguntó de
repente desconcertándome.
El ascensor dio un tirón cuando alguien lo
llamó, ya que nosotros ni siquiera marcamos algún botón, es más, ninguno de los
dos nos habíamos movido del sitio, pero Ivan parecía demasiado centrado en mí
como para darse cuenta siquiera de que nos movíamos hacía arriba.
-Porque era una reunión importante. –Me
temblaba la voz y mi respuesta no salió de mis labios como me esperaba. -Ya te
lo he dicho. –Repuse con rapidez y con la voz un poco más clara.
-Importante. –Repitió con una voz cargada de
incredulidad. -¿Y a quien pretendías impresionar?
-¿Qué? –Dije confusa.
En un movimiento tan grácil, idéntico a
todos sus pasos, me intimidó contra el ascensor, colocando un brazo a cada lado
de mi cabeza y apresándome, luego, sin mi resistencia que se había perdido por
el camino cuando lo sentí tan cerca, hincó sus ojos en los míos. Tuve que
levantar la cabeza para poder mantener su mirada, pero me fue imposible
respirar porque su aroma me invadió de inmediato, y el efecto Ivan me dejó KO.
-¿Ahora te haces la tonta? –La pregunta fue hecha
de una forma muy perversa.
-No. –Dije sin aliento y sentí el suyo chocar
contra mis labios.
Las piernas me temblaron como si estuviesen
bailando la salsa y el corazón latía tan fuerte como si hubiese recibido
descargas eléctricas.
Ivan se acercó un poco más, con lentitud y
una de sus piernas se metió entre las mías. Ya estaba viendo las estrellas. El
cuerpo no solo me dio un latigazo eléctrico, sino que un rayo me golpeó con
fuerza contra la pared, tanta que, por un momento me sentí volar.
-Te lo recordaré. –Ronroneó. -Ese vestido
blanco, junto con los zapatos, los llevabas puestos el mismo día que nos
conocimos. –Abrí los ojos sorprendía porque era verdad, pero mi sorpresa fue
aun mayor al darme cuenta de que, él lo recordará porque, en cuanto a ese día,
casi ni me había mirado, y tan solo en dos ocasiones se había acercado a mí,
una cuando nos habían presentado por segunda vez, y la segunda cuando, él me
había dicho lo que sería nuestro matrimonio. –Veo que lo recuerdas. –Dijo con
gran satisfacción. –Yo lo recuerdo perfectamente bien porque, fue lo que
decidió que me tenía que casar contigo.
-¿Qu….e…qué? –Sé que había hablado, había
escuchado, aunque de lejos el sonido de mi voz, pero estaba tan pasmada que
comenzaba a dudar de mí misma.
Esa revelación no me la esperaría ni en un
millón de años. Jamás había pensado que mis zapatos habían funcionado ese día.
-Gaela. –Alargó mi nombre al tiempo que me
acarició la mejilla, con un leve roce y retiró mi cabello para colocarlo detrás
de la oreja. –Aunque no eres mi tipo, no estoy ciego, eres una mujer muy
atractiva y con un cuerpo que incita a observarlo. Aunque no te mire, se
siempre donde estas porque, otras miradas me señalan siempre el lugar donde
encontrarte.
La mano que había mecido mi cabello bajó
hasta chocar con mi hombro, lo rodeó y bajó por mi brazo. Cerré los ojos porque
no pude evitarlo, me estaba volviendo loca. Su roce era afrodisiaco, tentador,
era como si mi cerebro hubiese apretado el botón rec de grabación para mantenerlo todo en mis recuerdos y poder
buscar la información en mis sueños, recrear tal fantasía una y otra vez, porque,
aunque me doliera y me humillara a mí misma, sabía que Ivan estaba
manipulándome, pero me resultaba imposible negarme tal placer y poder
disfrutarlo en mis sueños sin él.
Al menos me llevaría algo de todo esto.
-Ahora dime… -Continuó y gruñí débilmente,
pero el sonido llegó a él y lo supe porque sus dedos se presionaron en mi piel,
como marcando la caricia. -¿Por qué te has puesto ese vestido?
La puerta del ascensor se abrió y el sonido
del metal rozando más metal me instó a abrir los ojos. Ivan alzó la vista, aun
pegado a mi cuerpo y miró hacia el iluminado pasillo.
-…buscarla ahora mismo… -Un cuerpo grande
entró arreglándose el pelo con paso marcado y todo mis músculos se tensaron
cuando me di cuenta de quién era. -…y como dejéis que se os escape… -El rostro
de Liam estaba furioso cuando se colocó, de espaldas, apoyado en el metal de la
pared, entonces, sus ojos nos miraron, primero; a Ivan, segundo; la mano que
tenía apoyada en la pared y tercero y último; a mí. Y todo eso mientras
continuaba hablando. - juro que os…
Se cortó y sus ojos se abrieron
sorprendidos, pero la sorpresa pasó fugaz y fue sustituida por una mirada
dudosa al principio, después y finalmente, pasó a la frialdad carente de emoción,
pero eso no le impidió quitarnos la mirada de encima y menos a mí.
-Dejarlo, yo me encargo a partir de ahora. –Habló
con voz grabe. Paró unos segundos, tal vez para escuchar que le decían al otro
lado y continuó: –Sí. –Colgó.
Ivan, ajeno a todo, se quitó de encima de
mí y se colocó a mi lado. Sentí el roce de su americana en mi brazo desnudo, un
roce que se convirtió en algo espeso, como si un peso muerto se apoyara en esa
parte del cuerpo, pero era solo el hecho de que mis extremidades anteriormente
estaban tan llenas de adrenalina, que la aparición de Liam, no solo había
conseguido bloquearlas, sino que se me habían dormido a causa de que, la sangre
se movía aturdida y desviándose por el camino, por mis venas.
Moví los dedos, en compas seguido uno
detrás de otro para hacer funcionar desde el codo hasta las uñas, mandando una
señal para que todo se agilizara y me devolviera de entre los muertos. Tomé una
bocanada, pero hasta el aire, un oxigeno que se centraba en ese pequeño hueco
cerrado, se había vuelto pesado y coger un poco para poder respirar fue tan
difícil como menearse en un espacio cerrado lleno de descargas y chispazos que
me levantaban hasta los pelos de las cejas.
Me centré en la pared de metal que había
delante de mí, buscando algún defecto o mancha o abolladura, pero eso de que
las miradas pesan demasiado para evitarlas es algo real, porque yo sentía una
mirada, una energía envolverme, abofetearme con fuerza y cuando levanté la
vista, aun lado, lo comprendí.
Liam hacia que todo el ascensor fuese aún
más pequeño, esos ojos azules intimidaban y te empequeñecían sin remedio, y él
no se cortaba ni un pelo, ahí estaba, sin quitarme la mirada de encima, una
mirada que no decía nada pero la sentía tan intensa que me cortaba el aire.
La tensión vino sin más, pero la tensión
que se prolongó en el cuerpo que tenía al lado, fue suficiente para quitarle la
mirada y fijarla en Ivan.
Había visto mil facetas, mil caras y mil
comportamientos en ese rostro, pero jamás había visto esta nueva cara de Ivan.
Era igual de agresiva que la de Liam, pero descargaba amenaza, hasta su pecho,
siempre sereno se alzaba como si fuera un guerrero divisando a su enemigo de
lejos.
Miré de nuevo a Liam y me choqué con la
imagen más aterradora de la historia. Estaba claro que el papel de malo era
demasiado bueno para él, eso era sacado del mismísimo infierno, por suerte, esos
ojos no estaban puestos en mí, sino, creo que en ese momento estaría sufriendo
un ataque de pánico terrible, pero que ese azul se clavara en Ivan…
Mierda, también me acojonó.
Las manos me temblaban, los dedos se
agarraban a la orilla de mi vestido como si se tratara de un trozo de hierro apoyado
a la pared, pero es que ni eso me ayudó. Busqué la mirada de Ivan de nuevo, y
parecía pegada a Liam. Sus pupilas se habían dilatado, e incluso me pareció ver
sangre en ellas. Pero un gesto, un movimiento brusco en la mandíbula de Ivan,
me motivó, otra vez, a mirar a Liam y me choqué con esos descarados ojos
azules.
Solo le faltaba guiñarme un ojo.
Era impresionante el efecto de su
intensidad y lo mucho que me quemaba, me intimidaba tan al límite de querer
subirme, a cuatro patas, por las paredes como la niña poseída de una película
de terror que termina en la esquina del techo, gruñendo mientras mira, desde
arriba al sacerdote que intenta devolverla a su sitio.
Vale, no me sentía poseída, pero si
amenazada, amenazada en convertirme en agua, porque mi cuerpo ya estaba
chorreando por todas partes.
Ya no lo soporté más y me di la vuelta,
cara las puertas del ascensor, de espaldas a ellos y recé mentalmente para que
los números pasaran más rápidos, pero no, el viaje estaba sumido al desastre.
Cerré los ojos, prácticamente era lo que siempre
hacía, aplastar los parpados con fuerza hasta que algo, dentro de mi cabeza, se
espabilara y me echara una mano fuera, hoy, sin embargo, y creo que ya lo decía
por décima vez. No era mi día.
Maldita sea.
Farfullé.
-Gaela.
Escuché la voz de Ivan cerca, suave y con
una amabilidad sorprendente, después sentí una corriente de aire leve, como si
un simple soplo de viento me hubiese rodeado de cintura para abajo durante unos
segundos, y solo se trataba de un movimiento, un cuerpo que se había movido
para colocarse a mi lado, justo pegado a mi espalda y al brazo, que de nuevo se
llenó de hormigas revoltosas que me provocaron cosquillas.
-¿Te encuentras bien?
El tacto de una mano en mi espalda, justo
en la zona de la curvatura me motivó, como el lanzamiento de un cohete, en una
propulsión bestial de perdida de concentración a una entera tensión. Las
hormigas no solo estaban en mi brazo, ya habían pasado por todo mi cuerpo.
A la
mierda mi motivación.
Abrí los ojos y sin darme cuenta volteé a
mi derecha, siguiendo el rastro de respiración que chocaba contra mi mejilla y
me crucé con ese gris perlado en el brillo típico y más desgarrador, que siempre
arremetía contra mí.
Estaba pedida, aun sabiendo de sobra que tenía
a otra deliciosa bestia detrás, Ivan siempre causaba un efecto abrasante en mi
cuerpo. Moví la cabeza, de arriba a abajo, como un robot y a base de una orden
salida casi a gritos de mi cabeza para poder contestar a su pregunta. Ivan se
acercó un poco más, su cuerpo desprendía mucho calor y noté como me sudaban las
piernas.
-¿Seguro que estas bien?
-Sí.
Respondí en un jadeo y, sin remedio,
deslicé mi mirada por su nariz hasta llegar a sus labios. Ivan ladeó la cabeza
y acercó la tentación de sus labios a los míos, solo un poco, pero suficiente
como para perderme en esa imagen de 3d.
Se lamió los labios en una provocación intencionada y yo, lo imité, solo por la
penosa imaginación de que su lengua era la mía y mis labios los suyos.
Patético,
pero así estaba yo, daba pena de ver.
Y
entonces vi esa sonrisa, esos labios alargándose en una sonrisa victoriosa y la
cosa fue aun para peor, al paso que su sonrisa se ampliaba, esa mano apoyada en
mí, comenzó a bajar por mi espalda hasta llegar al trasero… ¿Qué estaba
haciendo? ¿Y yo?
Lo dejé, dejé que dejara esa mano en mi
trasero sin impedírselo, tan solo, como si hubiese recibido un golpe en mi
vagina, temblé y dirigí mi mirada hacia delante, no solo por lo nerviosa que
estaba, el recuerdo de que Liam lo estaba viendo…
Joder. Me puso a tono y de mil colores.
No obstante no pude evitar los mil y un
sentimientos que me pasaron a tal velocidad como si estuviera dentro de un Kayak haciendo rafting a toda potencia
por Salmon River (En Idaho), ya que
pasaba de sentir vergüenza a estar completamente acalorada y de repente,
enfadada conmigo misma por dejar jugar a Ivan conmigo de esa manea, pero, esa
mano ahí, donde estaba… Sentaba tan bien.
Nunca me había tocado, jamás lo había hecho
de una forma fuera de la cortesía o la imagen de hombre perfecto, y ahora, no sabía
porque motivo lo hacía, acaso que, todo fuera por mostrar algo a la persona que
teníamos detrás…
Mi
concentración se esfumó de nuevo y con tanta rapidez como antes, pero, en un
momento vulnerable ahuecó mi trasero, como queriendo llamar mi atención y la
caída a la siguiente cascada fue mortal. Me mordí el labio cuando sentí el
cosquilleo, el frenesí y el placer de ese apretón, y me amarré a sus pantalones
para no caerme, lo que provocó que me pegara más a él con el cuerpo
completamente debilitado.
-Relájate, Gaela… -Susurró contra mi oído.
–Estas armando un circo.
Vaya, aquello sí que era un buen cambio y
todo un motivo que aceleró a mi calentón personal a enfriarse… Solo un poco.
Le
eché un vistazo y deseé arrancarle esa prepotencia de una patada, pero Ivan
volvió a sorprenderme tomando posesión de mi muñeca. Quise evitarlo, evitar ese
contacto, y lo prometo, en un principio reaccioné, pero cuando sus dedos roderón
mi mano, ya me resultó imposible y menos al ver sorprendida e inmóvil, como subía
esa mano hasta sus labios y le dio un beso, después retiró los ojos de mí, solo
un segundo, para mirar mis dedos y de nuevo volvió a mirarme con una decisión implacable.
-Me gusta cómo te sienta mi anillo en tu dedo.
Esa mención activó a las pocas neuronas que
me quedaban en la cabeza, las pobres, aunque estaban, más que solas me ayudaron
a reaccionar y a darme cuenta de lo que conllevaba tal declaración, no solo una
reflexión de posesión, sino que Liam, por fin tenía su respuesta y de boca de
la misma persona dueña del objeto en cuestión.
Retiré mis ojos del anillo y los fijé en
Liam, la persona que durante unos segundos había olvidado.
Esperé encontrarme con algo vacío, un
rostro frío, y sin embargó me choqué con una mirada llena de ira. Me sobrecogió
al mismo tiempo que me aterrorizó, pero después de recordar su trato personal y
todas las veces que me había echado de su lado, me sentí victoriosa de verlo
así y tuve que esforzarme mucho para contener una sonrisa.
Me regodeé de mi satisfacción solo un
segundo, porque por fin, el viaje en ascensor más largo de la historia tocó a
su fin y las puertas se abrieron. Ivan, como todo un caballero, dejó mi mano y
mi trasero en paz, por suerte ya no lo había pellizcado más, y me instó a
caminar, subiendo su mano de nuevo a la parte trasera de mi espalda.
Salimos fuera y tomé la dirección de la
salida, pero Ivan me empujó de nuevo dentro y me giró hacia la derecha para entrar
al bar interno del edificio.
-¿Dónde vamos? –Pregunté atinando a caminar
sin tropezar, por suerte Ivan me tenía bien cogida y me ayudo a encajar mis
pasos en el suelo correctamente.
-Tengo que avisar de que me voy. –Me informó
y el tono de su voz me mostró que las cosas no solo habían cambiado, sino que,
parecían haber vuelto a la normalidad.
Entramos y me acompañó, como si fuera una
niña pequeña hasta la barra, después me sentó en un taburete y, gracias al
fácil movimiento de ese asiento de diseño sin respaldo, me giró cara él. Se
encorvó un poco hacia mí, colocó sus manos en mis muslos y clavó sus ojos en
los míos.
-Espera aquí, no te muevas. –Ordenó con la
voz de controlador supremo.
-¿Dónde vas? –Pregunté frunciendo el ceño y
recuperándome de todas las reacciones vividas.
Menos mal.
Mi cuerpo ya comenzaba a sentir la sangre
correr por mis venas a la velocidad que tocaba y el aire ya entraba en mis
pulmones sin que mi cabeza estuviese pendiente de mi sistema respiratorio.
-Tengo que despedirme de unos inversores.
Estaba a punto de iniciar una comida de negocios cuando te he visto, ahora esa
comida se ha fastidiado gracias a ti. –Sera
cerdo. Y ahí estaba, la bestia había vuelto y el hombre petulante, controlador
y toca huevos había despertado. -Tengo que dar mil explicaciones de porque
tengo que retrasarla para otro día…
-Espera un momento. –Lo silencié con el dedo
en alto y el rostro desfigurado por la rabia. –Yo no tengo la culpa, es más.
–Lo empujé con la mano e Ivan se incorporé. Bajé del taburete de un saltó y me
arreglé el vestido mientras continuaba: -No es preciso que te espere, tengo
cosas que hacer. Continúa con tu reunión. –Dije con sarcasmo mientras le
dibujaba unos morritos burlones. –Yo me voy a casa y luego te veo.
Atrapé con fuerza mi bolso de encima de la
barra y quise pasar por su lado, pero Ivan me cogió del brazo con fuerza y me
hizo retroceder hasta pegarme a su pecho. Su mirada y sus gestos se habían
oscurecido y mi intención de largarme cuanto antes, había aumentado.
-No. –Rugió con la mandíbula tensa. –No me
digas que debo hacer, ni se te ocurra. –Su voz salió afilada y me dejó muy
callada. –Te aconsejo que no me provoques en este momento, Gaela. –La vena de
su cuello estaba en pleno funcionamiento, marcaba el ritmo de su corazón y no
me gustaba nada la forma en que levantaba su piel. –Puede ser peligroso para
ti.
-Yo no he hecho nada…
Me atrapó los brazos con fuerza, marcando
sus dedos en mi piel y me acercó un poco, pero nada seductor, la representación
adecuada era rabia contenida.
-Has provocado que tu atuendo me humillara
dentro del ascensor. Te has vestido así para provocar y has conseguido que ese
gilipollas me falte al respeto en mis propias narices…
-No ha sido culpa mía…
-Cállate. –Me ordenó con los labios
apretados.
Los dedos en mi carne se presionaron más y
supe que, si Ivan trataba de dejar una marca en mí, lo estaba consiguiendo, me
jugaba el cuello a que dentro de un par de horas, tendría unos moratones en los
antebrazos con la forma de su mano. Me revolví un poco, pero lo único que
conseguí fue que el amarre se hiciera más doloroso y me encogiera un poco.
-Me haces daño…
-Te lo mereces. Y ahora siéntate, mantente
calladita y no te menees hasta que yo vuelva.
Me soltó y nada más me sentí libre me
acaricié la zona afectada. Ivan no dejó de mirarme en ningún momento hasta que,
con gesto exagerado me tiré encima del taburete.
-Ale, vete y chúpale el culo a tus
inversores, que yo me quedaré aquí esperándote. –Le dije irritada y sintiendo
como me ardía la garanta por la rabia.
Ivan se tensó y bufó como si fuera un
dragón soltando el humo de un fuego que estaba a punto de estallarme en la
cara.
Estas
mejor calladita Gaela.
-Con esa boca no me extraña que la gente no
quiera mantener una conversación contigo. –A la gente que le se refería Ivan,
era la realeza a la que mi madre siempre me había empujado, cosa que, no había
funcionado y tampoco me importaba una mierda. Ellos se lo perdían. -Pero
tranquila, -Continuó con su don de terminar con mis atributos educados. -yo me
encargaré de mejorar esa actitud de colegiala infantil a mi manera.
-¿Cuál?
-No quieras saberlo.
-Quiero saberlo.
Cállate.
Ivan se acercó un poco y con una pose
amenazante y completamente intimidadora, lanzó su segunda estocada.
-Se cuál es tu punto débil, lo conozco muy
bien, y ese punto débil a mí me encanta, lo disfruto. Sé cómo, dónde y con quien
hacerte daño, así que, si no quieres ver con tus propios ojos como me largó con
otras mujeres… Haz algo por mejorar tu forma de hablar y de ser, sino, mis
fugas serán continuas.
Ves, ya te dije que estabas mejor callada.
En el momento que había
comenzado pensaba que se feria a otra cosa a una en la que yo formaba parte y
de la que ya había sido participe en varias ocasiones, pero el muy cerdo sabia donde
atacar.
-Eso no es un castigo. Si tú me lo haces a
mí, yo también te lo haré a ti.
-Inténtalo, y verás que te sucederá. –Me
amenazó con los dientes apretados.
Me dedicó una mirada de desprecio y el mentón
en alto, después, dejándome hundida y con los nervios destrozados, se dio la
vuelta y se marchó al interior, donde servían la comida.
Bufé,
maldije y me di la vuelta cara la barra para apoyar los codos, pero terminé
apoyando la cabeza y la mitad de mi cuerpo. De pronto me sentía agotada y
perturbada.
¿Humillado él… Y yo que?
Ivan quería que yo me sintiera culpable,
como si su repentino acercamiento fuese una obra mía. Era un imbécil, tenía excusa
para todo. Él había comenzado, él era quien necesitaba sobresalir de todos,
mostrar que nadie lo chuleaba, y los acontecimientos pasados solo eran una
forma de demostrar que él era el macho alfa, el rey león de la manada.
Y para terminar esa estúpida amenaza.
Maldita sea.
No me había engañado, sabía lo que se
tramaba, y se equivocaba en una cosa. No lo temía y no me quedaría de brazos
cruzados, estaba dispuesta a tirarme al primero que se me pusiera a tiro como
él hiciese realidad su advertencia.
-Así que ese pretencioso es el motivo de que
hayas salido corriendo.
Levanté, con rapidez, la cabeza al escuchar
esa voz inconfundible y me di de lleno con unos ojos azules vacíos y fijos en
mí.
Ni hecho a postas. Yo blasfemando y él
aparece de la nada.
Pero con él no, este tío era tan cabrón como
el que se acababa de ir.
Liam estaba a mi lado, con un brazo apoyado
en la barra y el cuerpo un poco encorvado a un lado, su otra mano se escondía
en su bolsillo y tanto sus ojos como su rostro eran indescifrables.
Traté de no mirarlo fijamente, de verdad que
lo intenté con toda mi fuerza, pero como un volcán en plena erupción, mi cuerpo
estaba al mismo nivel descontrolado. Esa obsesión de deseo irrefrenable por él
era como una maldita piedra en el zapato, incrustada para toda la vida.
Liam podría adornar la portada de una
revista de un pequeño pueblo y convertirla en una de mayor ventas con tan solo
salir él en la portada, e incluso, si sacaran una foto de ese cuerpo tal y como
iba vestido completamente, con tan solo los tres primeros botones de su camisa desabrochados
mostrando ese mínimo trozo de piel, y la colocaran en un calendario para
recoger dinero y donarlo a una causa benéfica, Dios, esa causa sacaría una
buena tajada. No me costaba mucho imaginarme a Liam, con la americana y la
camisa abierta, dejando a la vista un torso musculado, bronceado, su tableta de
chocolate y una línea de vello, en forma de flecha en el vientre que llevaba a
un paraíso… bueno, no me importaría ver lo que había justo en la punta de esa
flecha…
Sacudí la cabeza y busqué el botón de
parada automática de mi cerebro para eliminar cuanto antes esas imágenes, y me
recordé que el petulante que tenía delante, me había echado por su segunda vez
de una cita y me había dejado sin comer.
-¿Vienes a regodearte?
-¿De qué? ¿De dejarme plantado por ese tío?
–Preguntó sin sentimientos y con la frente arrugada.
-Tú te has ido con tus amigos y me has dejado
sola en un salón lleno de gente.
Le recordé con el mentón en alto. ¿Pero de que
iba? Y encima se mostró ofendido, o eso me pareció a mí, ya que su rostro, en
cuestión de segundos se volvió oscuro y más vacío que antes.
-Le dije al metre que te acompañara a la mesa
que tenían preparada para nosotros, tenía que solucionar unas cosas, ¿y cuál ha
sido mi sorpresa? –Su voz era casi tan oscura como su aspecto salvaje. –Que ya
no estabas. Cuando ese besugo me informó de que te ibas, solo pensé en encontrarte,
cogerte del pelo y arrastrarte de vuelta. Solo deseaba darte un escarmiento,
hasta me imaginé que clase de castigo ponerte por atreverte a dejarme plantado
sin decirme una mierda, casi golpeo al camarero por permitir que te fueras…
-Apretó el puño con fuerza y supe que se controlaba, después bajó la mirada,
una décima de segundo y cuando volvió a mirarme, el vacío de su cara y la
serenidad de su cuerpo habían vuelto a él. –Solo por tu bien, no vuelvas a
dejarme plantado por otro hombre.
Me quedé callada, meditando todo el
discursito que había dicho, y una parte de mí se lo creyó, porque el recuerdo
de su entrada en el ascensor, con su rostro lleno de ira, el móvil en la mano y
sus palabras, aunque sonaran lejanas, se podía calificar de ser una llamada agresiva
de busca y captura, antes no lo había comparado conmigo y ahora lo relacionaba.
-No te dejaba plantado por otro hombre. –Me excusé
como si necesitara darle una explicación, su último tono me había despertado
una sensación en el estómago muy extraña y esos ojos azules… eran hipnóticos,
era como si me obligara a decir la verdad. Fue muy extraño. –Ivan ni siquiera sabía
que estaba aquí… -Parecía no hablar yo y casi no llegaba a escuchar mi voz, era
débil a comparación con el sonido reinante que nos rodeaba. -él… no suele saber
nunca donde estoy y no suele llamarme, coincidí con el abajo y…
Me silencié, había dicho demasiado y no comprendía
el motivo ni como había podido ser tan sumamente sincera, no obstante, una
parte de mí se sintió aliviada y la otra decepcionada por ser tan bocazas, pero
en ese momento me sentía como si me hubiesen inyectado el suero de la verdad.
Sacudí la cabeza y parpadeé bajando la
mirada para poder centrarme. De pronto me sentía otra vez yo misma.
-Interesante.
Murmuró Liam para sí mismo y me animó a
mirarlo de nuevo, solo que esta vez estaba más preparada y no me dejé llevar
por el color de sus ojos, cuyo azul parecía fascinado a la vez que escudriñador.
Fue algo raro, pero desapareció tan rápido
como una estrella fugaz. Y antes de que su fuerza erótica ejerciera más sobre
mí, cambié de tema y reanudé la conversación anterior.
Mi fuga y destacar sobre todo su forma de
afrontarlo. Los dos teníamos que estar a la misma altura
-Así que, me has seguido, aun rompiendo con
tu norma principal, has salido detrás de mí, y ahora, buscas, de nuevo, que te
pida perdón.
Al
mismo tiempo que lo dije una parte de mí se sintió poderosa, era como si yo lo
controlara, como si yo ejerciera tanta fuerza en ese hombre como para que
saliera detrás de mí. Y eso me gustó.
¿A quién no le gustaba sentirse tan
poderosa delante de un hombre que hacía que besaras el suelo que él pisaba?
-Eso lo discutiremos luego. –Comentó seguro
de sí mismo.
-Yo creo que no.
-Oh sí. –Dijo con voz grabe y cortando mi
respiración cuando sus ojos se clavaron en los míos fijamente. -Tenemos una conversación
pendiente.
-No tenemos nada. –Murmuré.
-Morena, ahora estoy más calmado. No la
cagues. –Me amenazo con una mirada fría. -Verte en el ascensor y ver que, aun
estando él, tu mirada se desviaba hacia mí… ha sido muy productivo.
Lo dijo con mofa y me tensé al pensar en
todo lo sucedido, el recuerdo y las imágenes vinieron sin más y la vergüenza me
tiñó los mofletes de rojo pasión.
¿Y ahora que quería? ¿Burlarse de mí?
Giré mi cabeza y miré
hacia delante, fijando mi mirada en la línea de botellas de alcohol de buena
marca que había en una de las estanterías, pensando que tal vez, al ver mi
actitud pasota, lo disuadiera en quedarse.
-Te gusta juntarte con chicos malos,… te
gusta la adrenalina. –Ronroneó sin piedad y arrastrando las palabras de una
forma seductora.
Mis manos temblaron cuando el murmullo
tentador de sus palabras acarició mi cuerpo. La verdad es que no se equivocaba,
si echaba un vistazo a mi pasado y a mi corta lista de conquistas, todos eran
unos cabrones empedernidos, y no sabía elegir cuál de todos era el peor…bueno,
tenía que reconocer que los dos últimos superaban los límites de mi cordura,
así que, o Ivan o Liam, encabezaban la lista de mis números uno en decisiones:
malas, peligrosas y masoquistas.
Dejé mis pensamientos en las nubes y no contesté
a su afirmación, me mantuve firme con la vista aun en una botella de licor de
melocotón y me agarré a la barra cuando lo sentí acercarse un poco.
-Está claro que sí. –Continuó. Por lo visto
mis esfuerzos de parecer desinteresada fracasaban y Liam lo sabía, su voz había
adquirido un tono ronco. –Lo que no entiendo es lo que ves en él. –Dijo con desdén
y chulería. Me giré y lo miré, estaba muy cerca, tanto que si me encorvaba
hacia delante tendría su pecho en mis labios y podía meter mi nariz en ese
trozo de piel morena que se asomaba en la parte de arriba de su camisa. Era
demasiado tentador, pensé en hacerlo, hasta incluso sacar mi lengua y lamerlo…
Para.
Me grité y apreté los puños con fuerza, después bajé mi mirada para no mirarlo
a él. Liam continuó al mismo nivel:
-Está claro que lo sucedido en el ascensor no
era para nada tenso, a tu novio no le preocupa que un hombre te mire, le
preocupa más su ego, lo que le convierte en un idiota. –Levanté la vista y lo
miré incrédula, pero al cruzarme con sus ojos… sentí ese estremecimiento que me
provocaba su mirada, era radiactiva. -Su comportamiento, desde luego no ha sido
muy acertado, más bien lo ha convertido en un patético payaso. Ha tratado de
engañarme cuando te ha metido los dedos en el culo, vale, reconozco que en ese
momento… Bueno, me ha engañado, pero no mucho. –Sacó la mano de su bolsillo y
bajó su cabeza, a mí mismo nivel de altura para poder intensificar su mirada
sobre la mía, después, cuando continuó, bajó el tono de su voz: -Porque, si
fueras mía, me aseguraría de saber dónde estás las veinticuatro horas del día y
con quién quedas, de conocer bien al individuo y sobre todo, si observara que
puedes correr peligro, yo mismo te acompañaría a esa reunión. –Sus labios se
alargaron con picardía. –Y desde luego que nuestros encuentros en un ascensor
no serían ni meramente parecidos. Yo juego en una liga superior, no me van los
juegos de pinypon. –Se separó y se
encogió de hombros. –Pero quizás solo se haga el fuerte y muestre una
indiferencia a base de controlarte, en cuyo caso, me parece un imbécil
igualmente por no permitirse el lujo de sobar, bien sobada a la mujer con la
que se va a casar.
Me dejó alucinada y muy sorprendida, pero
mi orgullo herido y bastante inflamado me despertó a una defensa, y no solo por
mí, sino porque nunca me había gustado que me señalaran mi error o la mierda de
relación que mantenía con Ivan. Mis amigos me juzgaban u opinaban
continuamente, y eso me molestaba, pero que un desconocido, aunque tuviese
razón, opinara o se atreviera a valorarlo, era por encima de todo,
insostenible.
-Vaya, que bueno eres ¿no? Acabas de
desperezar mi relación con un monologo de mierda. Seguro que esto te funciona con
todas las tías.
El canalla tuvo la cara de sonreír, y esa
sonrisa consiguió que me temblaran las piernas, pero ahora no era momento de
ponerme revoltosa.
Aguanta
Gaela y ponle los puntos sobre las “i”.
-Déjame decirte una cosa yo a ti ahora. –Le
pedí. Se pasó la mano por la barbilla y me indicó, con el dedo que continuará.
–Eres un cazador que está acostumbrado a encontrar presas fáciles y lo
suficientemente juguetonas como para lidiar con tus problemas personales, pero
ahora estas aburrido y quieres darle emoción a tu vida, así que, aquí estas,
buscando un plan difícil, tipo reto conmigo porque verdaderamente a quien le
gusta la adrenalina y el riesgo es a ti.
-Puede. –Reconoció sin cambios en su humor.
-Y encima
tienes un plan. Sueltas un rollo intenso, erótico, provocador y muy claro para
dejar impresionada a tu presa, cuya mujer queda babeando y parpadeando por tu
plena sinceridad. –Se atrevió a sentirse halagado. Esa sonrisa y su superioridad
me lanzaron al vacío y no pude mantener un nivel de voz adecuado, pasé a atacar
en vez de hablar. -Es un buen plan, pero no te funciona conmigo porque yo te
veo con la pinta de ser un tío al que le van los revolcones de un día con
juguetes de por medio. Que se cree el creador del Kamasultra y fanfarronea de saber de mujeres con un ego envidiable,
pero si supieras algo sobre las mujeres o sobre mí, sabrías que, estoy
capacitada para elegir mis propios amantes, y tú, no eres uno de mi elección.
Si me esperaba una felicitación por mi
perfecta descripción bien podía esperar sentada, al igual que, mi descaro a la
forma de hablar bien valía la pena disfrutarla, porque antes de que cerrara los
ojos de nuevo, las cosas habían cambiado y la electricidad, proveniente de su
cuerpo, me arrasó cuando ese cuerpo se incorporó recto y me mostro una imagen
de lo más sexy, cuando se cruzó de brazos, pero a la vez dominante.
-Te has equivocado en una cosa. No soy un
santo Gaela Lee, pero no voy por ahí de caza furtiva. Limito mis posibilidades
con mujeres solteras, exceptuando contigo. He deseado echarme a un lado y no
joder el supuesto compromiso que tienes, pero aparte de que… No dejo de pensar en
cómo sería follar contigo en todas las posiciones, ahora, me he dado cuenta de
que ese tío, con el que estás comprometida, no merece mi respeto, así que, no desistiré.
La piel se me erizó y el musculo que tenía
entre las piernas vibró al escuchar lo que ese hombre deseaba meterse en ella.
Era halagador, provocador, pero entonces, ¿porque me sentía aterrada a la vez
que súper excitada?
-Eres codicioso. –Afirmé sin voz y sin
fuerza.
-Lo somos todos, antes o después todos
codiciamos aquello que no podemos tener. Yo, por suerte, solo codicio tu
cuerpo. –La tenacidad de sus palabras estaban cargadas de intenciones y
promesas.
Por fin me daba cuenta. El jinete del
apocalipsis había vuelto, y la oscuridad que lo rodeaba era lo que me arrollaba
a mí.
Una lástima… Hubiese deseado disfrutar un
poco más de su faceta juguetona.
-Y sigues insistiendo. Debe de ser un
infierno para ti escuchar la negación de mi boca.
No tenía fuerzas para hablar. Era frenético
perder mi propio sonido de voz, sentir con intensidad como su efecto caía poico
a poco encima de mí y eso de todavía no se había mostrado como realmente era.
-No lo niego. Y me excita que me digas que
no, y más, cuando después de mirarme con esos ojos hambrientos, continúas
rechazándome. –Se silenció, a lo mejor esperaba que contestara, pero… ¿Cómo?
Ese hombre me abrumaba, me confundía y me escandalizaba a l desear muchas cosas
malas. –Será mejor que continuemos esta conversación en otro lugar más íntimo.
Con todo el derecho del mundo y como si
creyera mi amo, me cogió de la mano y tiró de mí. Caí del taburete por que, por
lo visto no solo mi voz había perdido fuerzas, sino que mi cuerpo copió el
mismo comportamiento, pero Liam, por suerte me cogió y me apretó a su cuerpo.
Eso ya fue demasiado. El local entero
comenzó a darme vueltas y tanto mi respiración, como mi latido o la electricidad
reinante, se revolucionaron.
-Ivan…
Murmuré buscando cualquier excusa que me
alejara de ese hombre ya que yo misma no tenía intenciones de quitarme de encima
tanta masa muscular.
-Ivan tardará, y podrás vigilarlo desde el
lugar donde te voy a llevar. –Cortó con autoridad, indiscutible.
-No.
-No me hagas llevarte a la fuerza, Gaela.
Lo miré a los ojos y antes de que pudiese
recapacitar en las locura que estaba haciendo, lo estaba siguiendo apretando su
manso con la mía. Pero no salimos del restaurante, nos introducimos en un
pasillo y después torcimos a la derecha. Liam se frenó al llegar a una puerta
cerrada, la a abrió y se echó a un lado para dejarme pasar. Miré ese cuarto
oscuro y mi corazón dio un brinco.
Si
entras ya no podrás salir.
Me recordó mi conciencia que estaba tan
aturdida emocionalmente como yo.
-Gaela, no te vas a negar a mí, porque ya has
dado un gran paso para llegar hasta aquí, así que, entra de una vez. –Me ordenó
mientras alargaba un brazo y me tomaba de la mano.
Otro error más para añadir a la lista.
Entré dentro, Liam entró detrás y encendió
las luces, después cerró la puerta y el sonido del portazo me tensó y antes de
mirar donde me encontraba me giré cara él. Su postura era de depredador, un
demonio a las puertas del propio infierno con una apariencia más salvaje que
nunca.
¿Dónde
te has metido?
Liam se quitó la americana con una lentitud
total, dejando que cayera por esa grade espalda, que resbalara por sus fuertes
brazos y la dejó encima de una de las sillas que había bien colocada al lado de
la puerta, luego se giró con el rostro decidido y sus pupilas dilatadas.
-El juego se ha terminado, ahora hablaremos
de nuestros asuntos.
Mierda, había caído en una trampa.
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