Capítulo
9
Unos pesados ojos azules se posaron en los míos,
era difícil leer en esa mirada como en su rostro. La frialdad lo cubría, lo
enmascaraba cerrándolo para mí. Y me hice las dos preguntas más tontas desde
que había entrado aquí:
¿Por qué? ¿Y cómo había sucedido?
Pero ambas respuestas eran tan ilógicas
como hacerse uno mismo las preguntas en cuanto, yo misma había venido por mi
propio pie, y yo misma, ya conocía esa expresión, es más, lo que más me había
impresionado de Liam, era eso mismo, el aura demoniaca que lo rodeaba; de
hombre oculto entre las sombras con los rasgos afilados, marcados y plenamente
atentos a mis movimientos, pero como mi cuerpo no se había meneado ni un solo
palmo, el del demonio que tenía delante… Menos.
Y la calma solo es motivo para la
tempestad.
-¿Te sientes insegura? –Preguntó con esa voz
grabe y ronca que hacía que todas mis extremidades se salieran de mi cuerpo.
-No creo que me hagas daño. –Murmuré débilmente.
Liam alargó solo un lado de su boca en una
media sonrisa, y fue un gesto casi imperceptible que no pegaba nada con su
postura ni con su mirada y no me infundió tranquilidad si eso es lo que
pretendía. Pero me negaba a demostrarle que me sentía algo amenazada.
-Tienes razón, claro que no, ese no es el
plan. Infringirte algún daño sería algo irracional, -Ahora se volvía todo un
profesional de la psicología. -y eso que así somos todos, estúpidos e
irracionales, como tu novio. Aunque… yo lo achaco al miedo, miedo a lo
desconocido.
Al nombrar a Ivan me tensé y me di la
vuelta buscando aquello que él momentos antes me había mencionado, pero tan
solo me di con una sala donde la mitad abarcaba, una serie de mesas y sillas
montadas unas encima de otras en una esquina, una pared blanca con cortinas recogidas
por cordeles rojos a los lados de varios pilares y toda una enrome cristalera
del techo al suelo que daba al exterior, justo a la zona del restaurante.
-Lo tienes a tres mesas a la derecha.
–Pronunció Liam con la voz tensa.
Me giré un poco y lo miré por el rabillo
del ojo, continuaba en el mismo lado donde lo había dejado, así que me puse a
buscar a Ivan según las indicaciones de Liam, algo que me recordó a una
información tipo, aviso del encuentro de un enemigo:
<<Sujeto localizado, al norte, punto
de encuentro; a trescientas millas de nuestra posición>>
Dejé a un lado mi
imaginación de guerrillera y fijé más la vista hasta encontrar a Ivan justo a tres
mesas de la entrada y a mi derecha, exactamente en el punto mismo que Liam me
había indicado.
Alucinante, solo le faltaba darme las coordenadas
exactas para que la cosa me pareciera, aún más fantasiosa.
Ivan compartía mesa con los mismos hombres
con quien lo había visto hablar en el vestíbulo, y una mujer más, bien
arreglada que aparentaría unos cuarenta años y se encontraba sentada entre los
dos hombres más jóvenes, uno de ellos Ivan.
-No te he mentido… Desde aquí lo puedes
vigilar, y veo que… Esta cómodamente sentado en una silla, bien acompañado y
tomando un bourbon del 83, mientras
sabe que, tú estás fuera, sola y sentada en un taburete esperándolo.
Me fascinó la forma de Liam en describir la
escena, yo, desde mi lugar casi no podía ver si Ivan estaba tomando algo hasta
que, me aproximé al cristal que me lo mostraba y lo vi alzando la copa para
darle un trago, pero que Liam lo supiera y no solo eso, que también adivinara
la bebida o la marca… Me dio un poco de mala espina.
-¿Cómo sabes…?
-El vaso. –Contestó y su voz sonó muy cerca,
demasiado cerca. -El vaso que tiene en la mano solo se utiliza para servir esa
bebida.
Ya no solo escuché su voz como si rozara mi
oreja, el calor de su cuerpo me golpeó con fuerza contra el cristal, y eso que
él no me había tocado, pero sabía que estaba detrás de mí, algo sorpréndete,
por lo visto se había movido muy sigiloso, como si fuera un ninja en la noche.
-Eres muy observador. –Murmuré y me cagué en
todo lo que se me venía en la cabeza al escuchar el temblor en mi voz.
-Gracias a eso estoy vivo. -Pronunció de una
forma que me confundió, ya que parecía hablar y pensar en otra cosa.
Me giré para ver su rostro y me choqué con
una vista baja, lo que declaraba, ya que al girarme cara él levantó la mirada y
me miró con las cejas alzadas, que le había privado de las vistas de mi
trasero.
Lo siento.
-¿Por qué dices eso?
–Pregunté sintiendo como vibraba mi voz y notando un nuevo y delicioso calor
por el cuerpo.
-Ponte como estabas. –Me ordenó pasando
olímpicamente de mi pregunta, como si no hubiera abierto la boca, y algo, algún
gesto tuvo que ver en mi rostro porque la suavidad que le daban esas cejas a
sus gestos había desaparecido, y de nuevo me encontraba a un hombre peligroso.
-¿Qué? –Pregunté sin comprender pero el
brillo que saltó en esos ojos me mostró el mal camino que tomaba todo esto. -No.
Tras mi respuesta, Liam colocó una mano en
ese cristal, justo al lado de mi cabeza y acercó su cara a la mía, un gesto
intimidador que provocó que me pegara más al cristal, e incluso deseé tener
poderes para traspasarlo y largarme de allí cuanto antes.
-Hazlo. –Marcó la orden con la barbilla
tensa. Igualmente no me moví, pero si sentí un ligero temblor que terminó en
mis piernas, y al moverse, como tratando de quitarme de encima esa sensación, mis
rodillas chocaron con las de él.
Liam sonrió de nuevo de lado, orgulloso de
provocar esos temblores en mí.
Desgraciado.
-A pesar de ser lista, de venir aquí
decidida, veo que tienes miedo.
-No tengo miedo. –Contesté con algo llamado
supervivencia.
La necesidad básica de sobrevivir fue lo
que me animó a hablar y mantener al menos parte de su mirada, porque uno de mis
ojos padecía un tic extraño y junto con la valía, cosa que perdía por segundos,
vacilar en un momento así sería como cavar mi propia deshonra hacia las mujeres
al poder.
-No, solo me tienes miedo a mí. –Pronunció
con lentitud, no alargaba las palabras, era como si el tiempo las marcara.
Cuando terminó de hablar, justo al llegar a
la última palabra, Liam me dio una pequeña embestida, como un juego, un empuje
débil a través de un vaivén de cadera, y se mantuvo pegado a mí, así que lo
noté, lo noté con intensidad, tanto como el escalofrío que me recorrió por todo
el cuerpo.
Todos mis pensamientos, mis miedos y la
única razón que existía en mi cabeza desaparecieron completamente, se esfumaron,
se evaporaron fugazmente, ya que, ese bulto que se aprisionaba contra su pantalón,
se convirtió en la causa, el pensamiento y mi alboroto.
Algo malo… muy malo.
-No Gaela, no es malo, es totalmente lógico. –Estaba
tan perdida que se me escapaban los pensamientos en voz alta. -Te sientes
amenazada y… mi querida morena, eso es ahora mismo lo que menos quiero, que me
temas. Así que ¿Que sugieres? ¿Cómo puedo hacer para que te sientas más calmada?
Ronroneó con mucha provocación al tiempo
que posaba una mano en mi cadera. Lo miré con atención y contuve la
respiración. Liam me dirigió una sonrisa lenta que exudaba sexo.
-Lo ideal sería que te quitaras de encima y
me dejaras ir. –Le dije recuperando algo de cordura.
-Eso sería perfecto y muy corto. –Contestó
él, y entonces la mano que había en mi cadera comenzó a bajar, con lentitud
hasta la orilla de mi vestido, se mantuvo ahí, unos segundos mientras jugaba
con la tela. -Pero, su pon que, prefiero no elegir esa opción, que tengo algo
en la mente que nos calmará a ambos.
Su voz vibró en mi interior y me estremecí
con cada silaba. Dios, aquel hombre era tremendamente increíble, una bestia
dominante y cargada de testosterona, repartía sensualidad por todas partes, por
su voz, su mirada de infarto, su cuerpo y su aroma.
Madre mía, ese olor era una etiqueta
especial e imposible de encontrar, única perfecta y detallada para gente
exclusiva, era su exclusividad marcada y etiquetada sin sacar a la venta, porque
si llegaran a sacar ese aroma… Las mujeres se volverían locas.
-¿Te refieres a jugar? –Pregunté y aunque me
faltaba el aire, noté la timidez en mi voz.
-Yo no juego, Gaela. –Contestó arrastrando
cada palabra mientras esa mano que había estado jugando con mi vestido se
deslizaba por el interior con los dedos por delante.
Acarició mi muslo tan solo con las yemas de
sus dedos y las rodillas me fallaron, con rapidez, Liam introdujo una de sus
rodillas entre mis piernas y me sujetó tomándome de la cadera con la otra mano
libre.
Cuerpo contra cuerpo, respiración contra
respiración y tención contra tensión. Cada músculo de Liam se marcaba alrededor
de mi cuerpo, las venas de su cuello se hinchaban y su pecho, sólido y hecho de
hierro se presionaba contra la tela de su camisa haciendo que los botones
tiraran de la tela. Los dedos me temblaron por abrir o rasgar la camisa y tocar
la calidez de su piel. Apreté los puños y evité esa magnífica y tentadora
visión.
Liam tomó una intensa bocanada y se colocó
mejor entre mis piernas para no perder el equilibrio. Una vez recuperado y
centrado, apretó las yemas para continuar, y gruñó al sentir el tacto de mi
piel al paso que sus dedos tomaban posesión de mi muslo, un poco más arriba.
-Eres suave, delicada… te fundes bajo mis
caricias.
Mientras hablaba, era eso lo que me pasaba,
me ardía la carne que sus dedos rozaban, y esos dedos, estaban haciendo
maravillas. Habían llegado ya a una zona sensible, la ingle, pero la tela de
mis bragas le impedía subir más, o eso me pensaba yo.
En el momento que sus dedos se introdujeron
bajo la capa de encaje y volantes que bloqueaban su camino, me arqueé y tuve
que apoyarme a sus hombros porque esta vez me veía comiéndome el suelo de boca,
ya que, aunque no hubiese tocado nada, esa tentación que se acercaba, me
arrollaba a necesitarla. Y para colmo, el tacto de Liam estaba tenso y su
respiración salía a presión, como si bufara en vez de soltar el aire.
¿Qué
estás haciendo, Gaela? Páralo.
¿De dónde demonios salía esa voz? ¿De mi
cabeza? Tenía que serlo, solo había una mujer en la sala y era yo, pero parecía
un eco lejano, como el sonido estridente y molesto salido de una máquina de
discos viejos donde la voz femenina no hablaba, gritaba formando gallos insoportables.
Con lo cual la desconecté.
-Cada vez estas más caliente… -Gruñó entre
dientes, como si le faltara a él también el aire.
Las manos de Liam me abandonaron, soltaron
completamente mi cuerpo y antes de que me venciera hacia delante, me tomó de la
cintura y me giró colocándome cara el cristal.
Esos movimientos rudos me devolvieron a la
tierra y a la escena que estábamos dando a todos los comensales que estaban en
el restaurante.
Y ha Ivan… Me iba a matar.
-La gente…
-Nadie nos ve. –Me cortó Liam, que dio unos
golpecitos al cristal con los nudillos y el camarero que pasó justamente por
delante de nosotros, se giró, pero solo echó un vistazo, se encogió de hombros
y continuó hacia delante. -Al otro lado solo hay un espejo.
Eso me relajó solo en parte, solo un
segundo hasta que mis ojos, como si trataran de advertirme, se dirigieron
directos a la mesa donde estaba Ivan. Entonces me di cuenta de todo lo que
estaba haciendo y algo dentro de mí se revolvió, como mi cuerpo, que en un momento
de estrés trató de empujar a Liam de mí para salir de su jaula.
-Esto no está bien… Ivan…
-No. –Cortó severamente.
Me sujetó con fuerza y aplastó mi cuerpo
con el suyo contra ese cristal, tuve que ladear la cabeza para no darme con los
morros, sin embargo, mi mejilla si se quedó presionada contra el cristal, como
todo mi cuerpo. Esto parecía más un intento de arresto que un acto erótico…
Bueno, algo erótico sí que había: que mis
esposas eran carne y el poli que me tenía atrapada, estaba muy bueno.
Liam colocó su nariz en mi mejilla y sentí
su tensa respiración con gran intensidad chocar contra mi piel, pero no me produjo
ninguna amenaza, al contrario, esa agresividad y su postura hizo que se me
erizara el bello.
-Ahora estás conmigo, él ya ha tenido su
oportunidad en el ascensor y no ha sabido aprovecharla, ahora yo te voy a
enseñar lo que es que un hombre te de placer.
Dio otra embestida, un poco más fuerte que
la anterior para mostrarme de lo que era capaz, y sentí como todo el cuerpo se
me quedaba inútil.
-Muy bien. –Apremió mi rendición. Se separó,
solo un poco y me cogió de las muñecas para colocarlas por encima de mi cabeza
con los brazos estirados. –Mantén las manos apegadas al cristal, y por nada del
mundo te atrevas a quitarlas de ahí.
Obedecí. La dominación que salía de su voz
era algo antinatural, me bloqueaba mentalmente, era como si su sonido no solo
resbalara por mi cuerpo, también se introducía dentro y hacia que todo vibrara.
Las manos dejaron mis muñecas y bajaron por
los brazos en suculentas caricias, después se demoraron en mis hombros, lugar
que apretó como un masaje pausado y profesional, y esa deliciosa fricción me
relajó cada célula. Encorvé la cabeza hacia arriba con los ojos cerrados y
solté la respiración con un gruñido.
Esos dedos deberían de estar bendecidos.
En el
mejor momento dejó el masaje y me quejé. Escuché la risa baja de Liam,
satisfecho de mi queja, pero me mantuve callada y seguí el ritmo de sus dedos
por mi espalda. Liam se retiró de mi trasero para no estorbarse a él mismo y
continuó con ese masaje por el lateral de mi cintura, más lentamente hasta
llegar a mis nalgas.
Entonces el masaje comenzó de verdad y yo,
tras otro estremecimiento, vi las estrellas del desierto, porque me sentía a
ese punto, quemándome como una polilla.
-La primera vez que vi tu trasero, sentí una
pequeña molestia en los pantalones, la segunda, se me empalmó entera, pero la
tercera… Sentí un intenso dolor en los huevos.-Pues yo sentí casi lo mismo cuando vi el tuyo. Pensé. -Y me prometí
a mí mismo que, lo primero que haría nada más te tuviera desnuda en la cama, sería
ponerte a cuatro patas y darte por detrás mientras veo como mis caderas chocan
contra esas nalgas, y mis huevos contra tu coño… -Soltó un gruñido que salió de
su garganta y se unió al mío. -Me dan temblores de solo pensarlo.
Esa grosería me ponía a mil, como una moto,
y miedo me daba ver todos los espasmos que estaba sufriendo. Parecía que me
volvía loca, loca de remate, pero era algo de lo más natural, yo era una
novata, y aunque en mi juventud algunos chicos con los que salía me hubiesen
metido mano, esto no era ni remotamente comparable.
Ese hombre era un artista con las manos,
con su cuerpo. Sabía lo que hacía y como lo hacía, tan solo tenía que presionar
un poco para inflamar partes del cuerpo que ni siquiera sabía que existían y conseguía
un resultado óptimo como: dejar muy tonta a la mujer a la que le estaba
metiendo mano sin consideraciones.
Solo que yo había pasado de la tontuna a la
esquizofrenia.
Remitente: Ayuda asistida de inmediato.
Liam dejó de tocar y pegó sus caderas a las
mías, me movió con la ayuda de sus manos y la fuerza de sus dedos para sacar un
poco fuera mi trasero y dejarlo más que empinado cara él, después lo noté, presionándose
y moviéndose en círculos sobre mi culo.
Santo cielo… Estaba perdida.
-Y encaja perfectamente a mí.
La fuerza grabe y ronca de su voz ya era
motivo para estar tan caliente como una olla a presión, pero el baile que se cernía
sobre la parte de atrás de mi cuerpo me mareó y tuve que apoyar la frente
contra el cristal, Liam me siguió y sentí todo su cuerpo sobre mí, al igual que
el aliento caer contra mi oreja.
Gruñí e hice fuerza para que los brazos no
me cayeran muerto a los lados del cuerpo.
-Dime una cosa, ¿De qué color son tus bragas?
–Murmuró al oído mientras me acariciaba la cadera de nuevo, solo que esta vez
con las dos manos. –Ya noto que son de encaje ¿pero blancas como tu vestido?
¿Quizás negras porque eres una chica desobediente?
Los dedos de Liam se deslizaron con
facilidad por dentro, tan solo levantando un poco mi vestido, se movieron por
mi culo en círculos, sobándolo como antes pero retirando a un lado la braga,
convirtiéndola de pronto, en un tanga, y volvieron de nuevo a las caderas para
comenzar a dejar un rastro de marcas calientes hasta llegar, cada vez más cerca,
a la unión de mis piernas.
Por
favor que me toque… que me toque ahí…TÓCAME
No lo hizo.
-Estoy esperando. –Exigió.
-Por favor… -Maullé.
-Respóndeme.
La orden fue taxativa, aunque no pude
evitar el escalofrió que me entró, como si hubiera recibido una descarga
eléctrica. Una sacudida o un destello de deseo.
-Blancas.
Santo Dios, sonaba jadeante y ansiosa,
parecía una enferma rogando por un chute para el dolor.
-Muy bien, morena. –Pronuncio con voz
victoriosa.
Como recompensa, Liam deslizó los dedos por
debajo del elástico de las braguitas y rozó mi clítoris.
Se me detuvo la respiración literalmente, y
mi corazón comenzó a latir alocadamente mientras él trazaba un círculo en el
vórtice de mi sexo. Justo donde más lo necesitaba, pero con demasiada suavidad
para lanzarme por el borde. Se me hinchó el clítoris como si ese bulto saliera
en propulsión y jadeé cuando el dolor intenso que sentía se propagó por todo mi
vientre.
-Liam…
El nombrado se tensó, hasta incluso, frenó
esa caricia.
-Vuelve a decirlo. –Ordenó con una voz falta
de aire.
-Liam. –Repetí y noté como esa mano que tenía
entre mis piernas temblaba.
-Gaela… Como me gusta que seas la única que
me llame así.
Y en agradecimiento, su toque personal se
hizo más intenso, más loco, más perturbado. Uno de sus dedos se mantuvo en mi
clítoris, pero dos de ellos se encargaron de presionas mientras subían y
bajaban por toda la zona de los labios vaginales, como abriendo un hueco y
cerrándolo al mismo tiempo, como rascando con insistencia para después marcar
la ruta de entrada. Me removí mientras dejaba salir un gruñido detrás de otro,
en más de una ocasión, cuando el dedo que se mantenía en mi botón lo golpeaba,
me estampé, dándome un cabezazo contra el cristal. Pero es que no sabía que era
lo que me pesaba, que era esa sensación de angustia que se centraba en mi estómago.
-Estas tan mojada… Tengo los dedos empapados
con tus jugos. Necesito tocarte más, tocarte mejor, necesito sentirte entera.
Se calló y quitó esa mano, pero cuando
quise quejarme, Liam se arrodillo a mi espalda y me levantó la falda de un
tirón.
-Oh… ¿Pero? –Preguntó para sí mismo mientras
admiraba mi trasero envuelto con la tela blanca. –Esto no me lo esperaba… Me
encanta que mimes tu cuerpo con esos detalles. –Me ruboricé cuando halagó mis
bragas.
Era una especie de culote lleno de volantes
y encajes que hacían juego con el vestido, una especie de braga baby-doll que usan
las madres para ponerles a sus pequeñinas cuando el vestido es muy corto, pero
es que tenía devoción por la ropa interior un tanto extravagante. Mi colección
empezaba desde los colores llamativos, pedrerías e incluso mix de tela y piel
negra, hasta, como no, picardías sexys, pero eso a Liam no pensaba decírselo.
Liam metió los dedos y me bajó las bragas
con tan solo dos movimientos. Me levantó una pierna y luego la otra y no me
opuse, y antes de que me moviera de nuevo, lo tenía otra vez pegado a mi
espalda con sus caderas restregándose con las mías y su mano, entre mis
piernas.
Di un grito por la violencia de esa
posesión, en menos de un segundo sus dedos estaban en el mismo lugar que antes
y juro que al sentir el primer roce, toque y caria, me puse bizca. Tuve que
morderme los labios para que esos gritos alocados que nacían de mi garganta
salieran al exterior, porque que no nos viesen no significaba que nos
escucharan, y notando el nivel de leona que rugía en mi interior, el grito
hubiese salido de la sala hasta escamparse por todo el edificio.
-Esto… de recuerdo. –Murmuró con agresividad,
como si fuera algo indiscutible.
Se refería a mis bragas, pude ver por debajo
de mi brazo como se metía la tela blanca en el bolsillo delantero de su
pantalón. En ese momento no me importaba nada, podía quitarme el vestido de la
misma forma y guardárselo en el mismo bolsillo si a cambio, me permita llegar
al clímax de una maldita vez.
-Liam. -Gruñí con los dientes apretados.
Él apretó los dedos, presionando y comenzó
a mover el que se cernía sobre mi clítoris en círculos, más rápidos, mas
suculentos. Casi al instante, el resto de dedos se frenaron y se centraron
todos en el mismo lugar mientras su otra mano libre comenzó a tirar de mi cabello
para ladear mi cabeza. Sus labios comenzaron a mordisquear mi oreja, lamiendo
el lóbulo como si fuera admirara esa zona. Me apoyé a él, a sus pantalones,
estaba perdiendo el equilibrio y me agarré a esa tela con fuerza mientras
notaba, con extasiada felicidad como me arrasaba una corriente mágica de
colores y cosquillas que se centraban en mi vagina y por mi estómago.
-Córrete para mí. –Me exigía mientras volaba.
Su tacto continuaba, no había bajado el ritmo, aunque su respiración estaba tan
loca como la mía. –Córrete y grita mi nombre, Gaela. Di el nombre del hombre
que te está llevando al clímax.
Y así lo hice, correrme con su voz mientras
gritaba como un animal su nombre.
Me
giró de nuevo, con brusquedad y me pegó al cristal, sentí la fría base contra
la mitad mi culo y esa quemazón, fue como recibir un pequeño azote, algo que me
gustó tanto como la mirada perturbada de ese hombre puesta en mí.
-Voy hacerte disfrutar una vez más… Pero
necesito que seas muy receptiva.
-Liam… espera. –Me costaba hablar casi más
que respirar, aun no me había recuperado de ese bestial orgasmo cuando ya lo
tenía otra vez encima exigiéndome su atención.
Si casi no podía prestarme yo misma
atención… ¿Cómo podía concentrarme en él?
No obstante a Liam le dio exactamente
igual, o simplemente se lo pasó por la bragueta.
-Cuanto antes te dejes
llevar por mí… Antes tendrás mi boca en tu coño.
La
madre que lo parió.
Vale, esto no estaba funcionando muy bien,
se me estaba escapando de las manos y aceptar ese delicioso placer era como
aceptar dinero de la mafia, siempre quieren una devolución y con impuesto, uno
alto por supuesto por el medio, así que… era hora de informar de algunas cosas.
Como
por ejemplo; de mi inexperiencia en el juego del mete y saca.
-Liam…no…- Tartamudeaba, no conseguía
aclararme con las palabras. -…un segundo…
Me
tomó una mano y me la colocó en ese paquete hinchado que tenía entre las
piernas, después la mantuvo en ese lugar presionando la suya con la mía para
que no la quitara, pero al notar lo que tenía entra las manos, no hacía falta
presionar mucho, me había quedado alucinada.
-Notas como tengo la polla… - Ya te digo que sí. – Después, tú me darás
el mismo placer que yo te voy a dar a ti.
Las alarmas en mi cabeza saltaron como si
de un coche de bomberos se tratara. No era que dudara de sus palabras, era
simplemente que en mi condición de virgen hasta los veintidós años, no era un
buen plan asustar al hombre con un chorro de sangre.
-Liam. –Lo llamé al mismo tiempo que quitaba
esa mano de su pene.
Liam forcejeó conmigo, y en un acto de
violencia, me soltó la mano y la llevó a mi cabello, tiró con fuerza y mi
cuello se dobló de tal forma que pasé de ver sus ojos a estar con la vista
clavada en el techo.
-No te me vas a negar. –Me advirtió. –Después
de lo que yo he hecho por ti, quiero una recompensa.
A continuación, pasó toda su lengua desde
mi canalillo, subiendo por el cuello hasta la punta de mi barbilla, lugar que
mordió tras guardar la húmeda lengua. Las hormonas se me dispararon y tuve que
cerrar los ojos y morderme los labios para no gritar de puro placer.
-Ni en tus sueños me vas a negar tu sabor.
–Rugió con ferocidad.
Me soltó con rapidez y me cogió de las
caderas, después me levantó, tomándome en brazos como si fuera una muñeca y me
llevó a una de las mesas para tirarme en ella con las piernas en alto, abiertas
y él se colocó en el medio en seguida.
Traté de incorporarme, pero en ese preciso
instante, Liam rozó la zona hipersensible de mi sexo y caí de espaldas encima
de la mensa de nuevo con un grito en la boca. Comencé a respirar como una
embarazada en la camilla de parto y poco a poco sentí como mi corazón
encontraba el término medio de la respiración correcta.
Unas manos fuertes me alzaron y terminé
sentada con el cuerpo de Liam aun entre mis piernas.
-Gaela, mírame.
Levanté la vista y la clave en esos ojos
azules, brillante con las pupilas dilatadas completamente. Hubo un silencio,
solo unos segundos donde nuestras mitrada parecían estar perpetuas unidas por
un hilo invisible, pero solo yo notaba ese estado de inútil total, una de las
manos de Liam cayó en mi muslo y la otra subió por mi espalda, moviendo sus
dedos como si mi espina dorsal fuera un teclado. Llegó hasta mi cuello y sus
dedos se abrieron para abarcar más zona y continuar con el masaje. Y en ningún
momento retiré mi mirada de la de él.
-Relájate y disfruta. Escucha solo el sonido
de mi voz. –Le dije que si con la cabeza mientras notaba como esos dedos
pasaban por debajo de la zona de mi oreja. –Cierra los ojos. –Dijo suevamente,
casi en un susurro rebosante de serenidad.
Cerré los ojos, escuché su voz, como una
cuenta y cuando el tres se hizo eco, los abrí y una cortina de colores, como
los puntos en un televisor apagado llenos de arcoíris me invadió la mirada. La
cortina fue desapareciendo poco a poco, al tiempo que sentí un cambio brusco en
el peso de mi cuerpo. Me sentí pluma y llena de electricidad, parpadeé para
centrar mi mirada y de pronto Liam había desaparecido, estaba sentada en la
mesa con las piernas colgando y sola.
-¿Liam? –Murmuré mientras buscaba a mis lados
o a mi espalda y escuché mi voz en ecos, como si fuera un sonido lejano.
-Estoy aquí.
Me giré y me lo encontré, como si hubiese
aparecido de la nada delante de mí, justo entre mis piernas con esa oscura y
feroz mirada llena de sexo prometedor. Mi pulso se aceleró y mi respiración se
volvió loca. Liam se acercó un poco y rozó sus labios con los míos, soltó un
gruñido y se retiró. Aturdida por lo lentos que pasaban los movimientos ante
mí, me apoyé con los brazos, y vi con gran claridad como si se tratara de una
escena exagerada de 3d, algo sobre
natural, como Liam se agachaba, apoyaba sus manos en cada muslo y me habría más
de piernas, des `pues sacó su lengua y es movimiento se ralentizó de una forma
inexplicable, hasta que lo sentí, como una batida de aire en mi pliegues.
Me caí de nuevo a la mesa, solo que la
caída fue diferente, frenada, lenta y como siendo mecida por el viento. Cuando
choqué sentía la brisa que hace la arena cuando un golpe la levanta y la
escampa por todas partes.
Flotar, sí, esa sería la palabra correcta.
-Gaela, mírame.
Levanté la vista y me fijé en esos ojos azules,
pero algo, un cuerpo a su espalda llamó mi atención.
Era Ivan…
Quise incorporarme pero ese cuerpo se
duplicó, y entonces Ivan, varios, nos rodearon. Tal vez ocho, o siete, o cinco,
todo eran ojos grises clavando sus ojos en nosotros.
Tenía que estar alucinando y más, cuando
Liam comenzó su juego, su tortura y su muestra del placer sin sentirse nervioso
porque otro hombre nos observara.
Soltó el aire y dio un lametazo, me arqueé
gruñendo mientras Liam olía con intensidad mi aroma. En un principio sentí
vergüenza de estar tan a la vista, de que un hombre me viera tan desnuda, pero
había algo, una voz en mi cabeza que me decía que esto no era real. Pero sí que
lo era, lo sentía con gran intensidad, ya que aun pensando que estaba soñando
por el ambiente de desconcierto que me rodeaba, el aliento de Liam continuaba
cayendo y era demasiado cálido como para negar todo lo que estaba sucediendo.
-Tu sabor es idéntico a la droga… Me está
volviendo adicto.
Su lengua se metió por los pliegues,
jugando con ellos, mordiéndolos y no pude evitar arquearme con más fuerza,
obligando a mi cuerpo a colocarse en una postura que debería de haberme hecho
daño, pero en mi cuerpo solo había placer.
Esto solo era el principio, me comunicó mi
cabeza para disfrutar de la envolvente sensación que era tener su boca, sus
labios y su lengua en mí.
Liam pasó la lengua por toda la zona, de
abajo arriba y llegó hasta mi punto débil, le dio unos golpecitos al principio,
como para acentuar su tacto y después los succionó con calma.
Abrí los ojos con la cabeza de lazo, casi
sin fuerzas y me choque con un Ivan puesto cara mí, el de al lado también me
miraba a mí… Todos me miraban a mí, y me pregunté porque mi imaginación me metía
a ese hombre en la cabeza, pero entonces Liam, como si supiera que no estaba
pensando en él, succionó con más fuerza. Grité de dolor e inmediatamente su
lengua curó la herida infringida con una seria de lengüetazos lentos y
pausados, aún más enloquecedores que los de antes.
-¿Te gusta esto, Gaela?
-Zea.
–Mi respuesta fue un grito inteligible.
-¿Quieres que me detenga?
-Te mataré…
La risa de Liam chocó contra esa zona y me
estremecí.
-Apenas puedo esperar a oírte implorar cuando
ya no puedas soportar el deseo. -Me rozó de nuevo el clítoris con la punta de
su lengua y yo gemí de nuevo. –Y lo harás.
Esto era increíble, fascinante. No podía
describirlo, me sentía volar, flotar. Lo veía a él entre mis piernas, mientras
que Ivan estaba en todas partes, mirando la escena con cara de ira… Era tan
loco como alucinante. No entendía como era posible, como podía estar pensando
tales cosas, como tenía tanta imaginación como para disfrutar del placer de un
hombre mientras mi cabeza me mostraba a otro, jodido mientras observaba lo que le
hacían a su futura mujer.
Ohhh, y Liam.
Desde luego que para ser mi primera vez,
estaba deseando probar el sexo, sentir por fin un pene dentro de mí y quien
mejor que Liam para desflorarme…
Sentí un leve tirón, y Liam despareció de
ese escenario. Me incorporé y de pronto, las imágenes de Ivan también desaparecieron
con un velo de colores. Inmediatamente, escuché un golpe, como una palmada o un
chasquido de dedos y caí, caí de una gran altura a la mesa, choqué casi estampándome
contra la madera, pero todo se trataba de mi imaginación, porque estaba en el
mismo salón, encima de la misma mesa y con la misma postura, solo que Liam se
encontraba a unos dos metros alejado de mí, cabizbajo y dándome la espalda.
Aturdida por la sensación extraña de estar
perdida me pasé la mano por la cara y miré a mí alrededor. Otra vez me sentía yo
misma, pesada y con todo pasando a un ritmo normal. Miré a Liam de nuevo.
-¿Liam? –Mi voz, aunque con el matiz de la preocupación
resonando, sonó alta y clara.
Se giró con cara incrédula y clavó sus ojos
en mí.
-¿Eres virgen?
Me tensé del mismo modo que si me hubiese
golpeado con fuerza en la cara. Mierda había vuelto hablar en voz alta. Bajé de
la mesa, me coloqué el vestido y levanté la vista hacia él.
-Sí. –Contesté como algo natural.
Vale, no era algo tan natural, pero en mi condición
y con la corta lista de novios nada duraderos que había tenido, la ocasión tampoco
se había presentado. Y tampoco esperaba que fuera con velas, flores o cosas románticas…
bueno, algo romántico no me importaría. Pero aun así no entendí el motivo de
esa cara, parecía pasmado.
-¿Qué edad tienes? ¿Quince? –Preguntó con
sarcasmo.
-¿Qué? No. Tengo veintidós. –Me miró más incrédulo
y con los ojos tan abiertos que casi se le salen de sus cuencas.
Respiró con fuerza, prácticamente castigando
a sus pulmones para que entrara y saliera el aire cuando a él le diera la gana
y no por la necesidad de respirar.
-Puedo tolerar a otro hombre ¿Pero que sigas
intacta?…No, eso no…Ni siquiera puedo creerme que te reserves para ese
gilipollas. –Me dio la espalda de nuevo y se pasó las manos por el pelo, como
tratando de relajarse. -Es increíble… ¡Mierda! –Se giró cara mí y me miró con
unos ojos fríos como el acero de una espada. -¿Sabes lo que he estado a punto
de hacerte? ¿En una puta mesa? ¿O cómo te lo iba hacer?
-No soy una cría. Se lo que iba a pasar y
como. –Le grité rabiosa por ese comportamiento.
Me hacía sentir tan culpable como
humillada, insultada, como si fuera una incrédula que no entendía nada.
-No, no tienes ni idea. –Rugió como una
bestia con la mandíbula temblándole.
Se transformó. El demonio estaba de vuelta.
Todo su cuerpo se tensó, sus puños se apretaron con fuerza y sus labios se convirtieron
en una línea recta y apretada.
-Lárgate. –Me ordenó más rudo que nunca y
esta vez no había ni rastro erótico en su voz, todo era rabia y violencia.
Esta vez no solo había recibido un golpe en
toda la cara, es que el golpe me había girada la cabeza y me había dejado la
marca de su mano ardiendo en mi mejilla.
Me tragué el nudo en la garganta y avancé,
pero al llegar a su altura me frené y me giré cara él con la barbilla alta.
-No vuelvas a buscarme. –Le escupí con
rabia.
-Tranquila, que no lo haré. Tengo a otras, más
experimentadas, que me ayudaran.
Sentí la mandíbula temblar y como mis
dientes chocaron unos con otros. Cerré los ojos al ver como la imagen de la última
rubia, la misma con la que se había ido lo satisfacía y cuando los abrí lo miré
con furia renovada.
-Tu inteligencia emocional es la de un niño
de cinco años consentido. Y para tu información, no estoy a tu altura…
-No, desde luego que no lo estas. –Me cortó y
me mordí la lengua aguantando un grito.
-Alucino contigo.
Apreté los puños y me di la vuelta para
salir de ahí cuanto antes, solo quería perderlo de vista y correr, correr todo
lo que mis piernas me permitieran para poder descargar, de alguna forma, toda
la ira, el dolor y la humillación que sentía.
-Por cierto. –Me llamó antes de llegar a la
puerta, tan solo lo miré por encima del hombro, ese tío no se merecía ni mi
plena atención. -Olvida todo lo que te he dicho. No pienso follar contigo ni
ahora ni nunca. No voy desvirgando a mujercitas.
Eso sí que me motivó a girarme cara él y
dar un paso al frente, pero me tuve que controlar apretando los brazos contra
mi cuerpo para no meterle un golpe y dejarlo tonto.
No flipes, solo conseguirías hacerle
cosquillas.
-Bien. ¿Ponemos punto y final?
-Por favor, no deseo otra cosa. –Dijo con
chulería y sentí como todos los pelillos de la nuca se me plantaban.
-Que te den… Payaso salido de un manicomio.
Liam apretó la mandíbula y vi como su vena
en el cuello rebotaba contra su cuello.
-Sayonara
Teletubbie… Vuelve con tu novio “Don
dibujo animado”.
-Gilipollas. –Siseé entre dientes.
Liam abrió la boca para dedicarme otra
belleza más, pero la puerta de la sala se abrió y un cuerpo casi tan grande
como el del demonio que tenía delante apareció cortando sus palabras.
El desconocido inspeccionó el lugar hasta
dar con Liam, su mirada se relajó completamente y sus labios se ensancharon en
una leve sonrisa.
-Aquí estas. Te he buscado por todo el
edificio y… -Ese hombre se fijó en mí. Me miró de arriba abajo y una sonrisa de
lo más seductora curvó sus labios.
Tenía que reconocer que el desconocido no
estaba tan mal, era muy guapo y bastante atractivo. Era de una altura similar a
la de Liam, solo que Liam lo superaba. Sus ojos eran de un color entre el azul
y el verde, y su cabello, rizado y negro se enrollaba alrededor de sus orejas. Al
igual que Liam, este también se cuidaba físicamente, el traje que llevaba le
sentaba realmente bien, marcando una espalda ancha sobre unos brazos musculados
y realzaba ese broceado de su piel. Pero lo más sorprendente fue el aspecto.
Ese desconocido me inspiró el mismo síntoma que Liam cuando lo vi por primera
vez:
Cuidadito,
es peligroso.
Igualmente, Liam lo superaba en todos los
aspectos y con gran diferencia. Desde luego que, el demonio que tenía a mi
espalda no tenía mucha competencia.
-¿Y tú quién eres, morena?
Ronroneó de una forma que haría que a las
mujeres se les cayera la baba, sin embargo, estaba tan dolida emocionalmente y
con un alto subidón de adrenalina que solo me inflamó la mala hostia.
Otro
que tal.
¿Es que no había otra forma de diferenciar
a las mujeres? ¿Solo por el color de su cabello?
-Louise. –Siseó Liam detrás de mí.
El aludido desvió su mirada y levantó las
cejas sorprendido cuando miró a Liam.
-Tranquilo. –Le dijo con voz neutral, como
mostrando una bandera de paz, y me devolvió la mirada. -Solo quería conocer a
esta preciosa mujer…
-Ella ya se iba. –Informó al tiempo que lo
cortaba.
Advertí un tono furioso en la voz de Liam,
pero después de nuestra discusión, comprendía que no encontrara el botón de stop con un amigo. Yo tampoco estaba muy
calmada.
La voz de Liam que a mí me había producido
un estremecimiento, a Louise no le produjo nada, ya que sonrió de nuevo con
picardía y se acercó a mí.
-Louise. –Amenazó Liam con insistencia.
-Me llamó Louise Born. –Levantó la mano y la
dejó en el aire. -¿Y tú eres?
Miré esa mano y sonreí con sarcasmo.
-Encantada Louise… -Escuché un rugido de
fondo que chocó contra mi espalda, pero me la bufó. -…Me llamo: Ala Mierda.
Choqué esa mano y me largué.
No me podía imaginar cómo le había sentado
a Louise mi respuesta, y aunque me hubiese encantado ver la cara de ambos, tenía
otro problema entre manos.
En el momento que salí fuera me encontré a
Ivan hablando con uno de los componentes de seguridad. Aligeré mi paso y me
acerqué a él.
-…No quiero que me diga que me relaje… quiero
que se ponga a buscarla de inmediato.
Estaban a mitad de conversación, y escuchado
como criticaba al hombre, la cosa no pintaba muy bien.
-Señor Toscana.
-No, es que está sordo…
Lo tomé del brazo y con gran disimuló lo
giré. Ivan estaba a punto de retirar mi mano de un tirón cuando se dio cuenta
de que era yo. Entonces, me choqué con otra bestia.
-Lo siento…
-¿Se puede saber dónde demonios estabas? –La
cosa no pintaba muy bien, nada bien. Ivan estaba más enfadado que antes.
-Estaba en el baño…
-Mentira. ¿Dónde estabas?
Como había dicho antes no se me daba bien
mentir, así que hice algo muy imprudente y arriesgado que me iba a destrozar
por completo…
Seguramente hoy terminaría en “Cuidados
intensivos”
Lo tomé de los hombros, tiré de él y lo
besé. Ivan, por supuesto como no se lo esperaba, se dejó, pero para mí mala
suerte ya que sus labios borraron todo el dolor pasado, Ivan reaccionó y me
separó de inmediato, ni siquiera me dio tiempo a saborear ese bourbon en sus labios cuando el aire
rozó el calor que habían dejado
No dijo nada, me miró alucinado y con el
pulso retumbando en su pecho. Parpadeó y sacudió la cabeza. Cuando comprendió lo
sucedido su mirada me taladró, pero antes de que se pusiera a decirme un millón
de cosas… Lo cogí del brazo y con una sonrisa fingida lo arrastré hasta la
salida.
Él no se opuso, pero una vez llegamos al
coche, me abrió la puerta y me dirigió una mirada oscura.
-Ahora en mi casa, hablaremos de lo que has
hecho. –Eso me sonó a amenaza.
Acto seguido rodeó el coche y para llegar a
la zona del piloto. Yo respiré, ya que había estado aguantando la respiración,
pero en la segunda bocanada me atraganté, porque al alzar la vista, me crucé
con los ojos de Liam, apoyado en la puerta abierta de un coche mientras me taladraba
con la mirada.
Me estremecí, sentí un calor horrible en la
zona que él había hurgado tanto con sus manos como con sus labios, pero
entonces recordé el resto del encuentro más sensual de mi vida y retiré la
mirada.
-Gaela. –Me llamó Ivan con voz autoritaria. –Entra
en el coche de una vez. –Me ordenó rabioso después de dirigir una mirada
aquello que me había quitado el aliento. Lo vi tensarse y a continuación me
miró a mí. -¿Quieres que te meta yo?
Entré en el coche cerrando la puerta de un portazo
e Ivan, tras unos segundos fuera, cosa que no sé qué hizo, entró. Farfulló unos
cuantos insultos, arrancó el coche y tras soltar un suspiro dejó caer las manos
encima de sus muslos.
-Hijo de…
Sin que me lo esperara yo esta vez, Ivan me
tomó de la barbilla y arremetió contra mis labios. Fue un beso agresivo y
aunque quise pararlo, no porque no me hiciera sentir nervio o el calor efecto
de su contacto (Que fue algo demoledor como siempre), sino por, la agresividad
del beso en sí, él me lo impidió posando una de sus manos en mi nuca y
alargando ese beso salido del maldito infierno. Cuando me soltó, pude respirar
y aunque mis neuronas estaba locas dando saltos de vértigo, me sentí un poco
utilizada ya que Ivan no me miró y se limitó a meter la primera marcha y salir
de ahí disparado, sin embargo, en un auto reflejo, pude ver como la mirada
oscura de Liam nos siguió